De ‘vanka’ a ‘cochero temerario’: la jerarquía de los cocheros en la Rusia imperial
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‘Vanka’
Mijaíl Zagoskin escribía en Moscú y los moscovitas: “¿Por qué todos los cocheros baratos, que aparecen en Moscú en invierno y desaparecen en verano, se llaman vankas? ¿Será porque el primer campesino que decidió abandonar su aldea en invierno y venir a Moscú a ganarse la vida como cochero se llamaba Iván?”
En efecto, los “vankas” eran los cocheros más baratos y, en su mayoría, campesinos temporeros: trabajaban en la ciudad en otoño, invierno y principios de primavera y, con el buen tiempo, regresaban al pueblo para sembrar, segar y trillar.
El “vanka” era el transporte de clase económica. El carruaje era casero; la guarnición, a ratos hecha con cuerdas; el caballito, flaco y campesino, más acostumbrado a arar y tirar de cargas que a serpentear por las calles. Por cierto, el “vanka” conocía mal la ciudad, sobre todo al comienzo de su carrera, por lo que a menudo sufría la ira del cliente o se quedaba sin cobrar.
Generalmente vestía un armiak sencillo (abrigo de paño) y en la cabeza un sombrero alto de piel de cordero. En la ciudad, este cochero ahorraba en todo: se alojaba en mesones de las afueras, comía lo que hubiera y no esperaba en la “bolsa” oficial (las paradas designadas por el ayuntamiento), sino donde pudiera captar pasajeros: junto a una taberna, el mercado o un cruce concurrido. Sus clientes solían ser cocineras, amas de llaves o dependientes. Un comerciante, un oficial o un médico podían perder estatus si se permitían ir en un “vanka”.
Pese a la vida dura y los contratiempos que acechaban al novato en la gran ciudad, muchas veces el “vanka” lograba ahorrar en una temporada 150–200 rublos, de los que pagaba el obrok (renta) al señor y llevaba regalos a la familia. Era un oficio rentable; por eso, al año siguiente podía llevar consigo a su hijo mayor como ayuda.
Golúbchik o ‘medio temerario’
Si al “vanka” le iba bien, en 3–5 años podía ascender en la jerarquía hasta golúbchik o “medio temerario”. Sus caballos ya eran más jóvenes y vivos; la guarnición, de mejor calidad; en invierno llevaba trineo (forrado por dentro con piel de oso) y en verano una proliótka más nueva.
El golúbchik tenía puesto fijo en la “bolsa” y pesebre estable para el caballo. Su aspecto también mejoraba: a menudo vestía armiak de cochero, ceñido con faja, y gorra de terciopelo. Llevaba a la clase media urbana y no se agotaba demasiado en el trabajo. Pasaba bastante tiempo en las tabernas ampliando su red de contactos para, con suerte, pasar a “temerario”.
‘Temerario’ (lijach)
Borís Kustódiev "Temerario". 1920
En lenguaje moderno: taxi de lujo. Primero, los “temerarios” tenían los caballos de raza más caros, bien cuidados y con guarniciones vistosas. Segundo, un carruaje elegante, a la última moda. Tercero, el propio cochero iba hecho un dandi: chaquetilla de terciopelo, sharovari (pantalones bombachos), gorro de castor y botas relucientes.
Y, lo principal: el “temerario” trabajaba “a llamada”. Diana Lóguinova, en su artículo El perfil profesional de los cocheros en Rusia en el siglo XIX y comienzos del XX, señala que “sus clientes eran personas acomodadas, que a veces los contrataban por un tiempo determinado, a cierta hora y lugar (junto a los mejores hoteles, tabernas, etc.), y muchachas ligeras de cascos (prostitutas). Eran ellas las que constituían la principal fuente de ingresos del lijach, pues pagaban por sí mismas y, a menudo, por un segundo pasajero. Así, su base de clientela era amplia: al conocer a muchos, podía proteger y mediar, y en ocasiones convertirse en prestamista o tratante”.
Este modo de trabajo proporcionaba al “temerario” un ingreso considerable, más las propinas, o, como también se decía, “para el vodka”.