Cuando Rusia, en algunos mapas, era representada como un pulpo y no como un oso

En la iconografía política, Rusia suele aparecer encarnada en la figura de un oso: robusto, imponente y, a menudo, amenazante. Sin embargo, a finales del siglo XIX y principios del XX, hubo un momento en que este animal fue desplazado por otro mucho más escurridizo y simbólicamente inquietante: el pulpo.

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El nacimiento del pulpo ruso

La imagen del pulpo como metáfora política se popularizó en la década de 1870, cuando el británico Frederick W. Rose publicó su célebre Serio-Comic War Map en marzo de 1877. El contexto no podía ser más candente: dos meses antes, Rusia había atacado al Imperio otomano en represalia por la masacre de cristianos en Bulgaria.

En el mapa de Rose, Rusia no aparece como el típico oso zarista, sino como un enorme pulpo que extiende sus tentáculos por Eurasia. Persia y Polonia son estranguladas, Finlandia se encuentra atrapada, y Turquía lucha desesperadamente contra uno de los apéndices del monstruo. En Bulgaria, una calavera recuerda las atrocidades cometidas.

Rose, Fred. W. (Frederick W.), artist./Dominio público
Rose, Fred. W. (Frederick W.), artist./Dominio público

Esta imagen no era inocente. En el Reino Unido, la política estaba dividida: los liberales de William Gladstone, críticos con el Imperio otomano, tendían a disculpar a Rusia, mientras que los conservadores, profundamente rusófobos, defendían un pacto con los otomanos para frenar su expansión. El mapa de Rose reforzó la narrativa conservadora y ayudó a moldear la opinión pública en su contra.

El pulpo viaja a Asia

La metáfora visual no tardó en cruzar fronteras. Uno de los primeros en imitarla fue el japonés Kisaburō Ohara, quien en 1904 (en plena Guerra Ruso-Japonesa) publicó un mapa que mostraba los tentáculos rusos extendiéndose hacia Asia.

Ohara, Kisaburō/Dominio público
Ohara, Kisaburō/Dominio público

En esta representación, un tentáculo particularmente significativo se alarga hasta tocar Port Arthur, puerto estratégico y objetivo del ataque japonés de 1904 contra la flota rusa. El mensaje era claro: Rusia no solo era una amenaza para Europa, sino también para el equilibrio de poder en el Pacífico.

El objetivo propagandístico era evidente: persuadir a Gran Bretaña, entonces la potencia naval más importante del mundo, de mantenerse al margen del conflicto.

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