Esta es la lista definitiva de las 100 obras maestras de la literatura rusa que deberías leer

Esta es la lista definitiva de las 100 obras maestras de la literatura rusa que deberías leer
Alexánder Kislov
Desde los cuentos antiguos hasta las novelas modernas, te traemos una selección de libros que pueden considerarse clásicos atemporales. Muchos de ellos forman parte de programas escolares, y no solo en Rusia.

1. ‘Cantar de las huestes de Ígor’ (1185)

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Miraguano Ediciones, 1986

Este “cuento de desdicha” sobre la infructuosa campaña del príncipe Ígor contra los cumanos, un pueblo nómada turco, es una de las obras más antiguas de la literatura rusa que se conservan, y se cree que fue escrita hacia 1185. La obra, de estructura muy compleja, abarca varios géneros: cuento heroico, canción y epopeya. Según Dmitri Lijachev, eminente medievalista y lingüista ruso del siglo XX, el propósito del cuento no era mostrar en detalle la campaña del príncipe en sí, sino exponer los defectos de la fragmentación feudal en Rusia. La obra influyó en muchos escritores, y desde el siglo XIX los poetas rusos han creado “traducciones” cada vez más modernas.

2. ‘La vida del protopope Avvakum Petrov escrita por el mismo’ (1672)

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Automática,2019

Con el género de la hagiografía comienza esencialmente toda la literatura rusa antigua. Los monjes cronistas describían canónicamente la vida recta de los santos y los milagros que realizaban. La Vida de Avvakum difiere en que fue recopilada durante su vida, y por él mismo. El texto está repleto de referencias a personas concretas, nombres de lugares y detalles de su vida. Avvakum también menciona milagros, enumerando casos en los que sanó a personas o las salvó de los demonios. Sin embargo, el tema principal son las reformas eclesiásticas del patriarca Nikon (al que tildó de apóstata) y el nacimiento de los Viejos Creyentes rusos, que, como líder del cisma, acabaron provocando la ejecución de Avvakum. Su biografía estuvo prohibida durante casi 200 años, y cuando finalmente se publicó, en 1861, causó sensación. Influyó en Tolstói, Dostoievski y muchos otros escritores.

3. ‘Cuentos populares rusos’

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Editorial Anaya, 1987

Los cuentos populares se transmitían oralmente de generación en generación; incluso los adultos los escuchaban por la noche mientras tejían o cosían o hacían otras tareas. Eran historias cotidianas de carácter moralista, fábulas sobre animales y criaturas fantásticas, cuentos de hadas sobre princesas y príncipes. Esencialmente, conformaron el carácter nacional y el código cultural.

Todos los escritores y poetas rusos se criaron con los cuentos populares rusos; muchos los reutilizaron o adaptaron para utilizarlos en sus propias obras. Algunas de sus creaciones se han arraigado tanto en la psique del pueblo que no todo el mundo recuerda cuáles son auténticos cuentos populares y cuáles son producto de la imaginación de un solo autor. Una gran contribución a la conservación del patrimonio folclórico ruso fue la de Alexander Afanasiev, que anotó los principales cuentos y publicó la colección más completa, titulada Cuentos populares rusos (1855-63).

4. Alexander Radishchev. ‘Viaje de Petersburgo a Moscú’ (1790)

Como funcionario, Radishchev viajó muchas veces entre las dos capitales de Rusia y observó la vida de los campesinos a lo largo del de su recorrido. Escribió un informe sombrío y veraz sobre la vida en el campo ruso, y expresó opiniones muy audaces sobre la servidumbre y las deficiencias del orden social. Tras leer la obra, Catalina la Grande montó en cólera, ordenó su prohibición (no se publicó hasta 1905) y tachó al autor de “rebelde peor que Pugachev”. Radishchev fue encarcelado y condenado a muerte, pero ésta fue conmutada por el exilio en Siberia. Fue uno de los primeros autores rusos en sufrir por decir la verdad.

5. Nikolái Karamzin. ‘La pobre Lisa ‘(1792)

Una historia desgarradora sobre cómo un noble seduce a una campesina y la abandona tras una noche de amor. La obra se considera un modelo del cuento sentimental ruso. La pobre Lisaa cautivó a los lectores por su original trama y su trágico desenlace. Además, Karamzin evitó el lenguaje rebuscado, convirtiéndose en uno de los primeros escritores en utilizar un estilo sencillo.

6. Alexander Griboyédov. ‘La desgracia de ser inteligente’ (1822-24)

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Asociación de Directores de Escena (1996)

Esta comedia en verso supuso una auténtica revolución en la dramaturgia rusa: escrita en un lenguaje sencillo, destruyó todos los cánones del clasicismo del siglo XVIII y se convirtió en la primera obra realista. La desgracia de ser inteligente sigue siendo una obra habitual en los teatros de toda Rusia, y los nombres de los personajes se han convertido en palabras clave. La acción se desarrolla en Moscú, diez años después de la Guerra Patria de 1812 contra Napoleón.

Un joven de ideas progresistas, Alexander Chatski, llega a casa desde el extranjero. Va a visitar a su joven novia, Sofía, con la intención de pedirle la mano a su padre. Sin embargo, resulta que Sofía se ha enamorado de otro hombre, no del todo agradable, que intenta congraciarse con todos. El “renacido” Chatski se siente como un extraño en su propia tierra y se pelea con todo el mundo...

7. Alexander Pushkin. ‘Eugenio Oneguin’ (1823-1830)

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Cátedra, 2005.

Esta novela en verso se considera no sólo la cumbre de la obra de Pushkin, sino toda una “enciclopedia de la vida rusa”. El autor pinta un cuadro de una hacienda provinciana y de la vida en el campo, con representaciones del Petersburgo secular y del viejo Moscú.

Oneguin, un joven aristócrata de la capital, llega al pueblo. Rápidamente se aburre y busca entretenimiento, pero se ve envuelto en un verdadero drama: la hija de un vecino, Tatiana, le confiesa su amor, y otro vecino, Lenski, que resulta ser su mejor amigo, reta a Onegin a un duelo por la coqueta hermana de Tatiana...

La obra es casi imposible de traducir debido a la magia poética de Pushkin y a la invención de la “estrofa de Onegin” con su estructura y rima precisas. Fuera de Rusia, se aprecia más como una ópera, concretamente la de Piotr Tchaikovski de1877-78.

8. Alexander Pushkin. ‘Borís Godunov’ (1825)

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Akal, 2012.

Otra de las obras de Pushkin que fue luego adaptada sobre los escenarios, esta vez por Modest Musorgski. Como obra de teatro, se ha representado en innumerables ocasiones y se ha adaptado a la pantalla. En el drama, inspirado en las historias de Shakespeare, Pushkin narra uno de los episodios más misteriosos de la historia rusa: el asesinato del zarevich Dimitri, segundo hijo de Iván el Terrible, la época de los tumultos y la aparición del impostor Falso Dimitri. Gracias a Pushkin, Borís Godunov es recordado en la conciencia pública como el instigador del asesinato del zarevich Dimitri, por el que fue castigado por el destino.

9. Alexander Pushkin. ‘Relatos del difunto Iván Petróvich Belkin’ (1830)

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Alianza Editorial, 2009

Pushkin es valorado en la literatura rusa sobre todo como poeta, pero también destacó como dramaturgo y prosista, como demuestra este apasionante ciclo de cinco relatos. Uno de ellos, conmovedor, trata sobre una mujer de la nobleza que se disfraza de campesina para conocer a un apuesto vecino, mientras sus padres se pelean. Y una historia romántica sobre un duelo en el que uno de los participantes pospone su disparo e invita a su oponente a resolver el asunto varios años después. Y la increíble historia de un oficial que se casa por accidente...

10. Alexander Pushkin. ‘El jinete de bronce’ (1833)

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Hiperión, 2005

Este relato en verso es un canto a San Petersburgo. “Te amo, creación de Pedro” es una de las citas más famosas de la obra. El título del relato proviene del apodo del famoso monumento ecuestre a Pedro el Grande, que se ha convertido en un símbolo de la ciudad. Aunque la obra elogia la elegancia arquitectónica de la ciudad, la trama principal gira en torno a un trágico suceso de la vida real: la gran inundación de 1824, que diezmó la ciudad. El protagonista, llamado de nuevo Evgueni (Eugenio), descubre que la casa de su novia ha sido arrasada y ella ha perecido. Se vuelve loco y deambula por la ciudad, observando la devastación y maldiciendo al fundador de la ciudad, que no ve con buenos ojos las críticas...

11. Alexander Pushkin. ‘La dama de picas’ (1833)

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Alianza Editorial, 2019.

Otra historia de locura, esta vez como resultado del juego. Para conocer el secreto del éxito de la vieja condesa en las cartas, el joven Hermann entra en su habitación y la amenaza, por lo que ella muere de miedo. Más tarde se encuentra con su fantasma, que le nombra la secuencia de cartas ganadora que debe jugar: “Tres, siete, as...” El tres y el siete resultan ganadores, pero el as se transforma por arte de magia en la dama de picas con el rostro de la anciana condesa, que parece guiñarle un ojo burlonamente. La obra fue un éxito rotundo en Europa, y volvió a inspirar a Tchaikovski para escribir una ópera del mismo nombre.

12. Alexander Pushkin. ‘La hija del capitán’ (1836)

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Alianza Editorial, 2015

La hija del capitán es una novela histórica sobre el levantamiento campesino liderado por Yemelian Pugachev que recorrió Rusia en el siglo XVIII. Pero más que eso, es una historia de honor, deber y amor.

El joven Petia Grinev va a servir a una remota fortaleza fronteriza. En el camino, un desconocido le ayuda a encontrar el camino en mitad de una fuerte tormenta de nieve. En agradecimiento, Grinev le da su abrigo de piel de oveja, un acto que más tarde le salva la vida, pues el desconocido resulta ser nada menos que el propio Pugachev. Merece la pena leer la novela aunque sólo sea por la profética frase: “Que Dios nos libre de ver una revuelta rusa, tan insensata y despiadada”.

13. Mijaíl Lermontov. ‘Un héroe de nuestro tiempo’ (1839)

Lermontov está considerado como el segundo poeta de Rusia (después de Pushkin), valorado por sus abundantes y bellos versos románticos, que contraponen el bien y el mal, lo sublime y lo sórdido, la libertad y el cautiverio.

