La conmovedora historia del Hachiko soviético
Es el año 1974. En el aeropuerto moscovita de Vnúkovo, los pasajeros suben a un avión Il-18 con destino a la ciudad de Norilsk (en el extremo norte del país). Uno de los pasajeros mantiene una larga y acalorada discusión con un auxiliar de vuelo en la pista, mientras su perro pastor alemán corretea inquieto a su alrededor con una correa.
Parece que la conversación no va como el pasajero esperaba. Finalmente, muy molesto, se aleja de la azafata, se inclina hacia su perro y le quita el collar. El perro, creyendo que se le deja salir a pasear, empieza a correr alegremente por la pista.
No se da cuenta de que su amo sube al avión, se retira la escalerilla, se cierra la puerta y el avión se prepara para despegar. Al fin se da cuenta de lo que está ocurriendo, el asombrado perro se precipita tras el IL-18 que acelera y lo sigue con la mirada durante mucho tiempo, hasta que el avión finalmente desaparece de la vista. Así comenzó una historia que llegó al corazón de millones de soviéticos.
Un amigo abandonado
Según se supo después, el dueño del perro no tenía un certificado veterinario para su mascota, así que simplemente lo abandonó en el aeropuerto. Durante dos años, Vnúkovo se convirtió en el hogar del perro.
Tras instalarse en la zona de estacionamiento de aviones, el perro acudía todos los días a la pista. Habiendo memorizado la forma del modelo de Il-18, se abalanzaba sobre cada Il-18 que llegaba con la esperanza de que trajera de vuelta a la persona a la que más quería.
Pronto, el perro llamó la atención de los pilotos y del personal del aeropuerto. Al principio, intentaron atraparlo, pero fue en vano. El cauteloso perro pastor no era una molestia para nadie y, violando todas las normas, el personal de Vnúkovo lo tomó a su cargo.
Alimentaron al perro, pero éste se negó a acercarse a nadie. Tratando de averiguar el nombre del perro, probaron diferentes opciones. La perra empezó a responder a Alma, así que al final decidieron llamarla Palma.
La perra se pasaba todos los días, sin falta e independientemente del tiempo, en la pista de aterrizaje siguiendo a los aviones Il-18. Uno de los técnicos recordaba haber visto la escena en la que el dueño de la perra discutía con la azafata, pero no se pudieron establecer más detalles del incidente.
Al final, uno de los pilotos, Viacheslav Valentéi, llevó la historia del sorprendente perro pastor al periódico Komsomolskaya Pravda. “Si no hubiera sido por Valentéi, nadie habría oído hablar de Palma”, recuerda el periodista y fotógrafo Yuri Rost.
Rost fue a Vnúkovo para conocer a la insólita perra. “Ahora todos la alimentamos, - le dijo un empleado del aeropuerto. - Pero no come de la mano de nadie y no deja que nadie se le acerque. A excepción de Volodin, un técnico. Parece que se han hecho amigos, pero ella tampoco quiere acercarse a él. Debe tener miedo de perder el avión”.
Un nuevo hogar
Pronto, el Komsomolskaya Pravda publicó un artículo sobre Palma titulado “Dos años de espera”, que contenía un llamamiento al propietario que había abandonado al perro: “Tal vez este artículo sea leído por la persona que voló en el Il-18 y que probablemente decidió que aquel a quien, tristemente, tuvo que dejar atrás ya lo había olvidado. Esta persona debería pedir urgentemente la baja laboral, encontrar el dinero y volar a Moscú”.
La historia de Palma conmovió a todo el país. El periódico se inundó de miles de cartas de personas que querían adoptar a un perro tan devoto y leal.
También se encontró al dueño de la perra, que la había abandonado cuando voló al Extremo Norte por trabajo. En una carta enviada al periódico, trató de justificarse, diciendo que “los problemas se habían acumulado, se ató y se olvidó” de la perra. Sin embargo, el hombre no expresó ningún deseo ni intención de volver. Tampoco reveló el nombre original de la perra, por lo que siguió siendo conocida como Palma.
Se inició la búsqueda de un nuevo dueño para la perra, y finalmente se eligió a una residente de Kiev, Vera Kotliarévskaia, profesora asociada de un instituto pedagógico y tataranieta del famoso poeta ucraniano Ivan Kotliarevski. Abordó la tarea de ganarse la confianza del sensible perro con mucha minuciosidad y cuidado.
Tras tomarse un mes de vacaciones, Vera se instaló en Vnúkovo. Visitó a la perra todos los días y pronto consiguió ganarse su confianza.
Al final, Kotliarévskaia consiguió darle a Palma unos somníferos. Al día siguiente, para su sorpresa, el perro se despertó en un apartamento desconocido de la capital de la Ucrania soviética.
Palma no mostró ninguna agresividad ni pánico. “Es una perra muy equilibrada, con un sistema nervioso estable y muy acostumbrada a las personas y a vivir en un hogar. En casa, se acercó a mi hija dormida, le lamió la mejilla y le cogió con cuidado la oreja entre los dientes”, anotó Kotliarévskaia en su diario. Eso sí, la perra intentó escapar en repetidas ocasiones, por lo que había que mantener el balcón y las ventanas cerradas en todo momento.
Sólo seis meses después, Palma se asentó y aceptó por fin su nuevo hogar y su nueva dueña, a la que entregó todo su amor y devoción.
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