
El nativo del Imperio ruso que salvó a docenas de judíos de un tren rumbo a Auschwitz

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En agosto de 1942, los nazis comenzaron la deportación de judíos belgas a los campos de concentración en Europa del Este, principalmente a Auschwitz. Utilizaban convoyes especiales, que estaban fuertemente custodiados por la policía de seguridad. Los trenes partían desde la estación de Mechelen, ubicada entre Bruselas y Amberes. Allí había un campo de tránsito, conocido comúnmente como la ‘Casa de la Muerte’.

En abril de 1943, el 20.º convoy se preparaba para partir. Había 1.631 personas en los vagones, incluidos 262 niños. Tras uno de los intentos de fuga fallidos, los nazis aumentaron las medidas de seguridad. Usaron vagones de carga cerrados herméticamente, cuyas ventanas estaban rodeadas de alambre de púas.

Parecía que los prisioneros del 20.º convoy no tenían la más mínima oportunidad de escapar. No podían saber que, mientras tanto, tres jóvenes en bicicletas se dirigían a su ayuda a través del terreno accidentado. Armados con alicates, una linterna y una sola pistola, planeaban atacar el "tren de la muerte".
Descendiente de judíos moldavos en las filas de la Resistencia belga

El líder e inspirador ideológico de los temerarios era Yura 'Georges' Livchitz. Nació en 1917 en una familia de judíos de Besarabia (una zona histórica de Moldavia), que en ese momento vivía en Kiev (entonces parte del Imperio ruso). Cuando Yura tenía 11 años, sus padres se divorciaron y su madre llevó a los niños a Bélgica.
Yura quería ser médico militar, por lo que comenzó a estudiar medicina en la Universidad Libre de Bruselas. En junio de 1942, se aprobó una ley en Bélgica que prohibía a los judíos ejercer la medicina, pero el joven logró conseguir un empleo en el Hospital St. Pierre de la capital y luego en la empresa farmacéutica ‘Pharmacobel’.
A pesar de su relativa riqueza, Yura no podía quedarse tranquilo ante la exterminación de los judíos belgas. Así que se unió a los miembros de la Resistencia de la Universidad Libre de Bélgica, quienes habían formado el llamado ‘Grupo General de Sabotaje de Bélgica’ (‘Grupo G’).
Tres estudiantes contra el ‘tren de la muerte’
Los compañeros de Yura inicialmente rechazaron su idea de atacar el 20.º convoy, considerándola demasiado arriesgada. Solo dos amigos lo apoyaron: Jean Franklemon y Robert Maistriau. Juntos, comenzaron a implementar el plan.
El día del ataque, después de esconder sus bicicletas, los jóvenes se acercaron a las vías del tren, por donde ya corría el ‘tren de la muerte’, e instalaron una linterna en ellas. Luego, cubrieron la linterna con una servilleta de papel para que la luz se volviera roja y comenzaron a esperar.

¡Y su plan funcionó! Cuando el conductor vio la luz roja en las vías, detuvo el tren. Yura comenzó a caminar a lo largo del tren, disparando tiros desordenados al aire, tratando de crear la ilusión de un ataque masivo. Para entonces, sus amigos ya estaban cortando apresuradamente el alambre de púas del primer vagón con los alicates.
Para cuando los guardias del tren se dieron cuenta del truco con la linterna, los amigos habían liberado a 17 personas. Sin embargo, el tren continuó su marcha. A pesar de ello, Jean y Robert lograron entregar las herramientas a otros prisioneros para que pudieran intentar liberarse. Arriesgando su propia vida, el conductor redujo al máximo la velocidad para dar a los prisioneros la oportunidad de saltar.

Más de 233 judíos lograron escapar antes de que el 20.º convoy llegara a la frontera belga. 25 de ellos fueron fusilados en el acto, mientras que 92 fueron recapturados. Sin embargo, gracias a la hazaña de esos tres valientes, 118 judíos lograron evitar la deportación.
Sacrificio de vida por la libertad de otros

Yura Livchitz pagó con su propia vida por el ataque al 20.º convoy. Al principio, logró esconderse en casa de los padres de su novia, pero, finalmente, la Gestapo rastreó su rastro.

Yura intentó escapar del arresto, planeando refugiarse en el Reino Unido, pero fue capturado nuevamente y enviado al Fuerte Breendonk, un campo de concentración cerca de Amberes, Bélgica. El 17 de febrero de 1944, los nazis lo ejecutaron junto con otros luchadores de la Resistencia belga. En su última carta a su madre, escribió: "Considera que morí en la línea del frente."
En cuanto a Jean Franklemon y Robert Maistriau, sus compañeros belgas, también pasaron por el horror de los campos de concentración, pero lograron sobrevivir y terminaron sus vidas como hombres libres en Bélgica.

El acto del valiente trío fue el único ataque registrado al ‘tren de la muerte’.