Un héroe de nuestro tiempo es la única novela en prosa de Lermontov. El protagonista, Pechorin, recuerda en cierto modo al Oneguin de Pushkin: frío, incapaz de amar, arriesga su vida para divertirse. La novela consta de varios capítulos, cada uno de los cuales describe episodios individuales de la vida de Pechorin. Al principio, leemos sobre el héroe en tercera persona, pero, a medida que la novela avanza, la óptica se estrecha, culminando en una confesión en primera persona.

14. Nikolái Gogol. ‘Veladas de Dikanka’ (1829-1832)

Estos relatos están ambientados en un pequeño pueblo de la actual Ucrania, entonces en los límites del Imperio Ruso. Gogol hace un amplio uso de palabras ucranianas, e incluso proporciona su propio glosario, así como imágenes de la tradición local. En los relatos, describe las costumbres del “pequeño ruso” (ucraniano) y el modo de vida popular. Las historias son muy diversas, desde la alegre La noche antes de Navidad hasta la espeluznante Una venganza terrible. Al mismo tiempo, los espíritus malignos, los diablos y las brujas son personajes debidamente formados, cada uno con su propia personalidad. La colección fue muy bien recibida por sus contemporáneos: Pushkin, por ejemplo, alabó el lenguaje vivo y las vívidas imágenes de Gogol.

15. Nikolái Gogol. ‘Mirgorod’ (1835)

Esta colección se considera una especie de secuela de Veladas de Dikanka. Las historias no están relacionadas entre sí, pero se basan en el folclore ucraniano. De las cuatro historias, dos son famosas y han sido llevadas al cine: Taras Bulba habla de un cosaco zaporozhiano y sus dos hijos, mientras que Viy es quizá la obra más terrorífica de la literatura rusa.

16. Nikolái Gogol. ‘Las almas muertas’ (1835)

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Nórdica Libros, 2022

Aunque fue escrita en prosa, el propio Gogol describió esta obra como un poema, en el sentido antiguo de un viaje dantesco por los “círculos del infierno”, con largas digresiones líricas sobre Rusia y su sufrido pueblo. La obra se considera la cumbre del arte de Gogol y una de las claves para entender el alma rusa.

La trama gira en torno al pequeño noble Pavel Chichikov, que, al llegar a una ciudad de provincias, se hace pasar por un rico terrateniente para ganar prestigio. El único inconveniente es que no posee ni una sola “alma”, es decir, siervo. Así que recurre a argucias, ayudado por la propia burocracia rusa, que en aquella época permitía comprar “almas muertas” a los terratenientes locales, campesinos fallecidos que aún figuraban como vivos en el registro estatal (los censos de población en aquella época eran escasos y toscos en el mejor de los casos). Los terratenientes, cada uno más cómicamente grotesco que el anterior, reaccionan de forma diferente a la propuesta de Chichikov...

17. Nikolái Gogol. ‘El inspector’ (1835)

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Alianza Editorial, 2009

Una de las comedias rusas más célebres sobre la corrupción, el servilismo y la actitud de los funcionarios hacia la gente corriente. Esta obra se sigue representando regularmente en los teatros de Rusia y del mundo. En la historia, una pequeña ciudad de provincias espera la visita de incógnito de un inspector del gobierno de San Petersburgo. Sin embargo, un funcionario menor que se encuentra por casualidad en el pueblo es identificado erróneamente como el importante invitado. Éste decide aprovecharse del alcalde y de sus subordinados aceptando sobornos e incluso a la hija del alcalde en matrimonio...

18. Alexander Guertsen. ‘¿Quién es culpable?’ (1841-1846)

El título de la novela es una pregunta perenne para Rusia. Escrita por el publicista y revolucionario Guertsen, la obra se considera uno de los primeros ejemplos del realismo ruso. El autor explora la influencia de la educación en la formación del carácter y la personalidad de una persona. ¿De quién es la culpa de que la gente sea infeliz? Además, Guertsen compara agudamente a la gente pensante y educada con los que llevan un estilo de vida ocioso. Al mismo tiempo, es una novela sobre el amor y la importancia de la comprensión mutua.

19. Iván Goncharov ‘Oblómov’ (1847-1859)

Esta novela sobre la pereza peculiarmente rusa introdujo el concepto de Oblomovshchina en el habla coloquial rusa. El antihéroe de Goncharov, Iliá Oblómov, no hace nada más que holgazanear. Es un noble terrateniente, lo que significa que no necesita trabajar... Su amigo de la infancia y polo opuesto, el emprendedor Andréi Stolz, lo hace todo por él. El único momento de la vida en el que Oblómov sale brevemente de su letargo es cuando se enamora. Pero, ¿puede un hombre así comprometerse realmente con el matrimonio? Curiosamente, el autor se mantiene imparcial, sin ponerse de parte del indolente Oblómov ni del racionalista Stolz.

20. Iván Turguénev. ‘Memorias de un cazador’ (1847-1851)

Estos relatos de Turguénev se basan en episodios reales ocurridos en la finca familiar. El escritor presenta una panoplia de personajes y personalidades de la campiña rusa con sus afanes cotidianos. Los relatos se publicaron por primera vez de forma secuencial en la revista literaria Sovremennik, y luego se editaron como libro independiente. La obra fue considerada pionera en su época: Turguénev fue el primero en dar una mirada tan amplia al pueblo ruso. Crédito de portada: Cátedra, 2007

21. Iván Turguénev. ‘Mumú’ (1852)

Esta historia corta es una de las más tristes de toda la literatura rusa, lo cual es mucho decir. Y los personajes principales (el campesino Guerasim y su perro Mumu) son nombres conocidos. Sin spoilers innecesarios, es una historia sobre cómo los tiranos terratenientes de la Rusia zarista abusaban de sus siervos y los trataban como basura...

22. Iván Turguénev. ‘Nido de nobles’ (1856-1858)

Turguénev plantea los problemas de la nobleza, el enfrentamiento entre Rusia y Occidente y la cuestión de los principios morales.

Decepcionado de la vida en Europa, Lavretski regresa a su finca en Rusia para “arar la tierra”, donde pronto se enamora de la hija del vecino, Lisa. Su amor es mutuo y, al enterarse de la muerte de su esposa, que se quedó en Europa, le propone matrimonio. Sin embargo, de repente se descubre que la esposa sigue viva. Con el corazón roto, Lisa se va a vivir a un convento...

La novela dio forma a la imagen de la llamada “chica Turguénev”: una joven de increíble voluntad, criada en un “nido de caballeros”; el título se ha convertido en proverbial.

23. Iván Turguénev. ‘Padres e hijos’ (1860-1861)

El joven Arcadi Kirsanov llega a la finca de su padre acompañado de su amigo Yevgueni Bazarov, un estudiante nihilista. Bazarov estudia para ser médico y se propone ayudar al campesinado. Rechaza toda autoridad y discute con su padre terrateniente y con el tío aristócrata de Arcadi, ambos de ideas liberales. Pero ni siquiera un nihilista es inmune al amor...

Los escritores rusos ya habían tocado el tema de los conflictos intergeneracionales (el ya mencionado Griboyedov en La desgracia de ser inteligente), pero fue la novela de Turguénev la que realmente alimentó el tema. También se burló de la alta burguesía demasiado refinada, introduciendo un nuevo héroe progresista, y señaló que la verdadera vida está en el trabajo, no en la ociosidad.

24. Lev Tolstói. ‘Infancia. Adolescencia. Juventud (1852)

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Alianza Editorial, 2018

Una de las primeras obras profundamente psicológicas de la literatura rusa. Tolstói transmite hábilmente los acontecimientos y los sentimientos vistos a través de los ojos de un niño. Primera parte de una trilogía autobiográfica, es el intento del autor de examinarse a sí mismo y la naturaleza de una multitud de sentimientos. Tolstói pone bajo el microscopio el resentimiento, la vergüenza, el bochorno y la excitación, sentimientos que todo niño experimenta. El héroe de la historia es el pequeño Nikolái, que tiene que dejar a su querida madre e irse a Moscú con su padre. Más tarde, ella muere, con lo que se acaba su feliz infancia.

25. Lev Tolstói. ‘Guerra y paz’ (1863-69)

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Alba, 2021

El opus magnum de Tolstói, una novela épica en cuatro volúmenes conocida y amada en todo el mundo. Narra la historia de varias familias rusas con un telón de fondo de acontecimientos históricos cruciales, sobre todo la guerra de la Rusia imperial con la Francia napoleónica. La narración trata del amor y la traición, la guerra y la paz duramente ganada, tanto en lo político como en lo emocional. Tolstói habla en nombre de un elenco de cientos de personajes (incluido el propio Napoleón), cada uno con su propia voz, llena de profundidad y color. Para aquellos que se sientan tan intimidados por la novela como los franceses por el invierno ruso, recomendamos la oscarizada adaptación cinematográfica soviética dirigida por el difunto y gran Serguéi Bondarchuk.

26. Lev Tolstói. ‘Ana Karenina’ (1873-77)

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Editores mexicanos unidos, 2015

Otra majestuosa novela de Tolstói. Pero a diferencia de Guerra y Paz, aquí el autor no se centra en los acontecimientos históricos que definen una época, sino en la naturaleza de la felicidad y la infelicidad en la vida familiar. Este tema estaba muy cerca del corazón del escritor. Además, el propio Tolstói “protagoniza” la novela: en la persona de Konstantín Levin (Lev es Leo en ruso), quien, al igual que Tolstói, se retira de la alta sociedad en favor de arar los campos con sus campesinos.

27. Lev Tolstói. ‘Resurrección’ (1889-1899)

La última novela de Tolstói, que consideraba su mejor obra. Es la historia de la redención de un oficial, antaño promiscuo, que seduce a la inocente pupila de su tía y luego la abandona, embarazada, suponiendo que podrá pagarle. Para él es una nimiedad, pero la vida de la chica queda destrozada. Años más tarde se reencuentran en el tribunal: él como jurado aburrido, ella como acusada. Al escuchar su desgarradora historia, el oficial experimenta un despertar interior. La novela refleja las propias luchas espirituales de Tolstói y se considera la cumbre de sus reflexiones sobre el sentido de la vida y la naturaleza del bien.

