Cómo los pioneros soviéticos pincharon... ¡la embajada estadounidense!
Los servicios secretos soviéticos tenían un interés especial en el embajador estadounidense Averell Harriman. Sabían que coleccionaba artesanías de maderas raras y le prepararon un regalo especial: un escudo de madera de Estados Unidos con un dispositivo de escucha Zlatoúst incorporado.
Durante la ceremonia, los pioneros cantaron el himno estadounidense y luego entregaron el escudo al encantado diplomático. A la pregunta de Harriman “¿Dónde puedo colgar esta maravilla?”, alguien de la delegación soviética le aconsejó colocarlo en su despacho, para envidia de los británicos.
En la embajada, los estadounidenses revisaron el regalo en busca de micrófonos, pero no encontraron nada: el exclusivo dispositivo de escucha era extremadamente difícil de detectar. No necesitaba fuente de alimentación y sólo se activaba mediante una potente señal de radio procedente de un equipo situado en un edificio vecino.
En realidad, el Zlatoúst actuaba como un espejo al reflejar la luz. Durante una conversación en el despacho, su fina membrana de película vibraba bajo la influencia de las ondas sonoras y modulaba la señal reflejada, que era captada por un receptor especial de los servicios secretos soviéticos.
Los estadounidenses no descubrieron las escuchas hasta 1952. Quedaron tan impresionados por la tecnología soviética que inmediatamente se pusieron a crear sus propios análogos.
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