¿Por qué eran tan respetados los faroleros en la Rusia zarista?

SSPL / Getty Images
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A diferencia de otros oficios desaparecidos, está muy claro cuándo surgieron los faroleros y cómo desaparecieron.

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La primera iluminación callejera masiva comenzó a aparecer en San Petersburgo en el primer tercio del siglo XVIII. El 23 de noviembre de 1706, por orden de Pedro I, se colgaron faroles en las fachadas de casas de cuatro calles. En 1723 ya funcionaban 595 faroles en las calles de la capital, atendidos por 64 faroleros.

Pronto la iniciativa se extendió a Moscú. El 27 de noviembre de 1730, el Senado Gobernante adoptó un decreto “Sobre la producción de faroles de vidrio para la iluminación de Moscú en invierno”. En él se establecía que la iluminación debía instalarse “en Moscú, el Kremlin, Kitái-Gorod (Chinatown), los distritos Beli y Zemlianói, y en el Barrio Alemán, a lo largo de las calles principales durante las noches de invierno”.

Los primeros faroles funcionaban con aceite. Las tareas del farolero incluían llenarlos, limpiar los cristales de hollín y suciedad, reemplazar las mechas y encenderlos al anochecer.

Para realizar su labor, los faroleros necesitaban una escalera de mano, un palo, un farol portátil encendido, aceite de cáñamo para llenar los faroles, un recipiente medidor (para garantizar que la luz durase el tiempo requerido) y un juego de herramientas para reparaciones. Las lámparas de aceite brillaban débilmente y a menudo se apagaban antes de tiempo. Los habitantes bromeaban diciendo que los faroleros echaban el aceite en su propia papilla. Más tarde se les ocurrió añadir trementina al aceite, y desde mediados del siglo XVIII se popularizaron los faroles de queroseno.

Puerta a Rusia (Foto: Prisma/UIG/Getty Images, NEMPR Picture the Past/Heritage Images/Getty Images, Universal History Archive/Universal Images Group/Getty Images) / Getty Images
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Los faroles se encendían de agosto a abril. Como especifica Vladímir Guiliarovski en su libro “Moscú y los moscovitas”, en las noches de luna llena, para ahorrar, se conformaban con la luz natural. En verano, los faroleros reparaban los faroles y colaboraban con la policía y los bomberos, pues estaban inscritos como parte de ese departamento. A menudo se contrataba a soldados retirados. El salario no era alto, pero la población los respetaba porque realizaban una labor útil e importante.

El auge de la profesión llegó en el siglo XIX con la llegada de la iluminación a gas. Los primeros faroles de gas aparecieron en San Petersburgo y Moscú en el primer tercio del siglo XIX, y hacia mediados de siglo ya existían plantas de gas y redes en otras grandes ciudades.

El trabajo se volvió más difícil y peligroso: el farolero debía conocer la estructura de los quemadores y ser capaz de detectar fugas de gas. Ahora utilizaba una llave especial de gas en un palo largo, con la que abría la válvula y acercaba la llama. El horario era estricto: todas las lámparas debían encenderse rápidamente, y la policía lo supervisaba con rigor.

La invención de la electricidad puso fin a la profesión. Las primeras lámparas eléctricas aparecieron en Rusia en la segunda mitad del siglo XIX. Eran más brillantes, seguras y fáciles de usar. La labor del farolero se transformó: ya no hacía falta encender cada farol a diario, sino que se necesitaban electricistas para reparar, reemplazar lámparas fundidas y mantener las redes. Para la década de 1930, la profesión de farolero había desaparecido casi por completo en Rusia.

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