28. Alexander Ostrovski. ‘La tormenta’ (1859)

Una de las obras más populares de Rusia, la acción se desarrolla en una ficticia ciudad de provincias, hogar de los Kabanov, una familia de comerciantes fuertemente patriarcal. La joven nuera, Katerina, sufre la crueldad de su suegra y la indiferencia de su marido. Recuerda el ambiente de amor que había en su familia antes del matrimonio. Katerina se enamora de otro hombre y se encuentra con él en secreto, pero, incapaz de soportar el engaño, se lo confiesa a su marido en presencia de su suegra. Para Katerina, sólo hay una manera de salir de su apuro...

Un crítico contemporáneo describió a la heroína como “un rayo de luz en un reino de tinieblas”: veía más allá de la osificada sociedad que la rodeaba, atreviéndose a vivir como le dictaba su corazón, no las circunstancias.

29. Alexander Ostrovski. ‘Sin dote’ (1874-78)

Otra obra de Ostrovski que trata un agudo problema social: el matrimonio de conveniencia. La bella Larisa es muy popular entre los hombres, pero la chica, que vive con su madre viuda, no tiene dote alguna. En busca de un partido adecuado, la madre recibe todo tipo de invitados masculinos en la casa, y Larisa decide casarse con el primero que se le acerque para alejarse de todo... Porque Larisa sigue amando al rico armador Paratov, y él, incapaz de resistirse, pasa la noche con ella, pero anuncia a la mañana siguiente que ya tiene otra novia rica. Para salvar el honor de Larisa, los pretendientes invitados por su madre lanzan una moneda: el ganador podrá llevársela lejos de la ciudad.

La obra fue recibida con frialdad por la crítica, que la calificó como una obra más sobre “una chica estúpida que es seducida”. Sin embargo, tuvo un gran impacto en la dramaturgia rusa por la fuerza de la protagonista, que no teme ir en contra de las normas, y la descripción de una sociedad de hombres que han olvidado el significado del honor y la dignidad. La obra se representó en Moscú y San Petersburgo con gran éxito, y posteriormente se convirtió en la película Un romance cruel, protagonizada por Eldar Riazanov.

30. Nikolái Chernishevski. ‘¿Qué hacer?’ (1862-63)

Chernishevski escribió esta obra en una celda de la cárcel, donde había sido encarcelado por difundir el sentimiento revolucionario. ¿Qué hacer? conmocionó a la sociedad (inspiró tanto a Vladímir Lenin que tomó el título para un panfleto político propio). Bajo la apariencia de una novela, escrita en parte como respuesta a Padres e hijos de Turguénev, Chernishevski expone sus profundas reflexiones sobre los nuevos fenómenos económicos y sociales, sobre el feminismo y el nihilismo. Y deja entrever claramente la inevitabilidad de la revolución en Rusia. Sin embargo, en lugar del nihilista Bazarov de Turguénev, Chernishevski salpica su obra con “gente nueva” que alberga opiniones radicales sobre cómo servir a la sociedad.

31. Nikolái Leskov. ‘Lady Macbeth de Mtsensk’ (1864)

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Nórdica libros, 2015

Leskov no es muy conocido fuera de Rusia y, sin embargo, en Occidente esta obra, basada en la heroína asesina de Shakespeare, ha sido llevada al cine. Es la historia de la joven esposa de un comerciante, Katerina Izmailova, que vive en el distrito de Mtsensk, en la región de Oriol. Su marido está constantemente de viaje de negocios, y ella se encuentra sola y aburrida en la enorme casa. Katerina se enamora debidamente del apuesto administrador de la finca, Serguéi, y mantienen una tormentosa relación amorosa, que el suegro descubre accidentalmente... Para salvar a su amado, Katerina se decide por el asesinato, y no sólo por uno.

Los críticos contemporáneos se entusiasmaron con el retrato que hizo Leskov de la “penumbra” de la vida mercantil, ligada al dinero y a la pasión, y cómo la convirtió en una tragedia de proporciones shakesperianas.

32. Nikolái Leskov. ‘La pulga de acero’ (1881)

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Nórdica libros, 2007

El zar ruso realiza una visita a Inglaterra, donde se le muestra un milagro de la ingeniería: una pulga mecánica de tamaño natural (es decir, muy pequeña). De vuelta a Rusia, los ingenieros se encargan de inventar algo aún mejor para sorprender a los ingleses. En una fábrica de armas de Tula, un “zurdo bizco” consigue lo increíble: ponerle a la pulga una herradura en miniatura. “Zurdo” es recompensado por su trabajo, tras lo cual se embarca en una borrachera que le lleva a la muerte. En la época de Leskov, la embriaguez era una plaga nacional, y esta lamentable historia arroja luz sobre el carácter “ruso.

33. Fiódor Dostoievski. ‘Crimen y castigo’ (1865-66)

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Austral, 2016

El empobrecido estudiante Rodión Raskolnikov, que apenas puede llegar a fin de mes, se ve obligado a pedir dinero prestado a un anciano prestamista. Cansado de su miserable existencia, se plantea una pregunta filosófica: ¿soy una criatura temerosa o tengo derecho...? Para demostrarse a sí mismo que es dueño de su propio destino, decidecometer un crimen, y no cualquiera: asesinar al viejo prestamista.

Dostoievski reflexiona sobre la naturaleza de la violencia y las circunstancias que pueden obligar a una persona a tomar medidas extremas: el asesinato o la prostitución, como tiene que hacer la amada del protagonista, Sonia Marmeládova. La novela es también una profunda declaración sobre la búsqueda del sentido de la vida.

34. Fiódor Dostoevski. ‘El idiota’ (1868)

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Debolsillo, 2013

Dostoievski es conocido por sondear el mal que acecha en el interior del alma humana, pero en esta novela describe no sólo un personaje positivo, sino una persona casi ideal, con características similares a las de Cristo. El príncipe Mishkin (ingenuo, confiado, sin afectación) se encuentra en el centro de un torbellino de pasiones, pero se eleva por encima de la multitud de mentirosos y borrachos que lo rodean. Incluso en Nastasia Filipovna, considerada por la sociedad como una mujer “perdida”, el héroe sólo ve belleza y bondad, impregnándose de un tremendo afecto por ella.

35. Fiódor Dostoievski. ‘Los demonios’ (1871-72)

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Penguin clásicos, 2019

Después de que el bíblico y demoníaco Stavrogin regrese a Rusia desde el extranjero, la ciudad de provincias en la que se desarrolla la acción se ve acosada por asesinatos, incendios e intrigas... ‘Demonios’ es la novela más política de Dostoievski y expresa sus sentimientos (es decir, su desprecio) por el nuevo ambiente radical de Rusia. Era una época volátil, en la que los grupos terroristas aparecían por doquier y las ideas revolucionarias penetraban en el tejido social. A Dostoievski, que se declaraba eslavófilo, le molestaba mucho esta tendencia, de la que culpaba a los occidentalistas y a los nihilistas. A la luz de la Revolución de Octubre de 1917, algunos ven la novela como algo profético.

36. Fiódor Dostoievski. ‘Los hermanos Karamázov’ (1878-1880)

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Alba, 2013

La última novela de Dostoievski, posiblemente la más importante, y la quintaesencia de sus profundas reflexiones sobre la fe, la moral, el deber y el amor. Esta obra monumental es en parte una reflexión teológica y en parte una historia de detectives: la trama gira en torno al asesinato del disoluto Fiódor Karamázov a manos de uno de sus hijos. Los temas del dinero y de una rivalidad amorosa entre padre e hijo que se adelantó a Freud se entremezclan en la narración. El final presenta una dramática escena judicial, en la que el testimonio de los testigos mantiene al lector en vilo hasta el final.

37. Mijaíl Saltikov-Shchedrin. ‘La historia de una ciudad’ (1870)

Saltykov-Shchedrin es uno de los mayores satíricos de la literatura rusa, a menudo comparado con Gogol. En esta crónica de la ciudad ficticia de Glupov (“Villa Estúpida"), el autor elabora una sátira de toda Rusia y de su historia. La novela narra el gobierno de varios gobernantes de la ciudad: todos ellos sobornadores, ignorantes y pecadores. Para provocar la máxima repugnancia en el lector, el autor dota a todos los personajes de atributos grotescos y hace un amplio uso de alegorías y fantasmagorías.

38. Mijaíl Saltikov-Shchedrin. ‘La familia Golovlev’ (1880)

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Maldoror Ediciones, 2012

Saltikov-Shchedrin no muestra ninguna piedad con sus personajes, y pinta un cuadro sombrío de la vida en una mansión. Es una novela sobre el empobrecimiento y la desaparición de una familia noble, y de hecho de toda la nobleza rusa. El autor presenta un “nido de nobles” muy diferente, no un bastión idílico de los valores familiares, sino la decadencia y la desolación (por no hablar de la apatía y la hipocresía) de la vida de los terratenientes. Quizá sea el primer ejemplo en la literatura de relaciones familiares “tóxicas” (como diríamos ahora). Una madre prepotente y malhumorada, un hijo holgazán que despilfarra el dinero de la familia, una hija que se fuga con un húsar... La novela tuvo un gran éxito entre los contemporáneos.

39. Nikolái Nekrásov. ‘¿Quién es feliz en Rusia?’ (1874)

Un poema algo homérico, pero basado en el folclore ruso. Siete campesinos discuten sobre quién es feliz y libre en Rusia: ¿un sacerdote, un comerciante, un rico terrateniente o el zar? Y emprenden un viaje en busca de personas felices... ¿Pero encontrarán alguna? Como la obra expone la terrible situación de los campesinos y critica la servidumbre (así como las reformas que la abolieron en 1861, que no habían hecho más que empeorar la vida tanto de los terratenientes como de los campesinos), Nekrásov tuvo problemas con la censura, que le obligó a hacer cambios. A Nekrásov también le preocupaba el destino de las mujeres rusas, cuya suerte poco envidiable describe conmovedoramente.

