
Durante muchos años, en Moscú hubo una semana de ‘locura por las setas’. ¿Por qué?

Además de Telegram, Puerta a Rusia difunde contenidos en su página de VKontakte. ¡Únete a nosotros!
Y aunque también se vendían allí otros productos de Cuaresma (verduras frescas y saladas, por ejemplo), el producto principal eran las setas de todos los tipos y variedades. Su popularidad era fácil de explicar: el producto llena y es muy barato.

“Aquí había todo lo necesario para ‘salvar el alma’: setas de leche saladas, setas porcini, setas de miel encurtidas, todas en enormes cubas y tinas; había barriles abiertos con chucrut, con pepinos encurtidos, manzanas remojadas, hasta guisantes pelados. ¡Qué no había allí! Rábanos, patatas y todo tipo de verduras. Setas secas de diversas calidades colgaban en largos hilos y guirnaldas a lo largo de las paredes de las tiendas y en los fustes elevados sobre los trineos: blancas y amarillas, así como boletus de abedul oscuro y barato”, escribió el escritor Nikolái Teleshov sobre el mercado.

Las setas se traían de todas partes, pero sobre todo de las “provincias de las setas”: Riazán, Olonets, Kostromá. Allí, su recolección se realizaba a gran escala, con pueblos enteros dedicados al comercio. Una vez recolectadas las setas, los lugareños las cocinaban, encurtían, salaban y secaban allí mismo. Y, al comienzo de la Cuaresma, se enviaban a la venta innumerables tarrinas con crujientes y “perlas” de setas secas.

El mercado de setas de Moscú sólo abría una semana, pero la gente se aprovisionaba allí para toda la Cuaresma. Y es que con las setas se podían preparar sopas, guarniciones, aperitivos, tartas, añadirlas a las ensaladas, hornearlas con otras verduras, etc.

El artista Konstantín Korovin recordaba en sus memorias: “Había trineos con caballos del pueblo parados en fila, con grandes barriles sobre ellos. Hombres con abrigos de piel de oveja gritaban: ‘¡Setas, setas! Coles, pepinos en vinagre’. Enormes barriles con pepinos, setas de leche, níscalos de azafrán, níscalos rojos, níscalos blancos. Vasili y yo apenas podíamos abrirnos paso entre la multitud”.