Alexánder Pushkin y su amor por España
Del céfiro nocturno
Del céfiro nocturno
éter fluye.
Bulle,
huye
el Guadalquivir.
Salió la luna dorada,
¡silen…! ¡chis!… guitarra al son.
La española enamorada
se ha asomado a su balcón.
Del céfiro nocturno
éter fluye.
Bulle,
huye
el Guadalquivir.
¡Quítate, ángel, la mantilla!
¡Cual claro día muéstrate!
¡Por la férrea barandilla
enseña el divino pie!
Del céfiro nocturno
éter fluye.
Bulle,
huye
el Guadalquivir.
Alexánder Pushkin, 1824. Traducción de Eduardo Alonso Duengo.
En 1824, Pushkin escribió Del céfiro nocturno, poema que inspiró a compositores como Mijaíl Glinka, Antón Rubinstéin o Alexánder Glazunov. La realidad es que Alexánder Pushkin nunca visitó España, pero supo evocar como nadie el espíritu español. ¿Cómo pudo el padre de las letras rusas representar así de fielmente la esencia de un exótico país en el que nunca estuvo? Podemos dividir sus principales fuentes en cuatro: el príncipe Nikolái Yusúpov, la influencia del escritor Washington Irving, la literatura española del Siglo de Oro y la cobertura periodística rusa de la guerra de la Independencia Española.
Nikolái Yusúpov fue un noble y coleccionista de arte, perteneciente a la Casa de Yusúpov, integrada por los descendientes de los gobernantes de la Horda de Nogái. Ejerció como senador, diplomático y director del Hermitage, entre otras ocupaciones. Pionero en viajar a Europa occidental y políglota, Yusúpov llegó a España en 1776, en un viaje del que no se tiene registro literario salvo por los escritos de Pushkin.
Años antes, en 1772, el príncipe había viajado por Francia, recomendado por la emperatriz Catalina II, quien tenía estrecha relación con los ilustrados. Conoció a Voltaire, Beaumarchais y Diderot, entre otras figuras históricas, mientras iba adquiriendo obras de artistas de la talla de Jacques-Louis David o Rembrandt.
Pushkin visitó a Yusúpov en el año 1827, en su casa de campo cerca de Moscú. Allí, el poeta escuchó las aventuras del noble viajero. Entre las pintorescas historias, Yusúpov le enseñó un álbum encuadernado en marroquín rojo que tenía como nombre Autógrafos de los amigos de Yusúpov, que contenía un autógrafo de Pedro Franco Dávila, naturalista y fundador del Real Gabinete de Historia Natural de España. Otra de las principales fuentes para el escritor ruso en su acercamiento a España fue su contemporáneo Washington Irving. La Leyenda del astrólogo árabe, que formaba parte de Cuentos de la Alhambra, inspiró a Pushkin a la hora de escribir El cuento del gallito de oro en el año 1834. A su vez, Washington Irving se basó en una historia que escuchó durante su estancia en España, donde vivió durante varios años, para escribir el relato.
Amor por la literatura española
Gran apasionado de la literatura española, Pushkin reunía una gran cantidad de obras de autores españoles. Llegó a traducir al francés un pequeño fragmento de la novela La gitanilla, de Miguel de Cervantes. Además, atesoraba en su biblioteca personal la edición original española de 1816 de Novelas ejemplares. En su ímpetu por crear una relevante literatura nacional, Pushkin se cruzó en su camino con la literatura española del Siglo de Oro, y quedó fascinado por figuras como las de Don Quijote y Don Juan.
Don Quijote inspiró personajes pushkinianos como El pobre caballero o Griniov en La hija del capitán, definido por el propio Pushkin como el Don Quijote de Bélgorod. Por otra parte, la obra de Tirso de Molina y el personaje de Don Juan sirvieron como inspiración para su drama El convidado de piedra.
Pushkin también poseía diccionarios y textos sobre lengua española, y mantenía estrecho contacto con Serguéi Sobolevski, uno de los hispanófilos más relevantes de la época, que en un dilatado viaje por la geografía española conoció a numerosos eruditos del país, como el escritor romántico Agustín Durán.
Por último, una gran inspiración para Pushkin en la elaboración de su imaginario español fueron los acontecimientos de 1812, en el marco de la guerra de la Independencia Española. Los periódicos rusos ofrecían extensas crónicas de los acontecimientos que sucedían en España y llegaban a oídos de la intelectualidad rusa, a la que pertenecía Pushkin, quien admiraba la valentía del pueblo español frente al invasor francés.
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