40. Antón Chéjov. ‘Relatos cortos’ (1885-1903)

Chéjov es considerado un maestro del género breve. El autor del aforismo “La brevedad es la hermana del talento” escribió más de 500 cuentos, que pueden ponerse a la altura artística de cualquier gran novela. A pesar de su éxito como escritor y dramaturgo, Chéjov continuó ejerciendo la medicina durante toda su vida, sacando muchos de sus personajes de su amplio abanico de pacientes. Chéjov escribió muchos y muy buenos relatos cortos, demasiado numerosos para mencionarlos, pero Pabellón nº 6 (sobre la locura individual y, más peligrosamente, colectiva), La querida (sobre una mujer subsumida por los intereses de su marido) y El hombre del maletín (sobre el aislamiento del mundo exterior) son particularmente imperdibles.

41. Antón Chéjov. ‘Tres hermanas’ (1900)

Tras el éxito de las obras La gaviota y Tío Vania, encargadas por el Teatro de Arte de Moscú, Chéjov escribió un nuevo drama, que sigue siendo básico en el repertorio de muchos teatros rusos y extranjeros. Las tres hermanas del título son mujeres jóvenes y de mentalidad progresista; su padre ha muerto, y viven con su hermano y se pasan el día recibiendo invitados. Hacen planes para abandonar su ciudad de provincias y dirigirse a las brillantes luces de Moscú, donde trabajarán y harán obras dignas. Pero sus elevados sueños se quedan en eso... Muy chejoviano.

42. Antón Chéjov. ‘El Huerto de los Cerezos’ (1903)

La última obra de Chéjov. La terrateniente en bancarrota Ranévskaia se ve obligada a vender su casa con su precioso huerto de cerezos. Para su horror, el nuevo comprador le propone talarlo, repartir el terreno y alquilarlo a los veraneantes. La obra, que termina con el sonido de la tala de árboles, trata del declive de la aristocracia. Un nuevo mundo despiadado sustituye al antiguo. Un año después de ser escrita, los grandes directores y productores de teatro Konstantín Stanislavski y Vladímir Nemirovich-Danchenko la pusieron en escena en el Teatro del Arte de Moscú con gran éxito.

43. Maxim Gorki. ‘Los bajos fondos’ (1902)

La obra más famosa del escritor proletario Gorki y un canto a los estratos más bajos de la sociedad. Tras leer el drama, Tolstói exclamó sorprendido a Gorki: “¿Para qué escribes esto?”. No podía imaginar que el público del teatro se interesara por una obra sobre un albergue para indigentes, que mostraba a prostitutas y alcohólicos, literalmente con todas sus verrugas. Sin embargo, Tolstói se equivocó, y este descarnado drama de la vida real fue un gran éxito en el escenario del Teatro de Arte de Moscú, así como en Alemania.

44. Maxim Gorki. ‘La Madre’ (1906)

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Akal, 2008

Una novela sobre la revolución y el movimiento obrero. Presa de la fiebre revolucionaria, el obrero Pavel Vlasov discute con sus amigos sobre cuestiones sociales y comienza a distribuir folletos sobre el proletariado oprimido. En 1926, el director soviético Vsevolod Pudovkin realizó una película muda basada en la novela, que se convirtió en un clásico del primer cine soviético.

45. Maxim Gorki. ‘Infancia’ (1913-14)

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Automática Editorial, 2012

Al igual que Tolstói, Gorki escribió una trilogía autobiográfica. La primera parte, Infancia, es una historia vívida y colorida de la vida de un niño que crece en Nizhni Nóvgorod. El amor materno, las palizas del abuelo, la escuela de los golpes duros: Gorki experimentó todo esto y describe la vida provinciana rusa de una manera increíblemente atmosférica.

46. Leonid Andréiev. ‘Risa roja’ (1904)

El estilo de Andréyev es como una huella dactilar: único. Su neurótico mundo literario está superpoblado de pensamientos, palabras y metáforas. En La risa roja, escrita en plena guerra ruso-japonesa, Andréyev, uno de los escritores rusos con más talento de la Edad de Plata, aborda los horrores de la batalla. El narrador, un oficial de artillería, se encuentra en medio de las hostilidades. Le persigue una inquietante “risa roja”, una especie de metáfora asociada a la sangre que representa el sinsentido de la guerra. La guerra es a la vez “terrible hielo necrótico”, “aire rojo”, “muertos resucitados”, “risa roja” y, finalmente, auténtica locura asesina. Si hay un relato antimilitarista capaz de evocar una profunda repulsión física por la guerra, es sin duda La risa roja.

47. Leonid Andréiev. ‘Los siete ahorcados’ (1907)

La prosa de Andréyev estalla como un cóctel molotov de misticismo, religión, existencialismo y simbolismo. “No es la muerte lo que es terrible, sino su conocimiento; y sería imposible vivir si una persona supiera la hora exacta de su muerte”, escribió Andréiev en este relato sombrío y pesimista sobre revolucionarios condenados a la horca. Es un poderoso tratado sobre la vida y la muerte, en el que el estado interior del escritor coincide con los sentimientos de sus protagonistas condenados.

48. Andréi Biely. ‘Petersburgo ‘(1913)

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Akal, 2009

“Es ruso hasta la médula de su ser; en su interior se agita el caos ruso”, dijo el filósofo Nikolái Berdyaev sobre Andréi Biely, nombrando al escritor simbolista como heredero de las tradiciones de Gogol y Dostoievski. Borís Pasternak comparó a Biely con Marcel Proust, y llamó a James Joyce “discípulo de Andréi Biely”. Al igual que el Ulises, la Petersburgo modernista emplea técnicas de flujo de conciencia, aludiendo a la fundación de la ciudad por Pedro I (el Grande) en 1703; San Petersburgo se convierte en una unidad artística por derecho propio con el telón de fondo de la Revolución Rusa de 1905.

49. Yevgueni Zamiatin. ‘Nosotros’ (1920)

En su profética obra maestra distópica, Zamiatin describe ingeniosamente un estado totalitario construido sobre los principios del control total del individuo. La novela está ambientada en un futuro remoto, en una ciudad en la que todo está regido por la Tabla del Tiempo, que dicta las vidas, y los nombres de las personas.Como en un campo de concentración, son sustituidos por letras y números, como, por ejemplo, D-503 u O-90. Todos los ciudadanos del Estado Único deben cumplir un riguroso horario de día y de noche; incluso las relaciones amorosas están estrictamente reguladas.

A pesar de su aterrador realismo, el Nosotros de Zamiatin encuentra espacio para la ironía y la alegoría. “Caminamos: un cuerpo de un millón de cabezas; y en cada uno de nosotros reside esa humilde alegría con la que en toda probabilidad viven las moléculas, los átomos y los fagocitos”. La novela de Zamiatin moldeó el weltanschauung de al menos cuatro genios de la literatura (George Orwell, Kurt Vonnegut, Aldous Huxley, Vladímir Nabokov), a pesar de no haber sido publicada en Rusia en vida del autor. La distopía se publicó por primera vez en su totalidad en inglés en 1924.

50. Iván Bunin. ‘El amor de Mitia’ (1924)

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Editorial Pre-Textos, 2013

En su conmovedora historia de amor agónico, Bunin pinta un retrato psicológico de Dmitri, un joven con “ojos bizantinos” que está perdidamente enamorado de Katia, una estudiante de una escuela de teatro privada. El amor, como todo el mundo sabe, está a un paso (más exactamente, a un tiro) de los celos, sobre todo cuando no son correspondidos y no tienen esperanza. “No hay nada en la tierra ni en el cielo más terrible, más atractivo y más misterioso que el amor”, escribió Bunin. ¡Qué razón tenía!

51. Iván Bunin. ‘Alamedas oscuras’ (1944-1949)

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NAVONA, 2022

Iván Bunin, el consumado maestro de la prosa breve y maleable, fue el más audaz de todos los escritores rusos al describir el amor sensual. “Cada uno de nosotros tiene probablemente algún recuerdo amoroso especialmente querido o algún pecado amoroso especialmente grave”, escribió. Bunin elevó la pasión, la lujuria y el amor a un nivel totalmente nuevo en su célebre colección de relatos Alamedas oscuras, dedicada a los entresijos del amor, el cultivo de los sentimientos y el choque de opiniones opuestas.

52. Yuri Olesha. ‘Los tres gordinflones’ (1924)

Tras la publicación de Los tres gordinflones, el primer “cuento revolucionario” de la literatura soviética, Olesha se hizo famoso. Después de todo, había escrito una obra de dimensiones verdaderamente europeas: revolucionaria en su concepto, quijotesca en su espíritu, expresiva en su contenido. La novela se desarrolla en un país gobernado por una aristocracia codiciosa e insaciable, dirigida por los Los tres gordinflones. Un niño solitario llamado Tutti será su heredero. Al niño no se le permite jugar con sus compañeros; su única compañía en la vida es una muñeca llamada Suok. Pero no todo es malo. Un intrépido científico, el Doctor, trae la esperanza de un “futuro brillante” durante un levantamiento dirigido por Próspero el Armero y Tibul el Acróbata.

Más de una generación de niños y adultos se ha criado con Los tres gordinflones. Traducido a muchos idiomas, el libro tiene admiradores en todo el mundo.

53. Yuri Olesha. ‘Envidia’ (1927)

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Acantilado, 2009

Envidia marca la cima de la obra literaria de Yuri Olesha. “Estoy convencido de que he escrito un libro que vivirá durante siglos”, afirmaba modestamente (sic) el propio autor. El protagonista de la novela, Nikolái Kavalerov, es un intelectual, un soñador y un poeta, un extraño en la realidad soviética. El jefe de la planta local de procesamiento de carne, Andréi Babichev, es el polo opuesto. Kavalerov no tiene ninguna esperanza de emular al “salchichero” Babichev. La envidia es su suerte en la vida. Sueña con la adulación, como un convicto sueña con la libertad. “En nuestro país, los caminos de la gloria están bloqueados por barreras... Una persona con talento debe marchitarse o levantar la barrera y enfrentarse a la condena”. Kavalerov es el alter ego del propio Olesha, que nunca logró adaptarse a las realidades impuestas por los constructores del comunismo.

