¿Cómo es la vida en una ciudad rusa donde uno de cada ocho habitantes es artista?
El casco antiguo de Pálej es famoso en todo el mundo gracias a su tradición de miniaturas de laca y a su singular pintura de iconos. Atrae a artistas de todo el país, que acuden allí para quedarse.
“Un día, iba por la calle y un transeúnte me preguntó a qué me dedicaba”, recuerda Valentina Andriashkina. “Le dije que era artista. Parecía sorprendido: ‘Eres la primera persona que conozco aquí que me dice que es artista’. Bueno, pues aquí todo el mundo es artista, de hecho”.
La ciudad de Pálej, en la región de Ivánovo, es un ejemplo perfecto de la Rusia provinciana tal y como la imaginan los extranjeros: casas de troncos centenarias con platabandas talladas, gatos dormidos tumbados en sus ventanas, babushkas montando en bicicleta y viejas iglesias ortodoxas por doquier. Aquí no hay puestos de comida callejera ni las fachadas están arruinadas por basura publicitaria; en cambio, en cada calle hay carteles que dicen “taller” o “museo”.
La ocupación más popular en Pálej es la de artista. En el asentamiento, de 4.600 habitantes, más de 600 residentes se ganan la vida como artistas.
De los iconos a las cajitas y viceversa
En el siglo XVII, Pálej era conocida como un centro de pintura de iconos con un estilo único, que se distinguía por la precisión casi increíble de cada detalle. Incluso los iconos de oración en miniatura podían representar varias tramas, no sólo con paisajes pintados con precisión quirúrgica, sino también con emociones perceptibles en los rostros de los personajes. En los primeros años del gobierno soviético, cuando la iglesia fue perseguida y los artistas ya no podían dedicarse a la pintura de iconos, los artesanos locales aplicaron su estilo distintivo al arte secular, preservando así los secretos de su antigua tradición artística.
Las primeras miniaturas laicas fueron creadas por el artista Iván Gólikov, que procedía de varias generaciones de pintores de iconos de Pálej. En la década de 1920, creó las primeras cajas de laca pintadas al estilo pálej y las donó a un museo local. Pronto, un círculo de artistas afines, antiguos pintores de iconos, se formó a su alrededor y creó un Artel de Pintura Antigua.
Las obras de los artistas de Pálej fueron premiadas en exposiciones en Venecia, París, Milán, Berlín y Viena, y la propia ciudad se convirtió en un centro de artesanía popular y más tarde se añadió a la ruta turística más famosa de Rusia, el Anillo de Oro.
Desde 1926 funciona allí una escuela de arte que acepta aspirantes de todo el país, que vienen a estudiar y acaban quedándose en Pálej de por vida. “Mi sueño era pintar sólo en el estilo pálej y cuando vi el museo aquí con mis propios ojos y no por fotografías, eso me hizo decidirme”, dice Yelena Novikova-Schanitsina, que se trasladó aquí desde Ujta en 1991. “Cuando me presenté a la escuela de arte, había una fuerte competencia por las plazas y había pasado varios años preparándome para ello”. Yelena dice que crear objetos íntimos en miniatura (cajas, broches) a hace sentir como una joyera.
Cada artista se especializa en un tema distinto: uno es muy bueno pintando troikas rusas, el punto fuerte de otro es la representación de cuentos de hadas o paisajes. Incluso hay miniaturistas cuyo tema especializado es la exploración espacial.
Una caja lacada es un artículo caro (los precios empiezan en 6.000-7.000 rublos, unos 90 dólares), pero el artista gana poco dinero con ella. Cada una de ellas tarda al menos una semana en hacerse, pero a menudo más bien un mes, en completarse. Por eso, los jóvenes licenciados que quieren ganar dinero rápido montan brigadas y viajan por todo el país y más allá para pintar iglesias. “Nadie produce lo mismo, cada brigada tiene su propio estilo, aunque se podría pensar que la pintura canónica no implica expresión propia”, dice Valentina. Ella misma prefiere trabajar con miniaturas de laca tradicionales, pintando cajas por encargo. Mientras que su marido, Román, después de 10 años de experiencia en la pintura pálej, se pasó a la restauración de pintura de iglesias. Su taller se encuentra en Moscú, de donde proceden la mayoría de los encargos, por lo que vive a caballo entre las dos localidades.
“Después de muchos años trabajando sólo con miniaturas, Pálej tuvo que volver a aprender a pintar iconos. Nos pilló esa época cuando nos graduamos en la universidad, a mediados de los 90, y los iconos volvían a resurgir. Eso llevó a la creación de talleres de carpintería y a la aparición de escultores de madera”, recuerdan Román y Valentina.
Marina Galkina, miembro de la asociación de arte Constelación Redis y comisaria de exposiciones en el centro de arte Talletes, llegó a Pálej desde Obninsk, cerca de Moscú, y su marido desde Sizran. El centro de arte de Pálej acoge una exposición de sus cuadros con composiciones alfabéticas y animalistas, aunque ella, como la mayoría de los artistas de aquí, también se dedica a la pintura de iconos. La pareja tiene su propio taller en Pálej. “Quería estudiar en el Instituto Surikov de Moscú (uno de los principales institutos de arte de Rusia), pero mi madre leyó sobre Pálej en alguna revista y decidió que sería mejor para mí estudiar aquí", dice Marina.
Como dicen los propios artistas, Pálej es un territorio de creatividad que une a una gran variedad de personas. Aunque aquí no hay becas ni incentivos para los artistas, muchos se quedan a vivir aquí. “Probablemente sea por el ambiente”, dice Marina. “Aquí siempre ha vivido un gran número de artistas, pero nadie ha copiado nunca el estilo de otro, sino que cada uno ha intentado encontrar el suyo propio en el marco de un estilo común”.
Una ciudad monótona
Los artistas de pálej Anatoli Vlezko y Yuri Fedorov crearon su taller de producción de iconostasios en 1996. Al principio, sólo empleaban a seis personas, mientras que ahora cuentan con una plantilla de más de 150 y contratan a otros artesanos para trabajar en encargos específicos. El taller, que se llama “Pálej Iconostasis”, recibe pedidos no sólo de Rusia, sino también del extranjero, últimamente de Gran Bretaña y Alemania.
La realización de un iconostasio puede llevar desde un par de semanas hasta cinco o seis años (!). Por término medio, siempre que se acuerde rápidamente el diseño, se puede hacer un icono en un año. Los precios comienzan en 150.000 rublos (unos 2.000 dólares) por metro cuadrado. Todo se hace tanto a mano como con máquinas especiales.
El trabajo de pintar los iconos y los elementos dorados de los iconostasios suele ser realizado por mujeres jóvenes, ya que requiere un trabajo muy delicado. “Aquí tenemos división del trabajo, cada uno hace lo que sabe hacer”, dice una de las artesanas. “Por ejemplo, yo pinto las letras doradas de los iconos”.
Al igual que Román, Anatoli trabajó al principio con miniaturas de laca, pero luego vio el potencial de trabajar en la decoración de iglesias. Dice que, incluso durante los años de crisis económica, no tenía intención de abandonar Pálej. “Hay una gran concentración de artistas en Pálej: todo el mundo ve lo que hacen los demás y todas las obras se hacen públicas inmediatamente”, dice. “Creo que el desarrollo sólo puede estar aquí, éste es el centro artístico del mundo”. De ser cierto, su hija, que ya trabaja con él, está en el lugar adecuado.
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