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5 obras de escritores rusos sobre genios extranjeros

Puerta a Rusia (Foto : Fine Art Images/Heritage Images/Getty Images; Legion Media)
Los escritores, artistas y músicos a menudo estudian las biografías de otros creadores. Esto les ayuda a encontrar respuestas a las preguntas que los inquietan.

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El intelectual británico y ganador del Premio Booker Julian Barnes estudió ruso en su juventud. En 1965, junto a un grupo de amigos universitarios, emprendió un largo viaje por la URSS en una furgoneta, visitando Minsk, Smolensk, Moscú, Leningrado, Kiev y Odesa. Desde entonces, su interés por la cultura rusa no se ha apagado. En 2016 publicó una novela sobre el compositor ruso Dmitri Shostakóvich titulada El ruido del tiempo (The Noise of Time). El interés de Barnes por Shostakóvich (de un creador sobre el destino de otro) no es único. Puerta a Rusia recuerda las obras de clásicos rusos dedicadas a otros grandes europeos.

Alexánder Pushkin, ‘Mozart y Salieri’

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Una breve pieza teatral sobre la naturaleza del genio, escrita en 1830. Según Pushkin, Mozart es un genio frívolo; Salieri, una mediocridad laboriosa. Salieri envidia el talento natural de Mozart. Le duele que él deba trabajar con esfuerzo cada melodía, mientras que Mozart crea música sublime sin dificultad. Finalmente, Salieri decide envenenarlo. Se sabe que en la realidad eso nunca ocurrió, pero Pushkin necesitaba este recurso para lograr “verosimilitud literaria”.

Iván Turguénev, ‘Hamlet y Don Quijote’

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El 10 de enero de 1860, en una lectura pública a beneficio de escritores y científicos necesitados, Turguénev pronunció su famoso discurso Hamlet y Don Quijote. En él analizó detalladamente dos tipos opuestos de personalidad. Las características del tipo “Hamlet”, según Turguénev, son: “El análisis ante todo y el egoísmo, y por eso la falta de fe. Vive para sí mismo, es un egoísta”. En cambio, el tipo “Don Quijote” se define así: “Vive (si se puede decir así) fuera de sí mismo, para los demás, para sus hermanos, para destruir el mal, para resistir las fuerzas hostiles a la humanidad: magos, gigantes, es decir, opresores. En él no hay ni rastro de egoísmo; no se preocupa por sí mismo, es todo sacrificio: ¡aprecien esta palabra! Cree, cree firmemente y sin dudar”. Las reflexiones sobre ambos personajes se convierten también en una exploración del talento de Shakespeare y Cervantes.

Dmitri Merezhkovski, ‘Los dioses resucitados’

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Otra meditación sobre la naturaleza del genio, esta vez a través de Leonardo da Vinci. Si Pushkin creía que el genio podía ser joven y perezoso (pues basta el talento), Merezhkovski lleva el arte más allá de la ética y la moral. Para él, el genio es un ser inmortal por su propio reconocimiento, un superhombre en el que se unen Dios y el Anticristo. Es una figura contradictoria, que sintetiza todas las ideas de su tiempo.

Mijaíl Bulgákov, ‘La vida del señor de Molière’

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Bulgákov escribió esta biografía novelada del dramaturgo en 1933 para la serie educativa La vida de hombres notables (concebida antes de la Revolución y continuada en los años treinta bajo la dirección de Maxim Gorki). Sin embargo, el conflicto central (la elección entre la vocación artística del genio y las expectativas sociales o políticas) pareció inadecuado a los editores dentro de la ideología del joven Estado soviético, y el manuscrito no fue publicado. El libro vio la luz recién en 1962, tras la muerte del autor.

Ósip Mandelstam, ‘Conversación sobre Dante’

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En 1933, el poeta aprendió italiano y quedó fascinado por Dante. Leía y releía La Divina Comedia. Para él, esta obra se convirtió en un instrumento óptico a través del cual observar la realidad contemporánea. “Es impensable leer los cantos de Dante sin volverlos hacia la actualidad. Para eso fueron creados. Son proyectiles para captar el futuro. Requieren un comentario en futuro”, escribió. Poco después de terminar Conversación sobre Dante, Mandelstam compuso su célebre epigrama sobre Stalin. Para él, la literatura y la política se convirtieron en una sola cosa.