54. Isaac Babel. ‘Cuentos de Odessa’ (1924)

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Alianza Editorial, 1985

“Babel escribió sobre los judíos con un conocimiento enérgico, a veces despreciativo”, comentó John Updike. Los famosos Cuentos de Odessa de Babel sobre los “gallardos” gánsteres judíos y su insustituible líder Benia Krik inspiraron a toda una generación de escritores estadounidenses, como Bernard Malamud, Saul Bellow y Philip Roth, a embarcarse en sus propias búsquedas literarias en la misma línea criminal. Nacido en Odessa, Babel pasó la mayor parte de su tiempo entre el martillo y el yunque, tratando de permanecer en contacto con sus raíces judías y manteniendo al mismo tiempo una especie de statu quo. El humor permitía a Babel distanciarse de sus personajes, no confraternizar con ellos, y al mismo tiempo mantenerse en un plano de amistad.

55. Mijaíl Bulgákov. ‘Corazón de perro’ (1925)

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Galaxia Gutenberg

Escrita en 1925, esta novela no se publicó hasta 1987. Los censores soviéticos la prohibieron por razones ideológicas. En el centro de la obra, ambientada a mediados de los años 20, se encuentra el brillante cirujano profesor Preobrazhenski (cuyo nombre significa “transformación”), que emprende un experimento sin precedentes. Trasplanta una glándula pituitaria humana a un perro callejero, que ante sus ojos se convierte en una criatura humanoide, que adopta el absurdo nombre de Poligraf Poligrafovich Sharikov. Es primitivo y grosero en extremo, bebe, fuma y jura como un marinero.

Sharikov se instala inmediatamente en el apartamento de siete habitaciones del profesor en Moscú como nuevo propietario, una metáfora de la revolución y del despojo de la burguesía después de 1917. Aunque, desde el punto de vista científico, el experimento del profesor es un éxito fenomenal, Bulgákov, con un guiño a la Metamorfosis de Kafka y a Frankenstein de Mary Shelley, advierte contra tales “transformaciones”: mejor dejar que los perros duerman, literalmente.

56. Mijaíl Bulgákov. ‘La guardia blanca’ (1925)

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Debolsillo, 2014

Bulgákov nació en Kiev (entonces parte del Imperio ruso) en el seno de una familia numerosa. El cálido ambiente espiritual de su infancia se refleja en su magistral obra de teatro Los días de las turbinas, que reelaboró en la novela épica La guardia blanca.

La guardia blanca no sólo es una extraordinaria novela histórica escrita en la más fina tradición Tolstóiana, sino también una “saga rusa de los Forsyte”, sobre una familia de intelectuales rusos, y sus amigos y parientes, que se ven atrapados en la sangrienta guerra civil que llegó con fuerza tras la Revolución de Octubre.

57. Mijaíl Bulgákov. ‘El maestro y Margarita’ (1940)

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Alianza Editorial, 2009

La mejor novela de Bulgákov no vio la luz hasta 1966, tras el deshielo de Jruschov, 26 años después de la muerte del escritor. Se trata de un relato satírico y sobrenatural sobre la visita del diablo y su séquito demoníaco al Moscú de los años 30. En esta obra metafísica, el Satán de Bulgákov (llamado Woland, un antiguo nombre germánico para el diablo) es una figura ambivalente, “parte de esa fuerza que eternamente desea el mal y eternamente hace el bien”. Woland se opone al nuevo mal: burocrático, impersonal, soviético. La única salvación en la novela, como en la vida, pasa por el amor y la abnegación. Al estilo de Fausto, Margarita vende su alma y se convierte en bruja para salvar al Maestro, el hombre que ama. El libro es conocido por el aforismo: “Los manuscritos no se queman”.

58. Iliá Ilf y Evgueni Petrov. ‘Las doce sillas’ (1927)

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El Acantilado, 1999

El encantador pícaro Ostap Bender y su ingenuo compañero Kisa Voróbianinov parten en busca de los diamantes de Madame Petújova, que están escondidos en una de las doce sillas del juego de comedor de la familia que desapareció tras la revolución. En el camino cargado de aventuras, perfeccionan sus habilidades como maestros de la estafa. Esta novela de culto es una rica fuente de refranes y aforismos, que sumerge a más de una generación de lectores en el ambiente de la Rusia soviética de los años veinte. La obra no sólo es un tesoro de sátira y humor popular, sino también una burla hábilmente velada del poder y la ideología soviéticos.

59. Iliá Ilf y Evgueni Petrov. ‘El pequeño becerro de oro’ (1931)

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El Acantilado, 2002

El simpático estafador Ostap Bender sigue (por poco) vivo. En esta secuela de Las doce sillas, intenta hacerse millonario por las buenas o por las malas (sobre todo por las malas) y cumplir su sueño de la infancia de mudarse a Río de Janeiro. Todo lo que tiene que hacer es localizar al escurridizo millonario Alexander Koreiko y chantajearlo. ¿Qué podría salir mal?

60. Mijaíl Shólojov. ‘El Don apacible’ (1928-1940)

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Debolsillo, 2013

El escritor soviético Mijaíl Sholojov escribió ‘El Don apacible’ a la tierna edad de 22 años. En 1965 recibió el Premio Nobel de Literatura por esta novela en cuatro volúmenes, reconocida como una de las obras más significativas de la literatura rusa del siglo XX. Una arrolladora saga histórica sobre la vida de los cosacos del Don durante la Primera Guerra Mundial y la Guerra Civil rusa, está saturada de sudor y sangre, violencia y crueldad, sufrimiento y lujuria.

61. Andréi Platónov. ‘Chevengur’ (1928)

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Grupo Anaya Publicaciones Generales, 2009

El poeta Joseph Brodsky puso a Platónov a la altura de Proust, Kafka y Beckett. En esta y otras obras, Platónov satiriza con arte el utópico plan soviético de construcción de una sociedad socialista, exponiendo el sinsentido burocrático de la ideología soviética.

Chevengur (la única novela completa de Platónov) es una mirada entre bastidores a la vida soviética durante el periodo de la NEP (Nueva Política Económica). Chevengur es una ciudad utópica donde el comunismo se construye a un ritmo récord. El resultado es una catástrofe inminente, que Platónov, testigo de la colectivización estalinista, describe con ingenio diabólico y sangre fría.

La novela estaba programada para su publicación, pero fue prohibida por los censores en el último momento por razones ideológicas, afirmando que Platónov estaba “sacudiendo el barco” al poner en peligro la propia noción de construcción del socialismo. La novela no se publicó íntegramente hasta 1988.

62. Andréi Platónov. ‘La zanja’ (1930)

La zanja, una novela lúgubre e inquietante de proporciones kafkianas, cuenta los “beneficios” del comunismo en la URSS. Un grupo de personas, en algún lugar del desierto, está cavando los cimientos de un “hogar proletario común”, para que, un día, todos puedan vivir “felices para siempre” en la ciudad del futuro. Platónov describe el hambre y la muerte, y a trabajadores, campesinos y funcionarios despojados de toda bondad, concentrados día y noche en un proyecto de construcción interminable y sin sentido.

Escrita en 1929-30, La zanja es una sátira mordaz del estalinismo y la burocracia opresiva que destruye la esperanza y la fe en la humanidad. Adelantándose y haciéndose eco de 1984 de George Orwell, Platónov muestra la cara retorcida del colectivismo, carente de emociones y sentimientos humanos.

63. Nikolái Ostrovski. ‘Así se templó el acero’ (1934)

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Akal, 2015

Esta novela se convirtió en la obra de ficción más publicada en la URSS. En parte autobiográfica, traza la conformación del Estado soviético a través de la biografía del protagonista Pavel (Pavka) Korchagin. Hombre de raíces sencillas, Pavka destaca por su resistencia, diligencia y abnegación. Se alista en el Ejército Rojo y luego en la Cheka (policía secreta).

A través de su protagonista, Ostrovski describe todas las facetas de la vida en el joven Estado soviético, incluidas las más terribles y problemáticas. Sin embargo, por cuestiones ideológicas, el texto de la novela se modificó muchas veces, no siempre con el consentimiento del autor. Hasta finales de la década de 1980 no se publicó íntegramente el texto original de Ostrovski.

64. Vladímir Nabokov. ‘Invitado a una decapitación’ (1936)

Esta es la lista definitiva de las 100 obras maestras de la literatura rusa que deberías leer
Editorial Anagrama, 2021

La última novela de Nabokov, escrita en Alemania antes de trasladarse a Francia en 1937. Aunque la cruda realidad de la Alemania nazi se refleja en la premisa de la novela, Nabokov se opuso a su deconstrucción unilateral como panfleto político. El propio escritor la consideraba su mejor obra y su “único poema en prosa2. Se mire por donde se mire, Invitado a una decapitación es una novela sobre la tiranía de la trivialidad, y sobre cómo resistirse a ella a través del “antiguo arte innato de la escritura”.

65. Vladímir Nabokov. ‘La dádiva’ (1938)

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Editorial Anagrama, 1988

La última novela de Nabokov en ruso es un tour de force, considerada por muchos como la cumbre de su arte. Desde un punto de vista filosófico, es una metanovela, una especie de pastel de bodas literario, en el que cada capa está saturada de un profundo significado existencial. Como epígrafe de La dádiva, Nabokov tomó prestado un ejercicio aparentemente sencillo de un libro de texto de gramática rusa: "”Un roble es un árbol. Una rosa es una flor. Un ciervo es un animal. Un gorrión es un pájaro. Rusia es nuestra patria. La muerte es inevitable”. La vida, se nos dice en la novela intemporal de Nabokov, es un breve interludio entre el nacimiento y la muerte, que consiste en mil nimiedades contradictorias.

66. Vladímir Nabokov. ‘Lolita’ (1955)

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Editorial Anagrama, 2006

Nabokov escribió su novela más famosa en inglés y la tradujo él mismo al ruso doce años después. La historia, en la que el protagonista (Humbert Humbert) pierde su brújula moral y se enamora de una niña de 12 años llamada Lolita, rompió todos los cánones, convenciones y tabúes. Dicho esto, Lolita no es una novela sobre el pecado, sino una saga de obsesión, ansia irrefrenable y autoflagelación.

