
K-222: El submarino más rápido del mundo

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El nacimiento de un coloso de titanio
A finales de los años 50, la Marina Soviética buscaba superar los límites del diseño naval. Insatisfechos con la clase Echo, cuyos misiles debían lanzarse desde la superficie, en 1958 el gobierno autorizó un proyecto radical: un submarino veloz, profundo, silencioso y con misiles que pudieran ser disparados bajo el agua. Así nació el Proyecto 661 Anchar, conocido por la OTAN como clase Papa.
La estrella de este proyecto fue el K-222, el primer y único submarino de su clase, y el primero en el mundo con casco completamente de titanio. Este metal no solo ofrecía resistencia y ligereza, sino también inmunidad al magnetismo, dificultando su detección por minas o aviones enemigos. Pero trabajar con titanio era un desafío monumental: caro, frágil ante errores y exigente en su manipulación. Los soviéticos, decididos, aprendieron a soldar en atmósferas de argón y construyeron salas limpias en sus astilleros. A la nave se la conocía informalmente como la Carpa Dorada… por su descomunal coste.
Una bestia submarina

El K-222 fue comisionado en 1969 con una sola misión: destruir portaviones estadounidenses. Para ello, estaba equipado con 10 misiles de crucero P-70 Ametist, capaces de portar ojivas convencionales o nucleares, además de cuatro tubos lanzatorpedos. Pero su característica más impresionante era su velocidad bajo el agua: en pruebas alcanzó los 44,7 nudos (82,8 km/h), un récord jamás superado por ningún submarino tripulado.
Sin embargo, esta potencia tenía un precio: el ruido. A altas velocidades, el K-222 era tan ruidoso que podía ser detectado fácilmente. Un testigo de sus pruebas lo comparó con “el rugido de un reactor a reacción” o “el motor de una locomotora diésel”.
Éxito técnico, fracaso estratégico
Aunque era una maravilla tecnológica, el K-222 adolecía de múltiples problemas: difícil de construir, carísimo de mantener y demasiado ruidoso para el sigilo que requiere la guerra submarina. Por ello, jamás se construyeron más unidades de su clase. En su lugar, la experiencia adquirida permitió desarrollar nuevos modelos más equilibrados, como las clases Alfa y Sierra, también con cascos de titanio.
El K-222 sirvió en la Flota del Norte soviética y realizó misiones de patrullaje, incluida una operación en la que siguió a un grupo de combate estadounidense liderado por el USS Saratoga. Sin embargo, sufrió numerosos problemas técnicos: grietas en el casco, fallos estructurales y, en 1980, un accidente nuclear durante una recarga de combustible. Mientras la tripulación estaba almorzando en tierra, un fallo provocó la fuga de vapor radiactivo. Afortunadamente, la situación se contuvo, pero el incidente dejó secuelas.

Tras su última misión en 1981, el K-222 fue retirado en 1988. La pérdida de las herramientas necesarias para manipular su combustible nuclear impidió su desmantelamiento seguro durante décadas. Con el paso del tiempo, aparecieron grietas en su casco y los tanques de lastre comenzaron a inundarse. Finalmente, en 2010, el K-222 fue desguazado en Severodvinsk… con los reactores y el combustible aún a bordo.

Aunque nunca fue un éxito operativo, el K-222 dejó una profunda huella en la ingeniería naval. Su desarrollo permitió a la URSS dominar la tecnología del titanio y sirvió como campo de pruebas para avances futuros. Ruidoso, costoso y problemático, sí… pero también pionero, audaz y veloz como ningún otro. El K-222 fue, y sigue siendo, el submarino más rápido de la historia.