Cómo el húngaro Evgueni Varga se convirtió en el principal economista de la URSS

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En Rusia se le conoce como Evgueni Samuílovich Varga, pero su nombre real era Jenő Varga. Nacido en 1879 en Hungría, este joven judío de una familia pobre logró forjar una gran carrera para convertirse en el principal experto en economía mundial de la URSS.

Un marxista convencido, Varga se graduó en la Universidad de Budapest y, durante la efímera República Soviética Húngara en 1919, se convirtió en Ministro de Economía. Sin embargo, tras su caída, se vio obligado a huir a Rusia.
Un húngaro en la URSS
Varga era un especialista en la economía del socialismo y el comunismo. Sus obras se dedicaban a la política económica bajo la dictadura del proletariado. Por ello, Vladímir Lenin recibió con entusiasmo a tal especialista en el joven país de los soviets.

Durante varios años, Varga participó en reuniones de la Komintern (Internacional Comunista), dirigió su Instituto de Estadística e Información y trabajó en la embajada soviética en Berlín.
Desde 1927, Varga dirigió durante 20 años el Instituto de Economía Mundial y Política Mundial de la Academia de Ciencias de la URSS. Predijo con precisión la crisis económica mundial y la Gran Depresión, y luego su fin. El propio Iósif Stalin escuchaba y confiaba en sus opiniones y pronósticos.
El líder no solo le encargó a Varga que produjera artículos y análisis, sino que también lo llevó a las conferencias de Yalta y Potsdam durante la Segunda Guerra Mundial como experto.

En particular, Varga analizó la idea del “Plan Marshall” y escribió una nota a Stalin en la que señalaba que los estadounidenses podrían usarlo para subyugar económicamente a los países europeos. Stalin tomó muy en serio el informe de Varga y lo envió a los miembros del Politburó del Partido.
Correspondencia con Stalin
Aprovechando su posición, el académico escribió en varias ocasiones a Stalin para abogar por la liberación de extranjeros arrestados. El propio economista logró evitar felizmente la represión en la década de 1930, aunque expresó sus temores y anticipó la gran purga que se avecinaba.
Sin embargo, Varga cayó en desgracia ante Stalin después de la Segunda Guerra Mundial. En 1946, escribió un libro sobre la economía de posguerra en los países capitalistas, en el que, según los líderes del partido, no criticaba lo suficiente a esos países ni al capitalismo. Varga fue acusado de tener una posición “proalemana” y tuvo que escribirle de nuevo a Stalin, pero esta vez para defenderse.
“Estimado camarada Stalin, usted siempre me ha tratado bien y ha valorado mi trabajo. Le ruego encarecidamente que preste atención a este caso. ¡Se trata de la vida de un viejo revolucionario! Llevo 36 años en el movimiento obrero, 23 años como miembro del Partido Comunista de toda la Unión (bolchevique), nunca he tenido ninguna desviación ni vacilación. Mi único hijo murió en el frente de la guerra patriótica [como se conoce a la Segunda Guerra Mundial en Rusia]. <…> ¿Por qué razón, en mi vejez, me volvería ‘proalemán’?"

Pero Stalin no le hizo caso. Varga no solo fue despedido del Instituto de Economía Mundial y Política Mundial de la Academia de Ciencias, sino que el propio instituto fue disuelto. Sin embargo, el científico continuó trabajando como asesor en la Academia y, tras la muerte de Stalin, fue puesto al frente del nuevo Instituto de Economía Mundial. En realidad, era el mismo que había sido cerrado antes, pero ahora con un nombre diferente.
Críticas al sistema soviético
Con el tiempo, Varga reconsideró el sistema soviético y lo que había llegado a ser. Y comenzó a criticar el régimen estalinista (aunque no a Stalin mismo, a quien trataba bastante bien) y especialmente a Jrushchov. En opinión de Varga, tras la muerte de Lenin, la Unión Soviética tomó un rumbo equivocado y “se convirtió en un estado completamente gobernado por una burocracia dominante”.
En 1991, algunas de las notas del académico aparecieron en la prensa bajo el título Revelar en 25 años, escritas en la década de 1960. En ellas, lamentaba especialmente la brecha en los ingresos entre la gente común y los funcionarios. Escribió sobre los increíbles “raciones del Kremlin” en la década de 1930, sobre los comedores especiales en el Leningrado sitiado, donde abundaban diferentes alimentos mientras la ciudad moría de hambre.

En la era de posguerra, la brecha, en su opinión, se hizo aún mayor. “Jrushchov se construyó 13 nuevas y lujosas mansiones en diez años”, se quejó una vez el académico.
Varga murió en Moscú, un mes antes de cumplir 85 años. Tuvo dos hijos. Su hijo Andréi nació en Hungría y se convirtió en ingeniero y tecnólogo químico, desaparecido en combate durante la Segunda Guerra Mundial mientras luchaba por el Ejército Rojo. Mientras que su hija María, nacida en 1923, se graduó en la Facultad de Biología de la Universidad de Moscú y dedicó su vida a la ciencia. Su nieta, Anna Varga, es ahora una conocida profesora y psicoterapeuta familiar, con un doctorado en Psicología.