67. Mijaíl Zoshchenko. ‘Cuentos sobre Lelia y Minka’ (1937-1945)

Zoshchenko, que poseía un raro sentido del humor, equiparaba el trabajo del escritor con la producción de plomo blanco: ambos son tóxicos. Sus cuentos autobiográficos, escritos entre 1937 y 1945, son una piedra de toque de la generosidad de espíritu y la calidez de corazón de uno de los escritores más infravalorados del periodo soviético. Aunque la colección de cuentos de Lelia y Minka parece estar destinada principalmente a los niños, todo adulto encontrará en ellos mucha sabiduría y tristeza.

68. Mijaíl Zoshchenko. ‘Antes del amanecer’ (1943)

En su confesional y personalísimo Antes del amanecer, Zoshchenko actúa como su propio psicoanalista, diseccionando despiadadamente sus más íntimos miedos, traumas, ansiedades y fobias infantiles, incluyendo el miedo al agua, a la comida, a los truenos, a su propio cuerpo, a la pobreza, al sexo opuesto, etc., etc. Sus experiencias personales se describen con un realismo tan contundente que en 1943, tras la publicación de los primeros capítulos, la obra fue prohibida (se sabe que Stalin la detestó). La enciclopedia de los miedos de Zoshchenko no se publicó completa hasta 1973, en Estados Unidos.

69. Daniil Jarms. ‘La anciana’ (1939)

Durante su vida, Jarms no fue popular como escritor adulto (especialmente entre las autoridades soviéticas), y era conocido principalmente como autor de rimas infantiles. La mayor parte de su obra, que sólo era conocida por un pequeño círculo de conocedores de la literatura, no pudo publicarse en la URSS, porque Jarms fue uno de los fundadores de la tradición literaria rusa del absurdo y el surrealismo. Su relato ‘La anciana’ representa la cumbre de su artesanía en prosa, una de las obras más enigmáticas y ocultas de la literatura rusa, que se hace eco de la tradición europea del existencialismo a la Camus y Sartre.

70. Evguéni Schwartz ‘El dragón’ (1944)

Este dramaturgo escribió una de sus obras más impactantes durante la Segunda Guerra Mundial. Un cruel dragón aterroriza a los habitantes de un pequeño pueblo, que se ven obligados a aplacar constantemente al monstruo con sacrificios en forma de jóvenes ninfas. Finalmente, le llega el turno a Elsa, y los complacientes habitantes del pueblo ni siquiera intentan proteger a la pobre chica. ¿Por qué desafiar un sistema que ha estado en vigor durante los últimos 400 años? Y sin embargo, alguien no está de acuerdo con el resto del rebaño. Nacido con un sentido innato de la justicia, el intrépido Lancelot está decidido a matar al Dragón.

La obra de fantasía de Schwartz tiene un mensaje críptico para aquellos que sepan leer entre líneas: ¡luchar siempre contra los monstruos malvados! Aunque a primera vista parece un “cuento de hadas/horror para niños”, El Dragón es un descarado ataque a Stalin, al régimen soviético y al totalitarismo. La obra se representó por primera vez en 1943 y fue prohibida durante muchos años.

71. Valentín Kataev. ‘El hijo del regimiento’ (1944)

Valentín Kataev fue el primer escritor de la literatura soviética que contó la guerra a través de los ojos de un niño. Durante los años de la guerra, muchos niños huérfanos fueron adscritos a regimientos del Ejército Rojo, algunos de los cuales fueron conocidos como “hijos del regimiento”. Se conocen las historias de varios niños, pero no se sabe en cuál de ellos se basó Kataev para crear su héroe. En la historia, el niño Vania Solntsev, que ha perdido a sus padres durante la guerra, es descubierto por una partida de exploradores y no quiere volver a la retaguardia, prefiriendo quedarse con los soldados en el frente. Cuando le obligan a volver, huye. Al final, al niño se le permite quedarse e incluso participar en las misiones de combate.

72. Borís Pasternak. ‘Doctor Zhivago’ (1945-1955)

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Galaxia Gutenberg, 2016

La Primera Guerra Mundial fue una catástrofe para Rusia, enterrando los sueños de toda una generación. En su excepcional novela modernista, Doctor Zhivago, Pasternak pinta con grandes trazos no sólo la devastadora guerra, el poder destructivo de la revolución y el desvanecimiento de las esperanzas, sino también la resistencia del espíritu humano.

Doctor Zhivago, una historia de un amor insaciable más fuerte que la muerte, es quizás la novela rusa del siglo XX más conocida en Occidente. Pasternak trabajó durante diez años en el libro, por el que recibió (pero se vio obligado a rechazar) el Premio Nobel de Literatura en 1958.

73. Alexander Fadéiev ’La joven guardia’ (1946)

Esta es la lista definitiva de las 100 obras maestras de la literatura rusa que deberías leer
‎Tiempo de Cerezas, 2010

La primera edición de esta novela se publicó inmediatamente después de la guerra, en 1946. En ella se narran las hazañas de jóvenes activistas clandestinos que forman la organización secreta de partisanos “La Joven Guardia” en Krasnodon (actual Ucrania), que resiste a los nazis. Casi todos los miembros de la verdadera Joven Guardia fueron brutalmente torturados y ejecutados por los alemanes. Sobre ellos, basándose en testimonios oculares, escribió Fadéiev. Sin embargo, cuando el libro salió a la luz, fue duramente criticado por Stalin por supuestamente menospreciar el papel del Partido Comunista en la lucha antifascista. Fadéiev tuvo que reescribir la novela, y en 1951 se publicó una segunda edición revisada.

74. Alexander Solzhenitsyn. ‘El archipiélago Gulag’ (1958-68)

Esta es la lista definitiva de las 100 obras maestras de la literatura rusa que deberías leer
Tusquets Editores, 2015

El libro más conocido del mundo sobre los campos soviéticos tardó diez años en escribirse. Dividido en siete partes, Archipiélago describe la historia y la práctica del Gulag soviético (acrónimo ruso que significa “Dirección Principal de Campos”). El libro se basa en las experiencias personales del autor, que pasó unos ocho años en varios campos, y en los relatos de más de 250 reclusos con los que habló. Poco después de la publicación en París del primer volumen (diciembre de 1973), Solzhenitsyn fue expulsado de la URSS, y todas sus obras publicadas anteriormente fueron destruidas (al menos las que las autoridades pudieron encontrar).

75. Varlam Shalamov. ‘Relatos de Kolimá’ (1954-1973)

Relatos de Kolimá es sorprendentemente diferente de cualquier otra prosa de campos, principalmente del Archipiélago Gulag de Solzhenitsyn (los dos autores mantuvieron una ardiente correspondencia). Shalamov se centra en lo que puede ocurrirle al cuerpo y al alma del ser humano en los campos penales, cuyo objetivo es aplastar la individualidad y la personalidad, y a menudo destruir a la persona físicamente. Con su propia salud arruinada por 19 años en el Gulag, dejó sin embargo para la posteridad un relato brutal y terriblemente veraz de uno de los sistemas represivos más despiadados de la historia.

76. Vasili Grossman. ‘Vida y destino’ (1959)

“Todo el mundo se siente culpable ante una madre que ha perdido a su hijo en la guerra; a lo largo de la historia de la humanidad los hombres han tratado en vano de justificarse”, escribió el autor de Vida y destino, una arrolladora novela que se desarrolla con el telón de fondo de la titánica batalla de Stalingrado, entre septiembre de 1942 y febrero de 1943. Vida y destino es un relato implacablemente sombrío sobre las penurias de la guerra, sin ningún atisbo de luz al final del túnel.

77. Kir Bulychov. ‘Las aventuras de Alicia’ (1965-2003)

Esta serie de (¡más de 50!) libros, relatos y novelas del escritor de ciencia ficción Kir Bulychov (cuyo nombre real es Ígor Mozheiko) es conocida por todos los niños soviéticos no sólo por la letra impresa, sino por la popular miniserie de televisión soviética Huésped del futuro. La protagonista del ciclo, Alicia Selezneva, vive en un lejano mundo futuro diseñado según las leyes de lo que parece steampunk soviético. Reina el comunismo utópico: no hay autoridades, todo está gobernado por científicos con poderes sobrenaturales. En muchos sentidos es el mundo ideal, uno en el que son posibles los viajes interplanetarios y los viajes en el tiempo. Son estos tropos de ciencia ficción los que permiten a Alicia transportarse desde “su” 2084 al 1984 soviético.

78. Venedikt Eroféiev ‘Moscú Petushkí’ (1969)

Eroféiev tenía una de las mentes más brillantes de su generación: citaba a Kant y Leibniz y podía reconocer cualquier obra sinfónica de oído. Al mismo tiempo, era un marginado, expulsado de su instituto por ser librepensador y obligado a ganarse la vida con trabajos esporádicos. Mientras trabajaba en una obra en las afueras de Moscú, compuso el poema en prosa Moscú-Petushki (también conocido como Moscú hasta el final de la línea), que, a pesar de estar en prosa, es la respuesta de la literatura rusa a la Divina Comedia de Dante.

El protagonista del poema intenta viajar desde la estación de tren de Kursk, en Moscú, hasta su mujer y su hijo en la ciudad de Petushki, cerca de la capital. Con una botella de vodka en la mano (parte integrante de la realidad soviética de la época), recorre todos los círculos del infierno soviético (por desgracia, no hay paraíso, ni siquiera purgatorio, en esta obra cargada de pesadumbre). Último juglar ambulante de la literatura rusa, Eroféiev, entre risas y lágrimas, creó un terrible réquiem por la era soviética, un poema que sobrevivió y destruyó en gran medida a su creador: el escritor murió por los efectos del alcoholismo justo un año antes del colapso de la URSS.

79. Arcadi y Borís Strugatski. ‘Picnic extraterrestre’ (1972)

La más popular (publicada en 22 países) de las novelas de Strugatski es una distopía de ciencia ficción ambientada en el mundo anglosajón, en la ciudad ficticia de Harmont. Unos años antes de los acontecimientos del libro, una civilización o entidad extraterrestre visitó la Tierra, dejando tras de sí varias “Zonas”, áreas llenas de fenómenos inexplicables donde ocurren extraños sucesos. Como comenta uno de los personajes, se asemeja a una especie de picnic extraterrestre al borde de la carretera, tras el cual se dejaron fenómenos y objetos extraños esparcidos como botellas vacías y envoltorios de comida. A los terrícolas que se atreven a explorar las Zonas se les llama “acosadores” (stalker en inglés) (Picnic extraterreste fue la fuente literaria de la clásica película de Andréi Tarkovsky Stalker, de 1979). La retorcida trama del libro sigue a un acosador que se aventura en una de las Zonas en busca de ese deseo tan humano pero inaccesible: la felicidad.

