
Así eran los primeros cazas de reacción de Lávochkin

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Todo comenzó en 1945, con una orden clara: desarrollar un caza a reacción capaz de alcanzar velocidades impensables hasta entonces. En la carrera también estaban Mikoyán y Yákovlev, con los que Lávochkin competiría ferozmente. Su primer intento, el La-150, fue un pequeño paso en esa nueva era: monoplaza, con alas altas y un turborreactor derivado del alemán Jumo 004. Era innovador, sí, pero también estaba plagado de defectos: lento, con poca autonomía, estrecho, y con vibraciones que harían palidecer al más valiente.

Aun así, la oficina de diseño no se rindió. Se construyó una pequeña serie mejorada, el La-150M, también llamado La-13, que intentaba corregir los errores del modelo original. ¿El resultado? Un avión más pesado y, tristemente, sin el rendimiento esperado. No fue aceptado en servicio.

Pero Lávochkin no se detuvo. Pronto aparecieron nuevos prototipos: el La-152, el La-154 y el La-156. Estos aviones mostraban un enfoque distinto: fuselajes más anchos, motores mejor colocados, y diseños que buscaban superar las limitaciones del pasado. Uno de ellos, el La-154, prometía maravillas… hasta que el motor que debía impulsarlo nunca estuvo listo.
Para suplir la falta de potencia, Lávochkin se lanzó a experimentar con postcombustión, una tecnología emergente en ese momento. Así nació el La-156, que voló más rápido, sí, pero a costa de un consumo de combustible insostenible. Aunque los resultados no fueron espectaculares, cada prueba aportaba un aprendizaje valioso.

Entonces llegó un punto de inflexión: el La-160. Este fue el primer jet soviético con alas en flecha, un salto audaz hacia el futuro. También fue pionero en equipar un asiento eyectable y en romper la barrera de los 1.000 km/h en picado. Su desempeño, sin embargo, seguía lastrado por una potencia insuficiente y una autonomía escasa. Aun así, el La-160 fue crucial como banco de pruebas, y su legado influyó directamente en los diseños venideros.

El proyecto más ambicioso de Lávochkin en esta etapa fue el La-168. Inspirado en parte por un diseño alemán que nunca llegó a volar (el Focke-Wulf TA-183), el La-168 adoptaba alas en flecha, una turbina trasera y un diseño que anticipaba el aspecto de los cazas soviéticos que dominarían los años 50. El avión era prometedor, potente, y estuvo muy cerca de convertirse en el nuevo caza estándar de la URSS.

Sin embargo, en esta carrera desenfrenada, cada segundo contaba. El MiG-15, su competidor directo, voló unos meses antes. Y aunque las prestaciones eran similares, los militares soviéticos no quisieron esperar. El MiG-15 fue el elegido, y con cerca de 18.000 unidades fabricadas, se convirtió en leyenda.

Lávochkin, por su parte, quedó a las puertas de la gloria. Su apuesta por desarrollar dos modelos simultáneamente (el La-168 y su versión más ligera, el La-174D) dividió recursos y energías. Tal vez, con una estrategia distinta, la historia del combate aéreo en la Guerra Fría habría sido muy diferente.