Estos fueron 3 de los mejores amigos de Pedro el Grande

Estos fueron 3 de los mejores amigos de Pedro el Grande
Russia Beyond (Foto: Dominio público)
Por encima de todo, el zar los valoraba por su lealtad personal y su compromiso fanático con su idea de modernizar Rusia.

En el entorno del zar había muchas personas capaces y activas. Sin embargo, a estos tres era a los que más respetaba:

1. Patrick Gordon

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Patrick Gordon procedía de una noble familia escocesa y luchó en el ejército polaco y el sueco hasta que se encontró al servicio de Rusia en 1661. Como militar experimentado, Gordon asesoró al joven zar Pedro en cuestiones de fortificación y artillería, mantenimiento y armamento de las tropas.

Durante la lucha por el poder entre Pedro y su hermana, la zarina Sofía, en 1689, el escocés se puso del lado del primero, lo que le valió su plena confianza y entrar en el círculo de sus colaboradores más cercanos. El zar visitaba a menudo a Gordon, asistía a la boda de su hija y le pedía prestados libros para leer.

“Sus conversaciones equivalían a lectura de los periódicos para Pedro”, escribió el historiador ruso del siglo XIX Alexánder Brickner. “Al mantener correspondencia con muchas personas en distintas partes de Europa, Gordon estaba al tanto de lo que ocurría en Occidente... Sus relaciones no cambiaron en todo el tiempo transcurrido hasta la muerte de Gordon. Fueron de gran importancia en la vida del joven zar, aportándole grandes beneficios, ampliando su círculo de conocimientos, inspirándole nuevos pensamientos, ejercitándole en cuestiones de tecnología militar y desarrollando sus conceptos.” 

En noviembre de 1698, Gordon enfermó gravemente y sólo salía de la cama en contadas ocasiones. Cuando murió el 9 de diciembre del año siguiente, el rey cerró los ojos de Gordon con su propia mano.

2. Franz Lefort

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Hijo de un comerciante ginebrino, Franz Lefort compartía plenamente la creencia de Pedro I en la necesidad de una rápida europeización de Rusia y le ayudó activamente en este proceso. Estuvo en los orígenes de la flota rusa y del nuevo ejército, creados según el modelo europeo. Por voluntad del zar, Franz Yákovlevich recibió los grados de general y almirante.

El autócrata valoraba al ginebrino por su mente aguda, su sentido del humor y su talante alegre. “Lefort era un hombre divertido y amante del lujo o, por llamarlo de algún modo, libertino, francés. Daba constantemente cenas y bailes en su casa...”, recordaría el príncipe Borís Kurakin, socio y cuñado de Pedro I. Y el zar pagaba de buena gana estos eventos.

Franz Lefort murió repentinamente en 1699, con sólo 43 años, de fiebre tifoidea. “Sólo él me había sido fiel. ¿En quién puedo confiar ahora?”, dijo entonces Pedro, profundamente entristecido por la pérdida de su amigo.

3. Alexánder Ménshikov

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El futuro prominente estadista y comandante militar, el príncipe Alexánder Ménshikov, era un simple sirviente de Franz Lefort, cuando el zar se fijó en él y lo tomó como su ordenanza. El joven, vivaz y ágil, se ganó rápidamente la confianza del soberano y se convirtió en su “amigo de corazón”.

Muchos creían que Ménshikov se convertiría en una especie de bufón de la corte del zar, pero, gracias a sus muchos talentos naturales, hizo una brillante carrera política. Así, fue Alexánder Danílovich quien se convirtió en el primer gobernador general de San Petersburgo y, durante la Gran Guerra del Norte contra Suecia, demostró ser un comandante excepcional.

A pesar de todas sus habilidades, Ménshikov tenía predilección por la malversación de fondos, por lo que se metió en problemas en más de una ocasión. Pero el zar le salvó siempre.

"Cuando se trata de la vida o el honor de una persona, la justicia exige que se pesen en la balanza de la imparcialidad tanto sus delitos como los servicios que prestó a la patria y al Estado... y yo sigo necesitándole", dijo Pedro I, cuando se quejó de las maquinaciones del príncipe más luminoso.

Tras la muerte del zar en 1725, comenzó en Rusia un periodo de luchas por el poder conocido como la “Era de los golpes palaciegos”. Ménshikov permaneció en el Olimpo político durante dos años, tras los cuales fue depuesto, despojado de todos sus títulos y propiedades y exiliado a Siberia, donde murió poco después.

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