¿Por qué eran ‘mágicas’ las bodas campesinas en Rusia?

Galería Tretiakov Mijaíl Shibánov. La celebración del contrato nupcial. 1777.
Galería Tretiakov
Los meses de octubre y noviembre eran los preferidos para las bodas. El trabajo en el campo había terminado, la cosecha se había recogido y la gente podía concentrarse en organizar matrimonios. La fiesta de la Intercesión de la Virgen (14 de octubre) era considerada uno de los días más propicios, ya que marcaba el fin del otoño y el comienzo del invierno.

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Las bodas campesinas rusas no eran solo una celebración, sino un verdadero rito mágico cuyo propósito era proteger a los recién casados, asegurar el nacimiento de hijos sanos y garantizar la prosperidad de la nueva familia. Algunas de estas tradiciones, aunque simplificadas, han sobrevivido hasta nuestros días.

Cortejo y compromiso

Colección privada Nikolái Feshin. Una boda Cheremis. 1908.
Colección privada

Todo comenzaba con el cortejo. Era el inicio de un juego de varios días en el que era vital hacer todo “según las reglas”; de lo contrario, se pensaba que la familia atraería la desgracia.

Una vez que la familia del novio había elegido a la novia, enviaba a los casamenteros a su casa. Podían ser parientes del novio, su padrino o un vecino respetado, diestro en el arte de la palabra elegante. Las visitas solían hacerse al atardecer y el viaje hacia la casa de la novia debía ser largo y en silencio. En la vivienda, los casamenteros se expresaban con extrema cortesía, refiriéndose a los futuros esposos con metáforas como “mercancía de calidad” o “dos pedazos de masa”.

Si el encuentro tenía éxito, la familia de la novia visitaba la casa del novio para evaluar su hogar. A veces, los padres del novio pedían prestados utensilios, grano o ganado para aparentar prosperidad. Luego se negociaba la dote. Si todo se acordaba, el compromiso tenía lugar en casa de la novia, donde se preparaba un banquete, se encendían velas y se rezaba. Los casamenteros chocaban las manos o pasteles como señal de acuerdo, y desde ese momento la novia se consideraba prometida.

Tras el compromiso, muchas novias eran “veladas” con un pañuelo o manto. Comenzaban a llorar su vida de doncella y se recluían preparando su ajuar, rara vez mostrando el rostro fuera de casa.

Despedidas de soltera y soltero

Fine Art Images/Heritage Images / Getty Images Alexéi Korzujin. La despedida de soltera, 1889. Museo Ruso
Fine Art Images/Heritage Images / Getty Images

Antes de la fiesta de despedida, se encendía la bania (baño de vapor). A la novia se le trenzaba el cabello con agujas y espinas entrelazadas, lo que hacía difícil deshacer la trenza. Luego, cubierta con un pañuelo contra el mal de ojo, era llevada al baño mientras se marcaba el camino con ramas adornadas con cintas.

Museo Regional de Bellas Artes de Tiumén. N. P. Bogdánov-Belski. «La ceremonia nupcial», 1904.
Museo Regional de Bellas Artes de Tiumén.

Tres o cuatro amigas se bañaban con ella, mientras los muchachos cantaban bromas desde fuera. Después, la novia era vestida con un traje rico y presentada al novio, quien podía tirar de su trenza o pisarle el pie en señal simbólica. Ella recibía regalos y despedía a sus invitadas deshaciendo su trenza por última vez.

El novio también celebraba su noche con amigos, quienes le ofrecían bendiciones, cantos y bromas antes de unirse a la reunión de la novia.

La boda

Galería Tretiakov Vasili Maksímov. La llegada del hechicero a una boda campesina, 1875.
Galería Tretiakov

Era el día más importante. Por la mañana, los familiares y vecinos del novio se reunían con carros decorados. El padrino, con un látigo, pan e ícono, lideraba la procesión hacia la casa de la novia. En el camino se levantaban “barricadas” simbólicas que requerían pagar rescate o superar pruebas.

Mientras tanto, en casa de la novia se escuchaban lamentos y canciones. Las amigas la ayudaban a vestirse, soltar su cabello y cubrirla con un gran pañuelo. Cuando llegaba el cortejo del novio, los familiares cerraban las puertas y el padrino debía llamar e incluso fingir derribarlas. A veces se le hacían acertijos que debía resolver antes de entrar.

Finalmente, tras el “rescate” y las bendiciones, los novios eran sentados sobre un abrigo de piel vuelto del revés —símbolo de riqueza y fertilidad— y recibían la bendición de los padres de la novia. Luego partían hacia la iglesia en medio de nuevas pruebas y juegos.

El banquete

Dominio público I.M. Lvov. Celebración de una boda. Postal publicada en 1912 en Moscú.
Dominio público

Después de la ceremonia, la novia pasaba de ser doncella a esposa. Su cabello era trenzado en dos y cubierto con un povoinik (tocado de mujer casada). Los recién casados viajaban en el mismo carruaje hasta la casa del novio, cruzando puertas de paja en llamas para alejar el mal.

Allí eran recibidos con pan e íconos. Se les bendecía sobre una piel o alfombra y se les rociaba con avena y lúpulo, símbolos de fertilidad. Bebían leche, miel y arándanos, y comían del mismo pan, usando la misma cuchara y copa. La novia ya no debía llorar; se cantaban canciones alegres y se hacían bromas.

Por la noche, los recién casados eran llevados a su habitación. La novia quitaba las botas del novio y encontraba dinero dentro, símbolo de prosperidad. Tras un breve descanso, ambos eran llamados a tomar té junto a los invitados.

Ritos posteriores

A la mañana siguiente, los invitados despertaban a los novios rompiendo vasijas frente a su puerta (símbolo de la pérdida de la virginidad) y haciendo ruido con cubos. Luego tomaban té y esparcían basura y plumas en la casa, que la nueva esposa debía barrer. Su suegra le entregaba una escoba “oficial” tras una breve parodia.

Después, la joven debía ir a buscar agua. Todo el pueblo acudía a observarla y la molestaban vaciando cubos o salpicando. Ella “rescataba el manantial” arrojando monedas al agua, mientras los invitados repartían pasteles.

El día terminaba con canciones y paseos en carros decorados. Tras visitar a otros familiares, la boda se consideraba finalizada y la nueva esposa volvía a sus labores cotidianas. Así fue hasta principios del siglo XX.

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