
Pável Yáblochkov: Cómo un inventor ruso iluminó toda Europa

La expresión “Velas Yáblochkov” era conocida por cualquier persona interesada en la tecnología a finales del siglo XIX. El invento del científico ruso despertó la atención desde Londres hasta Los Ángeles. Sus llamadas “velas” iluminaron todas las grandes ciudades del mundo durante sus dos primeros años de existencia. La calle de la Ópera en París, el Louvre, el Théâtre du Châtelet, el puente sobre el Támesis, el puerto de Le Havre y el teatro de Londres, el Teatro Bolshói de San Petersburgo, los palacios del Sah persa, del rey de Camboya, etc. Las “velas” rusas estaban por todas partes.
¿Quién fue Yáblochkov?
Pável Yáblochkov nació en 1847 en la gobernación de Sarátov (a más de 700 kilómetros al sureste de Moscú). Se conserva poca información sobre su infancia, aunque se sabe que desde pequeño se destacó por su curiosidad y su habilidad para el diseño.

Tras recibir educación en casa, Pável asistió al gimnasio de Sarátov y luego a la Universidad Técnica de Ingeniería Militar en San Petersburgo. Fue en el ámbito militar donde comenzó a estudiar electricidad, tema que le fascinaba.
Sin embargo, pocos compartían su interés por entonces. El ambiente conservador militar no toleraba ese tipo de experimentos, por lo que Yáblochkov, a los 25 años, renunció y se convirtió en ingeniero eléctrico. Junto con su amigo Nikolái Glújov abrió un taller en Moscú. Ambos planeaban fabricar dispositivos eléctricos por encargo, mientras Yáblochkov continuaba sus experimentos.

En una ocasión, al ver cómo dos electrodos de carbón hacían contacto accidentalmente en una bañera electrolítica y producían un intenso arco eléctrico, se inspiró para crear una lámpara de arco sin regulador, conocida hoy como la “vela Yáblochkov”.
Luz rusa en Francia
Los negocios no iban bien para los dos amigos. El científico dedicaba más tiempo a experimentar que a vender, y el taller quebró. Para mejorar su situación financiera, Yáblochkov planeó ir a EE UU a una exposición en Filadelfia para presentar sus inventos, pero sólo le alcanzó el dinero para llegar a París.

En Francia visitó un taller de relojería de la firma de Abraham-Louis Breguet. Allí mostró su invención (también trabajaba en un electroimán) y recibió una oferta de trabajo.
En 1876, fue enviado como representante de la firma a la Exposición de Aparatos Físicos en Londres, donde presentó al mundo su vela eléctrica y obtuvo la patente. La noticia del invento de la “luz rusa” se difundió rápidamente. A propósito, esta frase (por deseo de Yáblochkov) estaba grabada en cada una de sus lámparas.

Louis Breguet, sorprendentemente, no quiso promocionar la vela eléctrica, pero presentó a Yáblochkov al inventor francés Auguste Denayrouze, quien vio un enorme potencial en ella. Denayrouze se encargó de la parte comercial, las relaciones públicas y la venta global del invento, mientras Yáblochkov supervisaba el proceso y seguía perfeccionando su dispositivo.

Una era breve pero brillante
La primera versión de la “vela” duraba alrededor de una hora. Luego, el científico duplicó ese tiempo, alcanzando una duración similar a la de una vela convencional, aunque con una intensidad mucho mayor. Al principio, los elementos quemados se reemplazaban manualmente, pero luego Yáblochkov diseñó un sistema que los reemplazaba automáticamente.
En 1878, entusiasmado por el éxito, decidió trasladar la producción de las “velas” a Rusia. Compró junto con sus socios los derechos de producción por un millón de francos, cubriendo él mismo la mayor parte al vender sus acciones. Fundaron una empresa con el largo nombre de Asociación de Iluminación Eléctrica y Fabricación de Máquinas y Aparatos Eléctricos, P.N. Yáblochkov, Inventor y Compañía.
Las lámparas iluminaron la plaza frente al Teatro Alexandrinski, el puente del Palacio y el Gostini Dvor en San Petersburgo, además de barcos militares y fábricas.

Sin embargo, el proyecto fracasó en Rusia por varias razones: las autoridades no apoyaban la electrificación masiva (ya tenían contratos con lámparas de gas), y muchas piezas debían importarse, ya que Rusia carecía del equipamiento técnico necesario.
Pero la causa principal fue la aparición de la lámpara incandescente. Las “velas Yáblochkov” no pudieron competir con las de Thomas Edison o Alexánder Lodiguin, otro científico ruso. Las lámparas incandescentes ofrecían igual luminosidad, pero eran más baratas y duraban hasta 1.000 horas o más.
El ocaso de un genio

A Yáblochkov no le quedó más opción que continuar investigando en otros campos de la electricidad. Viajaba con frecuencia entre Francia y Rusia, pero ya no tenía el prestigio de antes ni participación en la empresa de Denayrouze.
Los viajes constantes y el trabajo incesante afectaron su salud: sufrió dos derrames cerebrales.
En 1892, regresó definitivamente a su país. Sólo lo esperaban algunos amigos fieles y familiares. Se alojó en el hotel
“Tsentralnye nomerá”, uno de los más baratos de la ciudad. Allí, montó un pequeño laboratorio en su habitación y continuó trabajando, en particular en un proyecto de iluminación para Sarátov. Pero no logró terminarlo.
Pável Yáblochkov murió en 1894. Fue enterrado en el panteón familiar del cementerio de la iglesia en las afueras del pueblo de Sapozhok, en la región de Sarátov.