¡Toda Inglaterra admiraba a este cosaco ruso!

Puerta a Rusia (Foto: seamartini/Getty Images, Dominio público)
Puerta a Rusia (Foto: seamartini/Getty Images, Dominio público)
El objeto de adoración de la sociedad británica fue el atamán del Ejército Cosaco del Don, Matvéi Plátov. En el verano de 1814, visitó la ‘nebulosa Albión’ (Inglaterra) junto con el zar Alejandro I.

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Los ingleses ya habían oído hablar del papel que los cosacos desempeñaron en la destrucción de la “Grande Armée” de Napoleón en Rusia en 1812. El severo comandante cosaco, rodeado de coloridos jinetes barbados, despertaba en ellos un interés ferviente y un entusiasmo genuino.

Ya en Dover, la multitud alzó al atamán en volandas y lo llevó del barco a la orilla. Aunque al principio, por error, levantaron a otro general, y al darse cuenta de la confusión, simplemente lo soltaron... ¡en el agua!

A Plátov lo recibían con ovaciones por todas partes, lo invitaban a bailes y banquetes. En una sola noche, podía asistir a varias representaciones teatrales.

“Todos le estrechaban la mano y se consideraban las personas más afortunadas cuando lograban hacerlo... Mujeres muy bien vestidas cortaban un pelo de la cola del caballo del conde y envolvían con cuidado ese tesoro en un papel”, dejó anotado el escritor Pável Svinin.

El líder cosaco conoció al célebre escritor Walter Scott y entabló amistad con el príncipe regente Jorge Augusto (futuro rey Jorge IV). Este último le regaló al atamán un retrato en miniatura suyo, decorado con piedras preciosas, y a cambio recibió uno de los caballos de Plátov.

La Universidad de Oxford le concedió a Plátov el título de Doctor Honoris Causa, se pintaron varios retratos suyos y se le hizo un busto escultórico. Además, un buque de guerra recién botado fue nombrado en su honor.

Plátov regresó a casa con un montón de regalos y con una nueva compañera sentimental: una inglesa llamada Elizabeth, “de rostro amable y acogedor, y con una sonrisa sincera”. Tras la muerte del atamán en 1818, ella regresó a su tierra natal.

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