80. Eduard Limónov. ‘Soy yo, Édichka’ (1976)

La primera y más famosa novela de Limónov causó sensación: escrita y publicada por primera vez en Nueva York, fue el primer libro en ruso que contenía una prosa explícita y gráfica a la manera de Charles Bukowski y otros escritores estadounidenses de la segunda mitad del siglo XX.

Limónov describe de forma desapasionada los detalles fisiológicos de actos sexuales heterosexuales y homosexuales y salpica el discurso de sus personajes con obscenidades. Pero más que eso, es una declaración autobiográfica sobre los sentimientos de un héroe lírico, un emigrante, un trozo de desecho humano arrojado por el imperio soviético y por el propio destino a los brazos de una vida nueva y desconocida.

Incluso en la Rusia postsoviética, la novela tuvo problemas para encontrar editor, ya que muchas imprentas se negaron a manejar el “obsceno” texto. Además de su contenido, la obra es un monumento lingüístico y de estilo de vida de esa época tan tensa para los emigrantes soviéticos.

81. Fazil Iskander. ‘Conejos y serpientes’ (1982)

Esta es la lista definitiva de las 100 obras maestras de la literatura rusa que deberías leer
Círculo de lectores, 1991

“Soy un escritor ruso, pero un cantante de Abjasi”, decía el Iskander nacido en Sujumi. Fue nominado al Premio Nobel por su opus magnum: Sandro de Chegem, una verdadera epopeya en celebración de Abjasia. Sin embargo, un mayor éxito entre los intelectuales soviéticos fue Conejos y serpientes, una parábola filosófica sobre la relación entre los estratos superiores e inferiores de la sociedad, ejemplificada por un país imaginario de conejos y boas (“el estado demagógico modelo”).

Muchas citas del libro se han convertido en proverbios rusos ("Donde se habla de victoria, se ha olvidado o se esconde la verdad"), y el nombre del autor se menciona a veces al mismo tiempo que el de grandes como Antón Chéjov, Lev Tolstói y George Orwell. También se le ha descrito como el "Gabriel García Márquez ruso".

82. Chingiz Aitmatov. ‘Andamio’ (1986)

Escritor soviético procedente de un pueblo kirguís, el bilingüe Aitmatov glorificaba dos culturas a la vez: escribía en ruso, pero sus palabras describía Kirguistán y Asia Central y sus epopeyas populares. La hermosa historia de amor Jamila, en la que una chica de un pueblo kirguís se enamora de un soldado herido mientras su marido está en el frente, le dio fama mundial. Pero su obra más conocida y más grande es Andamio, una fascinante historia sobre narcotraficantes, cazadores furtivos y el duro mundo del “Oriente salvaje” a finales del periodo soviético. La novela comienza y termina con la historia de dos cachorros de lobo huérfanos por cazadores furtivos que violan el “tabú del lobo” atacando a la gente. Es un libro sobre la humanidad y la naturaleza, la honestidad y la codicia y, por supuesto, el bien y el mal.

83. Serguéi Dovlátov. ‘La maleta’ (1986)

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Fulgencio Pimentel S.L, 2020

El héroe autobiográfico está a punto de emigrar de la Unión Soviética a los Estados Unidos. Sólo puede llevarse una pequeña y vieja maleta. Al abrirla unos años después, se sumerge en una “caja de recuerdos”. Cada objeto le recuerda una situación de su vida pasada, la soviética.

La maleta es una colección de relatos cortos, cada uno de los cuales lleva el título de uno de esos objetos: los “calcetines de crêpe finlandeses” comprados en el mercado negro bajo amenaza de arresto; el “cinturón de oficial” que le trae recuerdos del servicio en la guardia del campo...

Dovlatov, con su socarronería, se ríe a través de la sombra de la melancolía, a la vez nostálgica y consternada por la realidad soviética en la que había que vivir. Esta paleta de vívidas imágenes y episodios es un canto a la emigración rusa.

84. Victor Pelevin. ‘El dedo meñique de Buda’ (1996)

Esta es la lista definitiva de las 100 obras maestras de la literatura rusa que deberías leer
Mondadori, 2006

El poeta Piotr Pustota (cuyo apellido significa “vacío”) se encuentra en dos momentos temporalmente dislocados: en el frente de la Guerra Civil rusa de 1918-19, y en un hospital psiquiátrico de la Rusia de los años 90. La novela explora la percepción de Pustota del espacio y el tiempo. ¿Cuál de estos mundos es real y cuál es la fantasía de una mente enferma? ¿O quizás ambos son irreales?

En el momento de su publicación, los críticos describieron el libro como la primera novela “budista zen” de Rusia, mientras que el propio Pelevin la calificó como “la primera novela de la literatura mundial en la que la acción se desarrolla en el vacío total”. Es una de las primeras novelas de este escritor ruso más enigmático (Pelevin lleva 20 años sin aparecer en público, aunque publica un libro cada año, que sus fans esperan ansiosamente como una nueva revelación y profecía).

85. Borís Akunin. ‘La serie Fandorin’ (1998-2018)

Rusia a finales del siglo XIX y principios del XX. El joven Erast Fandorin se incorpora a la policía imperial, donde hace gala de unas extraordinarias facultades mentales, deductivas y atléticas: en parte Sherlock Holmes, en parte James Bond. A lo largo del ciclo de novelas, la adversidad y el infortunio personal lo convierten de un joven idealista ardiente en un aristócrata cínico y frío (que no puede resistirse a los encantos femeninos). Los acontecimientos históricos reales constituyen el telón de fondo de las escapadas de Fandorin, que lo llevan de Moscú a San Petersburgo, a Bulgaria y a la guerra ruso-turca, luego a Japón, y de vuelta. Allí, en el País del Sol Naciente, salva la vida de un joven yakuza, que se convierte en su fiel valedor y compañero. Juntos persiguen a los criminales y salvan el honor de la familia real rusa.

Borís Akunin es el seudónimo de Grigori Chjartishvili, que ha escrito varias obras con su nombre real, sobre todo una historia de Rusia en varios volúmenes. Pero sigue siendo más conocido como Borís Akunin. Sus novelas, elegantes, sutiles y suaves, han cautivado a lectores de todo el mundo, y varias de ellas han sido llevadas al cine. El autor afirma que las aventuras de su héroe han terminado. Sin embargo, el último libro se tituló burlonamente Esta no es la despedida, dejando a muchos fans en ascuas.

86. Alexéi Ivanov. ‘El oro de la rebelión’ (2005)

La Rusia del siglo XVIII se está recuperando del levantamiento de Pugachev (una serie de rebeliones populares que tuvieron lugar en el Imperio Ruso tras la llegada al poder de Catalina II en 1762). En los Urales, el joven Ostasha navega por un río en una gran barcaza cargada de hierro procedente de las fábricas locales. Su padre ha muerto misteriosamente, y él se propone averiguar el motivo e incluso levantar una rebelión contra las autoridades locales. Además, busca el tesoro escondido de Pugachev... “El verdadero ‘oro de la rebelión’ no es el tesoro de Pugachev, sino la respuesta a la pregunta: ¿cómo hacer lo imposible sin perder el alma?”, dice el autor.

La obra del escritor de los Urales Alexéi Ivanov es muy variada, y a los críticos a veces les cuesta precisar el género de sus novelas. Transporta al lector a todo tipo de lugares: a la antigua Rus, a la época de los Caballeros Teutónicos, a la Rusia de los años 90. Los paganos, las tribus antiguas, los nobles reales y los ladrones son descritos con tanta maestría como los gánsteres del pasado reciente e incluso los vampiros soviéticos... Todo el mundo encontrará algo de su agrado entre las novelas de Ivanov.

87. Dmitri Glujovski. ‘Metro 2033’ (2005)

El Moscú post-apocalíptico después de una guerra nuclear. La gente vive en las estaciones de metro y en los pasos subterráneos, porque es demasiado peligroso salir a la superficie. El metro ha sido dividido en esferas de influencia, estados dentro de un estado: los comunistas habitan una línea de metro, la anarquía reina en otra. El protagonista, Artiom, vive en una estación que es atacada por mutantes. Emprende una expedición para averiguar qué está pasando, cuando empiezan a ocurrir cosas aún más extrañas...

La novela, que se convirtió en un clásico de culto, generó todo un universo de fan fiction y videojuegos. El joven escritor Glujovski se convirtió en un ídolo de su generación y escribió dos secuelas, que también se convirtieron en superventas.

88. Ludmila Ulitskaya. ‘Daniel Stein, traductor’ (2006)

Un traductor polaco-judío oculta sus orígenes y ayuda a los judíos a escapar del gueto. Se esconde de los nazis en un monasterio y se bautiza en el catolicismo. Más tarde se traslada a Haifa (Israel), donde ejerce de sacerdote en una iglesia católica. Se muestra como un santo, ganando y gastando su propio dinero en el mantenimiento de la iglesia y dando cobijo a todos los que lo necesitan. Piensa más allá de la fe y la nacionalidad, y trata de tender puentes entre las religiones. El héroe se basa en la vida real de Oswald Rufeisen, a quien el autor conoció personalmente.

La novela, que se compone de cartas, entradas de diario y recortes de periódico, es contundente, llena de discursos directos. Además, es un importante discurso sobre la religión y la teología, que subraya la precedencia de la vida humana sobre el rigor del dogma.

89. Ludmila Ulitskaya. ‘La gran carpa verde’ (2011)

Este libro sobre el samizdat (literatura autopublicada) y la vida en la URSS de los años 60 y 70 presenta una amplia dispersión de personajes y destinos: algunos se ven obligados a delatar a sus amigos; otros son despedidos del trabajo y se convierten en desempleados; otros se ven obligados a repudiar a sus propios padres por no ajustarse a los ideales del Partido Comunista.

