¿A quién consideraban los escritores clásicos rusos como principal grafómano?

Dominio público
Dominio público
Muchos dirán que Tolstói, Dostoievski o Turguénev dejaron un impresionante legado literario. Sin embargo, Piotr Dmítrievich Boborikin (1836-1921) los superó con creces en términos de “productividad”.

Además de Telegram, Puerta a Rusia difunde contenidos en su página de VKontakte. ¡Únete a nosotros!

Su colega, el escritor satírico Mijaíl Saltikov-Shchedrín, incluso inventó un verbo para describir tal exceso literario: “naboborikal”. El educado Iván Turguénev fue más reservado en sus críticas y llamó a esta cualidad “fertilidad acelerada”.

Hoy en día, pocas personas recuerdan el nombre de Boborikin; se le considera un escritor de segunda fila, pero durante su vida no solo fue inusualmente prolífico, sino también bastante popular e influyente. Además, poseía una educación amplia y completa.

Estudió en la Facultad de Derecho de la Universidad Imperial de Kazán y trabajó en un laboratorio de química bajo la supervisión de Alexánder Butlerov. Durante sus años de estudiante, tradujo el manual de química de Lehmann, se interesó por la química, estudió en la Universidad de Dorpat, donde asistió durante cinco años a cursos en la Facultad de Medicina y elaboró un manual de química fisiológica.

Dominaba las principales lenguas europeas, viajó por toda Europa y se le consideraba una de las personas más cultas de la segunda mitad del siglo XIX.

A los 27 años, se convirtió en editor y editor propietario de la entonces popular revista Biblioteca para la Lectura, y también publicó en otras grandes publicaciones. Escribió novelas, relatos, cuentos y obras de teatro, además de dedicarse al estudio de la historia de la literatura rusa y europea occidental. Según los investigadores, el legado creativo completo de Boborikin podría ocupar más de 70 volúmenes. Y no se trata de ediciones o versiones distintas, sino únicamente de obras terminadas.

Sus obras más famosas son las novelas El sacrificio vespertino, Los hombres de negocios, Kitái-Górod, el cuento Se volvió listo y la comedia Gentuza. También se le atribuye haber introducido el concepto de “intelligentsia” en el uso popular.

<