Este suizo ha terminado llevando turistas por Siberia en su propio KAMAZ
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Ingeniero mecánico originario de Lucerna, Suiza, Lucas visitó por primera vez el Baikal hace 20 años. El lago más grande del mundo lo “magnetizó”, y desde entonces comenzó a regresar cada año. Hace siete años decidió mudarse a Ulán-Udé, capital de la república budista de Buriatia.
Hoy dirige allí su propio negocio turístico, recorriendo en su KAMAZ los paisajes más espectaculares y desafiantes de Siberia. Siempre bromea con sus visitantes: “Tengan cuidado, ustedes también podrían quedar magnetizados”.
“Ahora estoy esperando a una pareja de australianos; viajan en una autocaravana. Les advertí sobre el magnetismo del Baikal, pero no me creyeron. Esta mañana me dijeron por videollamada que nunca les había costado tanto marcharse de un lugar como de aquí”, cuenta.
Cómo Siberia conquistó a un suizo
“En la escuela veía Siberia en el mapa: tundra, taiga, nieve… esa tierra oculta me fascinaba. Estudié, serví en el ejército, trabajé como mecánico y un día un amigo y yo decidimos emprender un viaje de seis meses en una caravana.”
Su destino era el lago Baikal. Atravesaron Turquía, Irán, Turkmenistán, Uzbekistán, Kazajistán y Mongolia.
“Cuando llegamos al Baikal, fue un momento profundo, difícil de describir. No era solo la belleza o el tamaño… He viajado mucho, incluso por África, pero descubrí que mi lugar está aquí.”
El poder magnético del Baikal
“Después de aquel primer viaje volví una y otra vez, y cada vez me asombraba lo infinito de los lugares que aún no conocía. Increíble, sobrecogedor.”
Europa sabe muy poco de Siberia, especialmente de Buriatia, así que Lucas quiso mostrar su nueva patria. Fundó su empresa hace diez años. Durante los tres primeros alternó entre Suiza y Rusia, hasta que decidió quedarse definitivamente.
Muchos visitantes buscan también experiencias espirituales. Lucas conoce a varios chamanes y recomienda llevar leche, cereales o arroz como ofrenda en los lugares sagrados. “No soy muy religioso, pero respeto las creencias. En Buriatia abundan los datsanes y templos budistas; vayas donde vayas, encontrarás uno.”
Los turistas suelen decir que sienten una energía tan intensa que las piernas les flaquean o la cabeza les da vueltas. Y, tras el viaje, muchos sienten deseos de volver.
El suizo del KAMAZ
Antes de la pandemia recibía numerosos turistas europeos; ahora adapta sus recorridos para viajeros rusos. “Hay excursiones de fin de semana y travesías de dos o tres semanas por el Baikal, cruzando pasos de montaña y ríos. Lo llamo ‘carretera de tabla de lavar’. No se puede ir a más de 35 km/h, pero la belleza del paisaje lo compensa. En coche o autobús no llegarías, ¡pero en mi KAMAZ sí!”
Lucas soñaba con tener un KAMAZ desde niño. “En Suiza no se puede comprar un camión para uso personal, pero en Rusia no hay tantas restricciones. Mi KAMAZ calienta bien, le puse asientos cómodos, televisión y equipo de sonido. ¡Es una maravilla!”
La “siberianización” de un suizo
Vive en las afueras de Ulán-Udé con Stella, su pastor alemán y compañera inseparable. Tiene una casa sólida, un garaje y una bania (baño de vapor ruso).
“Tengo baño en casa, pero en Siberia no se puede vivir sin una bania. Mis amigos buriatos y rusos me ayudaron a construirla.”
Con los años, Lucas se ha vuelto algo ruso: sigue supersticiones, como sentarse un momento antes de viajar, y cocina platos locales.
Hace cuatro años celebró su 50 cumpleaños con una gran fiesta. “Vinieron mis amigos buriatos, rusos, mi vecino alemán y un belga de Irkutsk. Fue una velada increíble, sincera… y muy rusa.”
La entrevista completa (en ruso) puede leerse en el sitio web de la revista Nation.