Esto es lo que había ruso de verdad en la película de culto ‘El cazador’
El cazador (1978), dirigida por Michael Cimino, ha ganado muchos premios y títulos. Es uno de los éxitos emblemáticos del “Nuevo Hollywood”, nombre dado a un periodo concreto de la historia de la industria cinematográfica estadounidense (que abarca desde finales de los 60 hasta principios de los 80) en el que los directores se impusieron brevemente a los productores y las películas que llevaban el sello personal de un director eran buenas en taquilla.
También fue una de las primeras películas sobre la guerra de Vietnam: Cimino desmintió con éxito la idea preconcebida de que una película sobre un tema así no podía interesar a un público amplio. Los espectadores acudieron en masa al cine y ni siquiera se inmutaron por las tres horas de duración de la película. Por sus papeles en El cazador, el actor de culto Christopher Walken recibió su único Oscar (mejor actor de reparto) y Meryl Streep su primera nominación al premio de la Academia.
Ruleta rusa
¿Cómo surgió el tema ruso en la película? En el guión original, titulado El hombre que vino a jugar, no aparecían ni rusos ni vietnamitas. Se trataba de estadounidenses jugando a la “ruleta rusa” en Las Vegas. Fue al director Michael Cimino, contratado para el proyecto y uno de los guionistas de la versión final del guión, a quien se le ocurrió el nuevo giro. La “ruleta rusa” se convirtió en una metáfora de la aventura militar en Vietnam, mientras que la nacionalidad de los protagonistas quedaba claramente sugerida por el propio juego mortal.
El cazador es también una película sobre el crisol de razas de la sociedad estadounidense. Descendientes de inmigrantes del Imperio Ruso, educados en los valores estadounidenses, van a luchar contra los comunistas en Vietnam. Para reforzar este punto de vista, el director dedica el primer tercio de la película a ofrecer un retrato detallado de las vidas de la unida diáspora rusa en Pensilvania; por eso su interpretación de la canción God Bless America en el final suena tan conmovedora.
Hay que reconocer que Cimino tuvo que inventar en gran medida la vida cotidiana y las costumbres de esta diáspora. Tanto el director como los actores principales dedicaron sólo una semana a sumergirse en las circunstancias de la vida de los héroes de su futura película: viajaron en coche a lugares recónditos e incluso se “colaron” en una boda rusa real. Pero este viaje no tuvo lugar hasta el final del periodo de preparativos, cuando el guion ya llevaba tiempo escrito.
Cimino era italoamericano y, por supuesto, podría haber retratado de forma mucho más realista a la comunidad italoamericana. Sin embargo, Francis Ford Coppola ya había rodado dos partes de El Padrino. Esta saga de gángsters había establecido un nuevo punto de referencia en el retrato de los italoamericanos. Además, El cazador tiene ciertas similitudes dramáticas con la primera película de El Padrino, que también trataba el tema del crisol de razas americano en el contexto de la guerra (la Segunda Guerra Mundial en este último caso) y en cuya trama desempeñan un papel muy importante los acontecimientos y ceremonias familiares. En particular, tanto Cimino como Coppola empezaban sus películas con largas secuencias de bodas. Por último, el director eligió a Robert De Niro para el papel del cazador de ciervos Michael Vronski, que también interpretó al padrino, Vito Corleone, de joven en El Padrino Parte II.
Al adoptar un tema ruso, Cimino pudo distanciarse lo más posible de la otra película de éxito y evitar comparaciones no deseadas.
Los invitados a la boda cantan ‘Katiusha’
El eclecticismo reina en toda la película. Por ejemplo, los nombres de los protagonistas. El personaje de Robert De Niro debe claramente su apellido a Lev Tolstói y a la novela Ana Karenina, pero el nombre es más polaco que ruso. El apellido ucraniano-bielorruso del personaje de Christopher Walken -Nika (Nikanor) Chebotarévich- se pronuncia, claramente por error, con “V” y se escribe Chevotárevich. Stanley (el último papel del actor John Cazale) es conocido por sus amigos como Stosh a la manera polaca. Los personajes hablan una mezcla de lenguas eslavas y utilizan un brindis “ruso” tradicional de Hollywood: “¡Na zdrovie!”. La boda de los Pushkov -Steven (John Savage)- se rodó en la catedral ortodoxa rusa de San Teodosio y en el Salón Lemko de Cleveland, donde había una comunidad de inmigrantes carpato-rusos. Se contrató a miembros de la comunidad como extras.
Otra rareza es la elección de la música. Por ejemplo, los invitados a la boda bailan un Kazachok tradicional con el acompañamiento de una banda sonora no muy obvia: la balada de salón Troika, del compositor de la época zarista Piotr Bulajov. Y, hacia el final de la velada, todos empiezan a cantar a coro “Katiusha”.
Se trata de una canción popular soviética que los emigrantes de la época difícilmente se sabrían de memoria (la película está ambientada a finales de la década de 1960, es decir, los protagonistas llegaron a Estados Unidos antes o inmediatamente después de la Revolución de Octubre o éstos son sus hijos). Fue una elección rocambolesca, aunque bastante apropiada para la trama. La Katiusha de la canción anhela a su amado, que, en algún lugar “en una frontera lejana... protege su tierra natal”. Lo mismo ocurre en este caso, ya que el banquete de bodas es también una despedida: el novio y dos de sus amigos se embarcarán hacia Vietnam unos días más tarde.
También es revelador que de todos los actores que interpretan papeles importantes en la historia, sólo hay dos que podrían describirse como emigrantes del antiguo Imperio Ruso, y no tienen papeles clave. Se trata de Rutania Alda (la esposa de Steven), que en realidad es letona, y del actor Gueorgui Dzundza (un amigo de los protagonistas), que en la vida real es hijo de padres Ostarbeiter: un padre ucraniano y una madre polaca, que fueron deportados a la fuerza a Alemania para trabajar en fábricas durante la Segunda Guerra Mundial.
Para ser justos, cabe señalar que parte del eclecticismo de la película es perfectamente realista. Por ejemplo, se nos muestra una ceremonia de boda ortodoxa, pero todo el mundo, incluido el cura, habla inglés; y se atan latas de conserva al coche de los recién casados, una costumbre muy americana. En general, está claro que Cimino no buscaba la exactitud histórica: intentaba transmitir una parábola más que un drama, y como resultado sacrificaba regularmente la verosimilitud por la verdad artística. Y no sólo en las escenas rusas.
El estreno de El cazador en el Festival de Berlín acabó en polémica: la delegación soviética abandonó la sala de proyección en señal de protesta. Sin embargo, no estaban en absoluto indignados por el falso retrato de la diáspora rusa, sino, más bien, por la demonización que la película hacía de los comunistas vietnamitas.
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