Cómo una princesa rusa se convirtió en heroína de la Resistencia francesa
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“Viki no era una persona común. Tenía un gran corazón y una mente aguda y vivaz. Se entregaba apasionadamente a todo… De carácter honesto y abierto, no toleraba ningún tipo de compromisos”, así describía María Muraviova, amiga de Vera (Viki) Obolénskaya, a esta miembro de la Resistencia francesa.
Obolénskaya, de soltera Makárova, nació en 1911 en la familia del vicegobernador de Bakú. Tras la Revolución, su familia abandonó Rusia y se estableció en Francia.
Durante años, Viki llevó una vida despreocupada, interesándose solo por bailes y jóvenes. A los 19 años, trabajó como modelo.
Sin embargo, en 1937, decidió asentarse al casarse con el príncipe Nikolái Obolenski, adoptando el título principesco. Su felicidad duró poco: en 1940, los nazis ocuparon Francia.
En la clandestinidad
Muchos franceses respondieron al llamado del líder de la “Francia Libre”, el general De Gaulle, para continuar la lucha contra los alemanes. Jacques Arthuis, empresario amigo de la familia Obolenski, organizó uno de los grupos clandestinos. Vera y Nikolái se unieron de inmediato.
Con el tiempo, el grupo creció y se fortaleció, convirtiéndose en la “Organización Civil y Militar” (OCM). Viki asumió el cargo de secretaria general.
Recibía informes, transmitía órdenes y organizaba datos para Londres. Su memoria prodigiosa retenía direcciones, contactos y nombres clave.
En diciembre de 1941, la Gestapo asestó un duro golpe a la OCM, arrestando a Arthuis y otros líderes. La princesa ayudó al coronel Alfred Touny a reconstruir la organización.
Arresto y muerte
El 17 de diciembre de 1943, Obolénskaya y varios compañeros fueron arrestados. En los interrogatorios, desviaba a los investigadores o guardaba silencio. Los nazis la apodaron “Princesa No-Sé-Nada”.
Intentaron reclutarla, destacando su enemigo común: el comunismo. Pero ella se negó, declarando que no ayudaría a destruir Rusia (aunque fuera soviética) ni a eliminar a los eslavos, pues su fe cristiana rechazaba el racismo.
El 4 de agosto de 1944, Vera Obolénskaya fue guillotinada en Berlín. Francia la condecoró póstumamente, y el mariscal británico Bernard Montgomery elogió sus méritos como “voluntaria de las Naciones Unidas”.
En la URSS, su hazaña también fue reconocida: en 1965, recibió póstumamente la Orden de la Guerra Patria de Primer Grado.