El proceso Beilis: El caso judicial más célebre del Imperio ruso
El cuerpo de un niño de 13 años, Andréi Yushchinski, fue encontrado en una cueva a las afueras de Kiev el 20 de marzo de 1911, ocho días después de su desaparición. El niño había sido brutalmente asesinado. Su cuerpo presentaba 47 heridas punzantes y estaba casi totalmente desangrado. La horrible historia se difundió rápidamente y se convirtió en el principal tema de discusión en la ciudad.
Cuatro meses después, el 22 de julio, la policía detuvo a Menahem Mendel Beilis, judío que trabajaba como empleado en una fábrica de ladrillos.
Beilis no mató a Andréi Yushchinski. No había pruebas contundentes contra él y tenía una coartada sólida. Pero, ¿qué importancia tenía todo eso cuando las autoridades habían decidido, a pesar de todas las pruebas, que unos judíos habían matado a un chico inocente? Al final, pasaría dos años entre rejas a pesar de ser inocente.
Miedo y aversión en Kiev
El publicista Vladímir Bonch-Bruyevich, testigo del juicio, describió a Beilis en sus memorias: “¿Qué puedo decir de él, un típico judío de mediana edad cuyo rostro has visto tantas veces? Le has visto en la farmacia, o en la universidad, o entre los trabajadores...”. Por desgracia para Beilis, en la década de 1910 se produjo una oleada de paranoia antisemita cuando la extrema derecha intentaba hacerse con el control de la política.
“Los grupos de extrema derecha, utilizando la prensa y su influencia en el gobierno, promovieron con éxito la teoría de que todo había sido ‘'un asesinato ritual’ cometido por los judíos”, escribió el historiador Artem Nazarov en un artículo dedicado al juicio de Beilis. La extrema derecha trató de presentar el asesinato de Yushchinski como un ejemplo real de un viejo mito sobre cómo los judíos supuestamente asesinaban a niños cristianos y utilizaban su sangre en rituales religiosos (libelo de sangre).
Incluso el funeral de Andréi se convirtió en un foro para difundir bilis antisemita del tipo: “¡Camaradas ortodoxos! Fueron los judíos los que mataron al niño, así que cazadlos, golpeadlos, ¡no dejéis que derramen sangre ortodoxa!”.
La derecha tenía sus incentivos para promover la idea de que Beilis era culpable. Desde la revolución rusa de 1905, los grupos nacionalistas y ultramonárquicos (los llamados Cien Negros) luchaban contra todos los movimientos revolucionarios, algunos de los cuales incluían a judíos. “El caso Beilis era para ellos un pretexto conveniente para demostrar la culpabilidad de un judío (y, en su cara, de todos los judíos) y suprimir así la revolución”, explica Nazarov. “En cuanto al propio Beilis, incluso los que organizaron su juicio se mostraron escépticos sobre su implicación”.
Dos investigaciones
Desde el principio, el caso estuvo políticamente motivado y corrupto. Como señaló el historiador soviético Alexander Tager, la investigación estaba esencialmente controlada por Gueorgui Chaplinski, un fiscal de Kiev que era leal al notoriamente antisemita ministro de Justicia, Iván Shcheglovitov. Así, a pesar de las contradicciones entre los testigos del Estado y los numerosos expertos externos que rechazaron la “versión ritual”, ésta acabó siendo la narrativa definitoria del caso.
Las pruebas contra Beilis eran, en el mejor de los casos, débiles. Sólo unas pocas personas testificaron en su contra, afirmando que le habían visto agarrar al niño. Entre estos testigos se encontraban un mendigo medio ciego, un farolero que cambió varias veces de declaración y la hija del vecino de Yushchinski, Vera Cheberiak, que a su vez era sospechosa del crimen.
Esta mujer, cuyo hijo, Yevgueni, era amigo de Yushchinski, tenía amplios contactos en el mundo criminal. Como escribe Tager, “Yushchinski visitaba a su amiga a menudo y sin querer se enteró de cómo Cheberiak y sus conocidos discutían planes criminales”.
Tager sostiene que Vera Cheberiak, junto con sus cómplices, pudo haber matado al chico por miedo a que les denunciara a la policía. Tager no está solo en esta opinión. Numerosos especialistas, empezando por Nikolái Krasovski investigador independiente que fue despedido tras discrepar de la versión oficial del “ritual”, afirmaron que lo más probable es que los verdaderos asesinos fuesen criminales del círculo de Cheberiak.
Indignación pública
Sin embargo, las autoridades decidieron ignorar todas estas contradicciones y comenzar el juicio, casi dos años después de que comenzara la investigación. Aunque el ministro de Justicia comprendió que las pruebas eran débiles en el mejor de los casos, se coment” que dijo: "Si no lo juzgamos, todo el mundo dirá que los judíos me compraron a mí y a todo el gobierno”. De hecho, Beilis ni siquiera era religioso y tenía una coartada sólida: estaba trabajando en su fábrica, además en Shabat.
La opinión pública, junto con las dudosas pruebas, no estaba del lado de los fiscales. Bonch-Bruyevich recordó que “apenas pude encontrar en todo Kiev doscientas personas que creyeran los rumores [sobre asesinatos rituales judíos]”. Alrededor de doscientos intelectuales (escritores, artistas y académicos) firmaron una carta abierta en apoyo de Beilis y condenando la noción de libelo de sangre.
El final
Afortunadamente, al final prevaleció la justicia, si es que se puede decir eso cuando un hombre inocente pasa dos años entre rejas pero al final es absuelto. A pesar de los esfuerzos del fiscal, el jurado, compuesto principalmente por campesinos, absolvió a Menahem Mendel Beilis, que fue puesto en libertad el 28 de octubre de 1913. En respuesta, Bonch-Bruyevich escribió: “La extrema derecha está angustiada... y el resto de Kiev está animado y lleno de alegría”.
Después de todo este calvario, Menahem Beilis y su familia decidieron no quedarse mucho más tiempo en Rusia, emigrando primero a Palestina y luego a Estados Unidos, donde Beilis murió en 1934.
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