Así fue como los gallos de pelea Orloff conquistaron el mundo

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La historia de los pollos Orloff tiene más de 200 años. Se remonta a los gallos barbudos persas de pelea traídos a Rusia desde Irán. Estos fueron cruzados con razas como la Ushanka rusa, la Turingia y la Bruggiana. El resultado fue una nueva raza llamada Orloff, en honor a su creador, el príncipe Alexéi Grigórievich Orlov-Chesmenski, también famoso por sus caballos trotadores, palomas, y por haber sido favorito de la emperatriz Catalina II.
A finales del siglo XIX la raza se volvió popular en Europa Occidental, donde simplemente se la conocía como “rusa”. A mediados del siglo XX con el auge de la avicultura industrial, su popularidad decayó, pero los entusiastas lograron recuperar la raza. ¿Y qué tiene de especial?

Un proverbio ruso podría aplicarse a los Orloff de plumaje calicó: “tardan en engancharse, pero luego van rápido”. Comparados con razas más modernas, los Orloff maduran lentamente. Los polluelos nacen más delicados que los de otras razas y empluman más tarde, lo que los hace vulnerables a resfriados e infecciones. Además, las gallinas comienzan a poner huevos tarde, a los 8 meses y las características definidas del ave no pueden juzgarse antes de los 2 o 3 años.
Pero en la edad adulta, son inusualmente hermosos, resistentes tanto al frío extremo como al calor abrasador gracias a su plumaje denso, y ponen huevos en buena cantidad. Su carne, por otro lado, es magra y con sabor a carne de caza, lo cual es muy valorado por los criadores, quienes intentan mantener esa cualidad a toda costa.
Y también heredaron por completo el carácter de sus antepasados iraníes: los gallos Orloff no toleran competidores a su alrededor, por lo que fueron usados con frecuencia en peleas. Se dice que las gallinas son bastante pacíficas, pero los criadores recomiendan mantenerlos en corrales separados.