Gracias a este tratado de paz, Rusia se convirtió en una gran potencia

Gracias a este tratado de paz, Rusia se convirtió en una gran potencia Pedro I recibe la capitulación de los suecos.
Alexéi Kívshenko

El 10 de septiembre de 1721 Suecia y Rusia firmaron la Paz de Nystad, que puso fin a la Guerra del Norte. Para la primera significó la pérdida del estatus de gran potencia, para la segunda, por el contrario, entrar en el círculo de los estados más fuertes del mundo.

En esta larga y sangrienta guerra, el poderoso reino sueco se enfrentó a una coalición formada por Rusia, Dinamarca, la Mancomunidad polaco-lituana y Sajonia. Los aliados pretendían privar a Estocolmo de sus posesiones en el Báltico y el norte de Alemania. 

Sin embargo, el joven rey sueco Carlos XII demostró ser un hueso duro de roer. Uno tras otro aplastó a los ejércitos de los aliados, obligándoles a retirarse de la guerra.

Sólo Rusia soportó todas las penurias del conflicto desde el primer día hasta el último. Pedro I movilizó todos los recursos del Estado, creó una flota y un ejército cualitativamente nuevos.

En 1703 los rusos ocuparon casi toda la Ingermanlandia sueca, donde fundaron la futura capital del estado: San Petersburgo. En 1708 derrotaron a los suecos en Lesnaya, y al año siguiente doblegaron al ejército de Carlos XII en Poltava.

“Así terminó nuestra época feliz», escribió el soldado sueco Joachim Lüth.

Gracias a este tratado de paz, Rusia se convirtió en una gran potencia La batalla de Poltava.
Museo Histórico de la Batalla de Poltava

Tras perder todo el Báltico y parte de Finlandia, Estocolmo acudió a las negociaciones de paz. El reino sueco entregó a Rusia “en perfecta posesión incondicional perpetua” Ingermanlandia, Livonia (centro y norte de Letonia), Estlandia (Estonia), así como la parte sureste de Finlandia. Los rusos tuvieron que pagar a los suecos una compensación monetaria por esto último. Devolvieron a Estocolmo el resto de las tierras finlandesas capturadas.

El 2 de noviembre de 1721, en la iglesia de la Santísima Trinidad de San Petersburgo, Pedro I aceptó el título de “Padre de la Patria, Pedro el Grande, Emperador de todas las Rusias”. Rusia fue proclamada oficialmente un imperio, aunque en Europa se le había llamado así desde la victoria en Poltava.

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