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Tres tipos de seres sobrenaturales en la literatura rusa

Creado por IA / ChatGPT
Los vampiros, fantasmas y hombres lobo en las obras de los escritores rusos no aparecieron solo por el colorido místico. Para los clásicos y los autores contemporáneos, a menudo servían como una forma alegórica de hablar sobre los vicios humanos o sociales.

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VAMPIROS

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Alexéi Tolstói — ‘El vampiro’ (1841)

Una versión rusa que rinde homenaje a El Vampiro de John Polidori, publicado en 1819 y traducido al ruso nueve años después. Las dos obras no solo comparten títulos parecidos, sino también una escena inicial ambientada en un salón aristocrático. A partir de ahí, Tolstói siguió su propio camino, contando una historia sobre vampiros que puede interpretarse tanto en clave mística como realista.

Alexánder Pushkin — ‘El vurdalak’ (1835)

El genio ruso no pudo resistirse a burlarse de la moda por los románticos chupasangres y escribió un poema en el que un héroe cobarde cruza un cementerio de noche. Al oír ruidos de succión y gruñidos, piensa que ha encontrado a un vampiro. Pero solo era un perro callejero royendo un hueso.

Mijaíl Bulgákov — ‘El maestro y Margarita’ (1940)

Gella, la sirvienta de Voland (es decir, Satanás), es una joven pelirroja que solo lleva un delantal de encaje y zapatos. Bulgákov tomó su nombre del Diccionario Enciclopédico de Brockhaus y Efron, donde se mencionaba que en la isla de Lesbos se llamaba así a las jóvenes que morían prematuramente y se convertían en vampiras.

Serguéi Lukiánenko — ‘Guardianes de la noche’ (1998)

La trama transcurre en Moscú a finales de los años noventa. Paralelamente al mundo de los humanos, existe el mundo de los ‘Otros’, divididos entre los de la Luz y los de la Oscuridad. Su eterna lucha se ha transformado en un frágil equilibrio: cada hechizo luminoso debe compensarse con uno oscuro. Para mantener ese balance existen dos organizaciones: la “Guardian de la Noche”, que protege los intereses de la Luz, y la “Guardian del Día”, que vela por la Oscuridad. Los vampiros son una de las razas de los Otros; seres con habilidades sobrenaturales que están integrados en la sociedad, poseen su propio código y forman parte del sistema que equilibra la Luz y la Oscuridad.

Viktor Pelevin — ‘Empire V’ (2006)

Pelevin reinterpretó la idea del vampirismo y utilizó la imagen del vampiro como sátira social. Sus vampiros son una metáfora de la clase dominante, “los paganos”, que no se alimentan de sangre, sino del tiempo, las fuerzas y la atención humana, convirtiendo a las personas en consumidores obedientes.

Alexéi Ivanov — ‘El comedor’ (2018)

Si para Pelevin el vampirismo simboliza el dinero, en Ivanov representa la presión ideológica y administrativa. Sus vampiros viven en un campamento de pioneros en 1980: son miembros del personal y monitores. Para el autor, encarnan la figura de los jefes ‘chupasangre’, que viven a costa del sistema y de los niños bajo su autoridad.

FANTASMAS

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Nikolái Gógol — ‘La noche de mayo o la ahogada’ (1830)

En el ciclo de relatos Noches en una granja cerca de Dikanka abunda toda clase de espíritus malignos: diablos, brujas, hechiceros y muertos vivientes. Pero hay un personaje que se asemeja más a un fantasma: una joven ahogada. Su madrastra la llevó a la muerte, pero la muchacha logró arrastrarla con ella al otro mundo. Allí, el conflicto entre ambas continuó hasta que una de las dos obtuvo una victoria definitiva.

Vladímir Odoévski — ‘Igosha’ (1833)

En la tradición popular rusa, los ‘igosha’ eran los espíritus de los niños muertos antes del bautismo. Se creía que eran traviesos: tiraban cosas, rompían objetos y hacían golpear puertas. Justo eso hace el protagonista del cuento, aunque su familia cree que es obra de un niño vivo y lo castiga por ello.

Alexánder Pushkin — ‘La dama de picas’ (1834)

El fantasma de una vieja condesa le revela al protagonista qué cartas debe apostar para ganar y duplicar su dinero, pero con una condición: debe casarse con la sobrina de la condesa. El joven rompe su promesa y todo termina trágicamente. El cuento fue tan popular que los jugadores empezaron a apostar basándose en las cartas mencionadas por Pushkin.

Nikolái Gógol — ‘El abrigo’ (1843)

Un pobre funcionario soñaba desde hacía tiempo con tener un abrigo nuevo y, por fin, consiguió comprarlo. Sin embargo, su alegría duró poco: le robaron el abrigo, y de la tristeza murió. Después de su muerte, su fantasma comenzó a vagar por San Petersburgo arrancando abrigos a los transeúntes. Es la primera obra en ruso que aborda las injusticias y tragedias del “el hombre común y corriente”.

Iván Turguénev — ‘Fantasmas’ (1864)

En este relato aparece una mujer hermosa y misteriosa llamada Ellis. Ella transporta al protagonista a distintos lugares del mundo y a distintas épocas. Representa una melancolía dolorosa, una premonición de la muerte. No se trata de un espectro de terror gótico, sino de una figura poética y nostálgica.

HOMBRES LOBO

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Nikolái Gógol — ‘La noche de mayo o la ahogada’ y ‘La víspera de Iván Kupala’ (1830)

En ambos relatos, las brujas se transforman en animales domésticos. En La víspera de Iván Kupala, la bruja que ayuda al protagonista a encontrar un tesoro primero se le aparece como un perro y luego como un gato. En La noche de mayo, la madrastra-bruja ataca a su hijastra transformándose en una gata salvaje con garras de hierro.

Serguéi Lukiánenko — serie ‘Guardianes de la noche’ (1998)

Los hombres lobo, al igual que los vampiros, son una de las razas de los Otros. No son monstruos, sino representantes de una cultura especial con su propio código de honor. Su lucha interior entre la razón humana y la naturaleza animal constituye su drama esencial.

Viktor Pelevin — ‘El libro sagrado del hombre lobo’ (2004)

La novela narra la historia de amor entre una poderosa zorra-hombre lobo llamada A-Juli y un joven lobo-hombre lobo que trabaja para el FSB. Su relación ilustra la eterna búsqueda del sentido de la vida y muestra que el amor es la principal fuerza impulsora en el camino hacia la superación espiritual.