¿Por qué la URSS abandonó su propio transbordador espacial si era mejor que el de Estados Unidos?
Hace 30 años, el 15 de noviembre de 1988, la primera nave espacial reutilizable soviética Burán hizo su debut. Fue llevada al espacio por el cohete portador Energía, completó dos órbitas alrededor de la Tierra, y luego aterrizó de nuevo en su lugar de lanzamiento.
El vuelo se realizó en modo totalmente automático, sin una sola persona a bordo, el primero en la historia llevado a cabo por una nave espacial orbital.
A pesar de su éxito, este primer vuelo de la nave espacial fue también el último. El prometedor “transbordador soviético”, el último grandioso proyecto de la URSS, fue abandonado.
Una nueva era de naves espaciales reutilizables
En la década de 1970, los ingenieros espaciales estadounidenses decidieron que la época de los vuelos espaciales desechables había llegado a su fin. Ahora era el momento de diseñar una nueva estirpe de naves espaciales de tipo reutilizable, capaces no sólo de ir al espacio, sino también de regresar a él con éxito. Así nació el programa de transbordadores espaciales de Estados Unidos.
Los estadounidenses creían que con las naves reutilizables se podían realizar vuelos espaciales con mucha más frecuencia y a un coste mucho menor. La historia demostró que estaban completamente equivocados. Cada vuelo del transbordador costaba 1.500 millones de dólares, lo que finalmente hizo que el proyecto se abandonase en 2011.
Pero en los años 70 y 80, el transbordador era visto como un nuevo avance en la exploración espacial. Bastante escépticos al principio, los soviéticos pronto comenzaron a diseñar su propia nave espacial reutilizable, llamada Burán.
La dirección soviética asignó a sus ingenieros la tarea de “hacer una nave al estilo americano”, ya que estos habían recorrido un largo camino a base del método de prueba y error.
Siete años después del lanzamiento del primer transbordador americano Columbia en 1981, el Burán soviético realizó su primer y legendario vuelo.
¿Copia de la lanzadera?
El Burán se parecía a la lanzadera estadounidense, pero el parecido era lo único que tenían en común. Diseñada varios años después que su homóloga norteamericana, la nave espacial soviética tenía en cuenta los errores de su predecesora y, de hecho, era más avanzada.
El Burán podría estar en órbita el doble de tiempo que el transbordador, 30 días en lugar de 15-17. Era capaz de llevar 30 toneladas de carga, contra las 24 de la nave espacial americana.
Además, el tamaño de la tripulación también cambiaba: mientras diez cosmonautas soviéticos podían meterse dentro del Burán, solo siete astronautas podían viajar a bordo de su homóloga estadounidense.
Sin embargo, la principal diferencia era que el Burán soviético, a diferencia del transbordador, era capaz de volar y aterrizar en modo automático, lo que quedó perfectamente demostrado durante su único vuelo.
Un costo excesivo
Aunque el transbordador Burán supuso un verdadero avance técnico, resultaba demasiado caro para la Unión Soviética, que había estado gastando cantidades colosales de dinero durante más de una docena de años.
En total, el proyecto Energía-Burán costó más de 16 mil millones de rublos. Este dinero podría haber sido utilizado para construir una enorme megalópolis desde cero.
Al final, se calculó que el coste del vuelo de un Burán era demasiado alto. Era mucho más barato utilizar los cohetes portadores Protón y Soyuz, ambos desechables.
La idea de convertir el Burán en un bombardero espacial también fue abandonada debido a la relajación de las tensas relaciones entre la Unión Soviética y Estados Unidos a finales de la década de 1980.
“La nave espacial reutilizable resultó no ser tan reutilizable. Después del vuelo estaba lleno de grietas, y los motores necesitaban una revisión”, recuerda Stanislav Aksiónov, participante del proyecto.
El último gran proyecto soviético se congeló en 1990 y se cerró oficialmente en la Rusia postsoviética en 1993. Se construyeron cinco vehículos Burán, pero sólo se conservaron dos, que hoy se encuentran en Rusia y Kazajistán.
En cuanto al único que llegó al espacio, paradójicamente sobrevivió al vuelo espacial, pero murió en la Tierra. El 12 de mayo de 2002, fue enterrado bajo el techo aplastado de un hangar, en el puerto espacial de Baikonur.
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