Ulitskaya muestra una impresionante muestra de la sociedad en una época en la que, tras un breve deshielo, la URSS volvía a descender al abismo del totalitarismo, y cualquier vida podía romperse con un chasquido de dedos del KGB.

90. Vladímir Sorokin. ‘El día del oprichnik’ (2006)

Esta es la lista definitiva de las 100 obras maestras de la literatura rusa que deberías leer
Alfaguara, 2011

Es el año 2028. La monarquía ha sido restaurada en Rusia, y el país está separado del mundo por el Muro. El ejército personal de oprichniki del zar, una clase privilegiada, comete atrocidades y purgas. Infunden miedo a los “boyardos” (nobles) y al pueblo llano, conducen coches caros y quedan impunes.

En el contexto histórico, los oprichniki eran la policía secreta y los guardaespaldas personales de Iván el Terrible. Devotos y despiadados, cumplían sin rechistar las órdenes del despótico gobernante. Se cree que el objetivo de esta despiadada sátira política son los todopoderosos siloviki (segurócratas) de la Rusia actual. Sin embargo, el autor rechaza esa interpretación unilateral. El inesperado final añade un elemento fantasmagórico a la historia.

91. Vladímir Sorokin. ‘Doctor Garin’ (2021)

Vladímir Sorokin es el rey de la prosa rusa de los bajos fondos. En los mundos que crea, la realidad cotidiana se entrelaza con las maravillas ocultas y tecnológicas del futuro. En la novela Doctor Garin, Sorokin presenta todo el universo de su obra en su forma más completa. El título del libro es una referencia directa a Doctor Zhivago (véase más arriba), y Doctor Garin tiene efectivamente mucho en común con la obra maestra de Pasternak, y no sólo. Viajando con el doctor cyborg por la Rusia del futuro lejano, dividida en principados como en la época medieval, el lector recorre diferentes estilos, épocas y géneros de la literatura rusa, en la que Sorokin es un consumado maestro.

92. Leonid Yuzefovich. ‘Grullas y enanos’ (2008)

La trama se centra en dos personajes: el historiador Shubin y el ex geólogo Zhojov. Los conocemos en 2004, pero recuerdan sus experiencias de principios de los 90, cuando Rusia estaba en ruinas. Zhojov trata de llegar a fin de mes como puede, y se mete en varios líos. Shubin escribe artículos sobre los impostores de la historia mundial, cuyo comportamiento refleja el de Zhojov. También ellos tratan de sacar provecho de cualquier situación en cualquier condición, sin hacer una reflexión innecesaria.

Yuzefovich, también historiador, maneja con habilidad el material histórico, por el que recibió el premio Big Book, el máximo galardón literario de Rusia. El título de la novela hace referencia a una antigua parábola de la mitología griega y de otros países sobre la lucha entre grullas y pigmeos. Basándose en ella, el autor recuerda que la historia es una lucha entre grullas y enanos, “que luchan entre sí a través de cosacos y polacos, venecianos y turcos, luteranos y católicos, judíos y cristianos”. Después de la batalla, la propia gente no puede explicar por qué y para qué luchaban.

93. Mariam Petrosjan. ‘La casa de los otros’ (2009)

Esta es la lista definitiva de las 100 obras maestras de la literatura rusa que deberías leer
Edhasa, 2015

Aquí tenemos el “Hogwarts soviético”: un internado para niños con discapacidad. Fundado hace 100 años, está lleno de secretos y misterios. Un recién llegado a la escuela, deambulando por los pasillos y corredores, descubre páginas oscuras y ensangrentadas de su historia. Resulta que la casa tiene un lado mágico, un mundo paralelo.

A pesar de su extensión, esta novela posmoderna de 700 páginas se lee de un tirón y se convirtió en un éxito de ventas más allá de las fronteras rusas. El periódico británico The Guardian comparó la atmósfera del libro con la obra de J.K. Rowling, Salman Rushdie y Donna Tartt.

94. Mijaíl Shishkin. ‘La luz y la oscuridad’ (2010)

Una novela epistolar en forma de correspondencia entre dos amantes. Aquí, sin embargo, el tiempo y el espacio no coinciden: él escribe desde una guerra lejana, la batalla de Pekín en 1900 durante la rebelión de los bóxers, mientras que ella le responde a lo largo del siglo XX. Y probablemente él ya no esté vivo. El autor insinúa que, en lo que respecta al amor, los años y la distancia no son una barrera.

La novela es, en efecto, un drama guionizado, y ya ha sido puesta en escena por varios teatros. Shishkin, que vive en Suiza, es muy conocido en Occidente, entre otras cosas por su anterior libro Pelo de doncella. La luz y la oscuridad ha sido traducida a varios idiomas.

95. Euguéni Vodolazkin. ‘Laurus’ (2012)

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Armaenia Editorial,2022

Rusia medieval. La amada del joven Arseni muere durante un parto difícil. Él cree que la culpa es suya, porque no estaban casados, así que decide dedicar su vida a rezar por la salvación de su alma. Arsenio toma un nuevo nombre (primero Ustinius, luego Laurus), peregrina a Jerusalén y finalmente se convierte en un monje ermitaño en el bosque, recibiendo y curando a los enfermos.

Vodolazkin fue el primer escritor moderno que adoptó el tema de los santos locos, que fueron figuras importantes en la historia medieval rusa. Este “pueblo de Dios” se salía con la suya actuando de forma extraña e incluso insolente con el zar. Al salir el libro, Vodolazkin, filólogo y medievalista ruso de formación, discípulo de Dmitri Lijachev, fue aclamado como el “Umberto Eco ruso”. Pero a pesar de la evidente influencia de este último, Laurus es totalmente original, repleto de un habla rusa antigua hábilmente estilizada y de profundas reflexiones sobre los valores morales.

96. Marina Stepnova. ‘Las mujeres de Lázaro’ (2012)

A Lázaro Lindt, un genio judío de las matemáticas, no le afectan la Revolución Rusa, la Guerra Civil Rusa, las purgas estalinistas e incluso la Segunda Guerra Mundial. El autor cuenta la historia del héroe a través del prisma de sus seres queridos. Primero fue Marusia, la esposa de su jefe, que era 20 años mayor que él y consideraba a Lázaro como su hijo. Luego fue su esposa Galina, 40 años menor que él, pero en la que Lindt traza claramente los rasgos de Marusia. Más tarde vemos cómo su genio se refleja de forma pintoresca en el carácter de su nieta, la bailarina Lidochka, a la que no llega a ver.

Esta apasionante saga familiar, que abarca todo el siglo XX, muestra con maestría cómo las vidas ordinarias se vieron afectadas por la agitación política del país, cómo la gente se adaptó a las nuevas condiciones de vida. Stepnova se considera la sucesora de la tradición de la gran novela rusa.

97. Zajar Prilepin. ‘El monasterio’ (2014)

El escenario es el campo de prisioneros de Solovki en los albores del Gulag soviético en la década de 1920. Todavía no se ha producido el Gran Terror; el campo está lleno de verdaderos criminales peligrosos. El protagonista, Artiom, hace todo lo posible para mejorar su posición en el campo, hasta un romance con una guardia... Y, por supuesto, reflexiona sobre las consecuencias de “comerciar con su conciencia”.

No se trata de una novela corriente sobre los horrores del Gulag, sino del relato en profundidad del calvario de una de los millones de personas que acabaron en los campos. Antes de esta obra monumental, Prilepin era conocido como autor de relatos biográficos y novelas sobre el servicio en la policía antidisturbios rusa y la guerra de Chechenia, sobre los porteros de discoteca, sobre los problemas cotidianos de los jóvenes de las ciudades de provincias. Para El monasterio, el escritor estudió cuidadosamente las fuentes documentales para pintar vívidas imágenes del moralmente ambiguo director del campo y de los reclusos, que llevan una paradójica existencia en sus celdas de la prisión del monasterio con sueños de libertad.

98. Guzel Yajina. ‘Zuleijá abre los ojos’ (2015)

Zuleijá, una mujer musulmana de un pueblo tártaro, vive bajo el yugo de su autoritario marido y su suegra. El dominio soviético recalifica todas sus vidas: los comunistas despojan a la familia, matan a su marido, le quitan su hogar y la destierran a Siberia. En un extraño giro de los acontecimientos, por primera vez en su vida, ella gana confianza en sí misma y un sentido de identidad.

El debut literario de la escritora kazaka Guzel Yajina se convirtió en un éxito de ventas y una sensación literaria. El libro se basa en las memorias de su abuela, que pasó años en el exilio en Siberia, y en las de otros tártaros desposeídos en los años veinte.

99. Alexéi Salnikov. ‘La fiebre de los Petrov’ (2016)

Es invierno, una agitada Nochevieja, fuera hay escarcha y nieve sucia. En la familia Petrov, el padre, la madre y el hijo se enferman de gripe y sufren alucinaciones debido a la fiebre alta y a los medicamentos con fechas de caducidad dudosas. Como resultado, se convierten en oscuros doppelgängers de sí mismos, que siguen con sus asuntos cotidianos, por inercia, como zombis.

La primera novela de Salnikov encantó a los lectores y a la crítica. En ella, el autor no sólo te sumerge en la fantasmagórica mente del enfermo de gripe, sino que crea nostálgicos recuerdos efímeros de la infancia soviética. Uno de los mejores directores rusos, Kiril Serebrennikov, convirtió el libro en una película, La gripe de Petrov, estrenada en 2021, que presenta una versión aún más hiperbólica de los hechos.

100. Dmitri Bikov. ‘Junio’ (2017)

La novela consta de tres partes, ambientadas en la URSS de los años 30. Los protagonistas son estudiantes y miembros del Komsomol (Juventud Comunista), judíos y literatos soñadores, que viven la vida lo mejor que pueden. Pero sobre todos ellos pende una amenaza común: la inevitabilidad de la guerra con la Alemania nazi.

Bikov pinta un cuadro atmosférico del periodo estalinista que sería casi entrañable si no fuera por el telón de fondo de las purgas y la guerra inminente. Sorprendentemente, hay muchos paralelismos entre esa época y la actual, que Bikov traza con delicadeza, sin establecer analogías directas. En la polifacética obra del autor, dicen los críticos, ésta es quizá su mejor novela.

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