Laurence de Francia: ‘Me enamoré de Iván el Terrible cuando era una colegiala’
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“No puedo explicarlo, pero Rusia es mi destino. En mi juventud, me fascinó la literatura rusa. [Fiódor] Dostoievski me condujo hacia la Iglesia Ortodoxa Rusa. Luego me interesé por la pintura de iconos. Pero la película de Andréi Tarkovski ‘Andréi Rubliov’ fue la que más influyó en mi alma. Por eso, no tenía otro camino más que Rusia”, cuenta Laurence.
De Francia a la Vieja Rusia
El monasterio de la Santa Trinidad Danílov en Pereslavl-Zaleski (en la región de Yaroslavl). Fundado en 1508.
La francesa vive en el pequeño pueblo de Pereslavl-Zaleski (a 150 km de Moscú). En otro tiempo, el zar Iván el Terrible caminó por las orillas del lago local Pleshchéyevo, y un joven Pedro I construyó allí su “flota de juguete”.
Hoy, Pereslavl y la vecina Rostov restauran iglesias antiguas y reciben un creciente flujo de cristianos extranjeros.
‘En las orillas del río Trubezh’, de Laurence Guillon.
Laurence Guillon fue una de las primeras en llegar. Ahora escribe libros, pinta cuadros y mantiene un blog en francés titulado Chroniques de Pereslavl (“Crónicas de Pereslavl”).
El alma rusa de una francesa
“En mi juventud, pensaba que tenía un alma rusa, arcaica, campesina. Y Rusia es un país que ha conservado muchos rasgos del carácter campesino.”
Gracias a la película de Serguéi Eisenstein Iván el Terrible, Laurence se enamoró de la cultura rusa. “Su imagen se muestra de forma positiva allí y, en mi juventud, el zar era para mí una figura paternal que despertaba admiración.”
Laurence escribió dos novelas sobre Iván el Terrible tratando de comprender qué había detrás de su crueldad. “Y creo que lo entendí: Iván el Terrible fue un hombre muy complejo, nervioso, ansioso. Se quedó solo desde joven, fue traicionado más de una vez. Y era un idealista: creía tener una misión sagrada que debía cumplir.”
A los 18 años, Laurence se convirtió a la ortodoxia, ingresó en el Instituto de Lenguas Orientales y, por supuesto, comenzó a estudiar ruso. En 1973 viajó por primera vez a la URSS. Entonces tenía 21 años.
Primeras impresiones de Rusia
Laurence admite que, cuando llegó por primera vez, se sintió tan decepcionada que lloró.
“Tenía en la cabeza las ilustraciones de Bilíbin, esperaba una Rusia de cuento, pero lo que vi fue gris y de cemento. Bueno, sabía que eso existía, pero pensé que sería solo una manzana, tal vez dos... Imaginaba casas antiguas, como en Francia.”
Y aun así, después de ese primer viaje, regresó. En 1990 fue invitada a participar en la expedición Tras los pasos de Radíshchev, de San Petersburgo a Moscú.
Laurence y su perrita Rita
“Fue un viaje increíblemente interesante: dimos muchas conferencias y tuvimos encuentros con gente creativa. Entonces comprendí que los rusos eran exactamente como los había imaginado. ¡Y decidí quedarme!”
Durante 16 años, Laurence trabajó en la escuela de la embajada de Francia en Moscú enseñando francés a niños rusos.
En 2014 regresó brevemente a su país para cuidar de su madre enferma, pero volvió pronto, pues su casa y sus amigos ya estaban en Rusia.
Una extranjera en una cabaña rusa
Laurence visitó Pereslavl por primera vez en 1999, durante unas vacaciones. Empezó a pintar los paisajes locales.
Así vio la ciudad de Pereslavl la francesa en 1999.
“Me gustaron tanto la naturaleza y la atmósfera de Pereslavl que compré una dacha en un pueblo vecino y empecé a venir los fines de semana. Y cuando volví a Rusia definitivamente, no tuve otra idea que quedarme aquí.”
Como había soñado, Laurence se instaló en una izbá rusa (casa tradicional de madera). Ella misma diseñó la decoración, dándole un aire de casa de cuento.
Una 'izba' rusa, al estilo francés
La casa es bastante grande, así que Laurence alquila habitaciones a franceses que desean mudarse a Rusia. “Les muestro la ciudad, los llevo a la oficina de migración, los presento a la gente, y así sucesivamente.”
Laurence cuenta que Pereslavl y toda la región de Yaroslavl están experimentando una afluencia de cristianos ortodoxos extranjeros. Por ejemplo, un sacerdote estadounidense convertido a la ortodoxia se instaló en la vecina Rostov Veliki y atrajo con él a cincuenta familias estadounidenses.
Sobre Rusia y los rusos
La gata Vasilina en el alféizar de Laurence
Todavía hay cosas que sorprenden a la francesa de los rusos. “Por ejemplo, la forma caótica en que comen. ¡Es la manera más rápida de engordar! O que las mujeres, sobre todo las de mi edad, te bombardeen con consejos, explicándote cómo vivir. Y lo hacen, por supuesto, por tu bien”, ríe Laurence.
“Siempre he tenido tendencia a dejar las cosas al azar (el ‘avos’ ruso). Pero aquí eso se acentúa, porque en Rusia no se puede vivir de otro modo. Haces todo como debe ser, con garantías, pero llega mañana y todo desaparece: puede ocurrir una catástrofe, el sistema puede cambiar, o pueden venir y quitártelo todo. Por eso, hay que vivir el hoy y ya veremos qué pasa mañana.”
Laurence cree que en Rusia hay libertad, una libertad en la vida cotidiana que no existe en Francia.
“Sí, dentro de Rusia existen sus propios demonios: la corrupción, el robo y otros problemas. Pero el demonio principal es el alejamiento del espíritu ruso. Quiero que ese espíritu renazca, que la gente ame su pasado. Al fin y al cabo, la singularidad de la cultura cristiano-ortodoxa es que cura el alma humana. ¡Por eso vienen aquí los extranjeros!”
La versión completa de la entrevista está disponible (en ruso) en el sitio web de la revista Nation.