3 libros de los clásicos rusos inspirados en la vida real
‘Anna Karénina’ de Lev Tolstói
Evidentemente, algunos personajes de la literatura rusa se suicidaron antes de Anna Karénina, aunque eligieron otras formas de despedirse de la vida.
“Al propio Tolstoi no se le habría ocurrido una escena así. Era demasiado radical para la época”, opina el escritor y crítico literario Pável Basinski. ¿Cómo se le ocurrió esta idea? La encontró en la vida real.
A Tolstói le llamó la atención un incidente que ocurrió no lejos de su finca Yásnaia Poliana. Una mujer soltera de 32 años, una tal Anna Pirogova, decidió arrojarse a las vías del tren para vengarse del vecino de Tolstói, el terrateniente A.N. Bíbikov, en cuya casa trabajaba de ama de llaves. Tuvieron una aventura, pero el terrateniente le propuso matrimonio a otra mujer.
‘Los hermanos Karamázov’ de Fiódor Dostoievski
En las novelas de Dostoievski, los asesinatos son bastante frecuentes. Y la trama de Los hermanos Karamázov es como la de una novela detectivesca.
Cumpliendo trabajos forzados en Siberia, el escritor se enteró de un sensacional caso criminal. Un hombre real (Dmitri Ilinski) fue acusado injustamente de parricidio y encarcelado.
Al escritor le impresionó mucho el hecho de que aquel hombre sufriera por un crimen que no había cometido. Dostoievski llegó a encontrarse con el “criminal”. Y la novela está basada en su historia: el protagonista Dmitri Karamázov recibió su nombre, así como rasgos físicos similares, carácter apasionado y su nobleza interior.
‘El brazalete de granates’ de Alexánder Kuprín
Una princesa recibe un brazalete de granates como regalo de un admirador anónimo. Durante muchos años, el misterioso desconocido le ha estado enviando cartas de amor. A la dama casada sólo le molestan estas confesiones. Pide a su marido y a su hermano que se encarguen del molesto admirador y le devuelvan el brazalete.
Resulta que el enamorado es un funcionario de poca monta, un hombre mediocre y de escasa fortuna. Al parecer, se ha gastado todos sus ahorros en el caro brazalete. Promete no volver a acercarse a la princesa, sólo le escribe una carta de despedida, donde dice que sólo vivía de este amor y que ella era su única alegría.
Un admirador molesto, un brazalete de granates y una conversación seria con él... Todo esto ocurrió en la vida real a la hermana de un amigo de Kuprín.
Sin embargo, el escritor le dio un toque más dramático al final de esta historia: su infeliz protagonista se suicida. Y la princesa llora leyendo su carta de despedida. En realidad, nada de esto ocurrió.
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