GW2RU
GW2RU

Сómo una profesora rusa enseña su idioma en una escuela de Venezuela

Archivo personal
'Los primeros días, los niños me miraban como si hubiera llegado de otro planeta', cuenta Yulia Molchánova.

Además de Telegram, Puerta a Rusia difunde contenidos en su página de VKontakte. ¡Únete a nosotros!

Yulia Molchánova enseña ruso como lengua extranjera en una escuela de la isla venezolana de Margarita. Se graduó en la Facultad de Filología de la Universidad Federal de los Urales, con especialización en lengua y literatura rusas. Después de terminar sus estudios, empezó a trabajar como profesora en una escuela, enseñando lengua y literatura rusas. Más tarde trabajó con estudiantes extranjeros y con jóvenes que se pretendían ingresar en universidades rusas, ayudándoles a prepararse para los exámenes.

En una entrevista con Russki Mir, Yulia explica por qué decidió viajar a Venezuela:

– En primer lugar, me encanta viajar. He visitado unos 40 países y, gracias a este proyecto, tuve la oportunidad no solo de conocer un país nuevo, sino también de sumergirme en una cultura distinta. En segundo lugar, desde hace tiempo quería visitar Venezuela. Además de la enseñanza, me apasiona el turismo de montaña, y aquí se encuentra una de las montañas más antiguas del mundo: el Roraima, que inspiró a Arthur Conan Doyle para escribir El mundo perdido. Durante años soñé con conocer este país tan sorprendente.

Antes de emprender un viaje de un año, busqué información actualizada sobre la vida en Venezuela. Leí lo que escribían viajeros recientes y contacté con compatriotas que ya vivían allí. Gracias a sus consejos, me adapté rápidamente y no perdí tiempo en trivialidades cotidianas.

– ¿En qué escuela enseñas y qué edad tienen tus alumnos?

– Vivo en la isla de Margarita y trabajo en la Escuela Técnica Dr. Luis Ortega, donde enseño ruso como lengua extranjera. Mis alumnos están en el segundo año de secundaria y tienen entre 12 y 14 años.

– ¿Cómo te recibieron los niños? ¿Y cómo fue la comunicación con tus compañeros?

Archivo personal

– Aunque Margarita es una isla turística y no es raro ver extranjeros, los primeros días los niños me miraban como si fuera de otro planeta. Algunos intentaban saludarme en inglés y gritaban “¡hello!” al verme. La mayoría se acercaba a preguntarme de dónde venía, si hablaba español y si entendía lo que decían.

Mi llegada causó tanto revuelo que durante las dos primeras semanas, niños de otras clases se colaban en mis lecciones. A veces, había tantos curiosos que no cabíamos en el aula. El alfabeto ruso les resultaba particularmente sorprendente. Recuerdo cómo, el primer día, los niños se agolparon frente al cartel con las letras rusas. Uno exclamó, señalando las letras "И" y "Я": “¡Profesora, esta letra está mal escrita!”. “¡Esta letra se parece a un escarabajo!”, dijo otro, señalando la "Ж". “¡Y esta, a una casa!”, añadió un tercero, señalando la "Д".

A las pocas semanas, los niños se acostumbraron a mi presencia y la vida escolar volvió a la normalidad. Seguimos hablando y bromeando durante los recreos. Mis colegas venezolanos me recibieron con los brazos abiertos. Me ayudaron a adaptarme, me explicaron las particularidades del sistema educativo y cómo es el día a día en la escuela. En mi primera semana, me invitaron a la playa y organizaron una clase de surf. Después cenamos en casa de una compañera, que me enseñó a preparar empanadas.

– ¿Cómo están avanzando los niños? ¿Qué materiales usas?

Archivo personal

– Como los chicos están empezando a estudiar ruso, nos concentramos en lo básico: leer, escribir y elaborar diálogos sencillos. Ya saben presentarse, hablar de su familia y conocen vocabulario temático. También han aprendido nociones gramaticales básicas, como el género de los sustantivos, los pronombres posesivos y la distinción entre animado e inanimado. Trabajamos con el libro de texto ¡Давай! para niños y adolescentes.

– ¿Les gustan las clases de ruso? ¿Qué dificultades tienen?

– Los chicos asisten con entusiasmo a las clases, participan activamente y hacen las tareas con interés. Pero también hay dificultades. Muchos no sabían que existían otros alfabetos además del latino, así que al principio confundían las letras. Les costaban especialmente las vocales que se pronuncian con una “y” delante (como "я", "ю", "ё", "е") y las consonantes silbantes, ya que no existen sonidos similares en español. Al cabo de unas semanas, se sentían mucho más seguros y algunos, los más curiosos, leían en voz alta cualquier palabra rusa que encontraran, incluso en las cajas de rotuladores.

Este texto es una versión abreviada de la entrevista publicada en ruso en la revista 'Russki Mir'.