La batalla que permitió a los nazis abrirse paso hasta Stalingrado
Tras la derrota de las tropas alemanas en Moscú en el invierno de 1941-1942, los dirigentes soviéticos confiaban en que había llegado el momento de tomar la iniciativa en la guerra. En varios sectores a lo largo del frente soviético-alemán, el Ejército Rojo lanzó una ofensiva a gran escala con el objetivo de hacer retroceder y destruir al enemigo, pero en ningún lugar logró conseguir el objetivo planteado.
No obstante, en el noreste de Ucrania, las tropas soviéticas abrieron una brecha de 100 km de profundidad en las posiciones enemigas, afianzándose en el llamado saliente de Barvénkovo. Desde allí, podían amenazar los flancos y la retaguardia de la formación alemana y abrirse paso hasta el importante centro industrial de Járkov y, potencialmente, hasta el río Dniéper. Al mismo tiempo, existía el peligro de que el enemigo “rebanara” el saliente, atrapando a los ejércitos soviéticos en un saco.
El 12 de mayo de 1942, las tropas soviéticas lanzaron una ofensiva en dirección a Járkov. Los ataques se lanzaron desde el saliente de Barvénkovo y desde la ciudad de Volchansk, justo al norte del saliente. Después de tres días de intensos combates, en los que avanzaron entre 35 y 50 km, los tanques soviéticos aparecieron en las afueras de la ciudad el 15 de mayo.
Los alemanes habían conseguido, con un esfuerzo gigantesco, frenar la ofensiva soviética. Dos días después, el 17 de mayo, el Grupo Panzer Kleist, con apoyo aéreo, atacó la sección más vulnerable de la defensa soviética: el cuello del saliente. “La primera línea de las defensas rusas se derrumbó bajo una lluvia de bombas y proyectiles. Sin embargo, los rusos que sobrevivieron a este infierno mostraron una feroz resistencia. Un batallón soviético cuyas posiciones fueron atacadas por el 466º Regimiento de Granaderos resistió hasta el último hombre. Se encontraron 450 rusos muertos en el lugar donde estaba estacionado su batallón”, recordó un oficial de la 257ª División de Infantería alemana.
Durante los meses de existencia del saliente de Barvénkovo, no se había construido ninguna estructura defensiva adecuada. Los alemanes avanzaron rápidamente, aplastando a las unidades del 9º Ejército Soviético junto con las reservas desplegadas para detener el avance. La amenaza del cerco se cernió sobre toda la fuerza de ataque soviética, que en ese momento seguía avanzando sobre Járkov.
“Los enfrentamientos de Járkov fueron, para mí, quizá los más duros de toda la guerra. Los interminables bombardeos, las terribles pérdidas, la confusión entre nuestros mandos, la falta de munición...”, recordaba el teniente Evgueni Okishev.
El mando soviético subestimó drásticamente la envergadura de la ofensiva alemana, y sólo el 19 de mayo, cuando ya era demasiado tarde, dio la orden de detener el avance sobre Járkov y hacer frente al enemigo que se abría paso por la retaguardia. “En el escaso tiempo disponible, primero fue necesario reagrupar las grandes masas de tropas dispersas en una extensa zona. Y entonces aún no sabíamos cómo hacerlo correctamente”, resumió el comandante del 38º Ejército, general Kirill Moskalenko.
El 22 de mayo, a 10 km de la ciudad de Balakleya, el Grupo Panzer Kleist, avanzando desde el sur, se unió a dos divisiones de tanques del 6º Ejército de Friedrich Paulus que se abrían paso desde el norte, rodeando así a las tropas soviéticas. Dentro de la “caldera” quedaron atrapadas 16 divisiones de fusileros y seis de caballería, así como 12 brigadas de tanques y dos de fusileros motorizados, que sumaban más de 200.000 efectivos. Al mismo tiempo, las tropas soviéticas que avanzaban desde Volchansk fueron empujadas de vuelta a sus posiciones originales.
Los alemanes estrecharon metódicamente el cerco, destruyendo o capturando las unidades soviéticas en su interior. Todos los intentos de penetrar desde el exterior fueron derrotados. A pesar de la falta de combustible, municiones y alimentos, y del abrumador dominio aéreo del enemigo, las tropas soviéticas en la “caldera” lucharon heroicamente hasta el 29 de mayo. Sólo 22.000 de ellas lograron escapar del cerco.
El 26 de mayo, el comandante del Grupo de Ejércitos Sur, el mariscal de campo von Bock, inspeccionó la disposición de las tropas alemanas que luchaban contra los soviéticos cercados: “En todas partes se veía la misma imagen: el enemigo agotado intenta, no obstante, abrirse paso aquí y allá, pero está al borde del colapso. Desde la posición elevada al sudeste de Lozovenka, se podía ver cómo nuestras baterías que disparaban desde todos los flancos a la humeante ‘caldera’ obtenían una respuesta cada vez más débil... Multitudes de prisioneros fluían hacia la retaguardia, nuestros tanques y unidades de la 1ª División de Montaña se lanzaban al ataque: ¡un espectáculo asombroso!”
Como resultado de la llamada Segunda Batalla de Járkov, los soviéticos perdieron alrededor de 270.000 soldados muertos, heridos y hechos prisioneros. Muchos destacados líderes militares murieron en combate o se suicidaron, entre ellos al menos diez generales. Las pérdidas de las tropas alemanas y rumanas ascendieron a poco más de 30.000.
La debacle de Járkov debilitó significativamente las posiciones soviéticas en los Frentes Sur y Suroeste, descartando la posibilidad de cualquier acción ofensiva. Permitió a los alemanes recuperar la iniciativa estratégica y, un mes más tarde, poner en marcha el plan Blau (conocido como Operación o Caso Azul), gracias al cual pudieron abrirse paso hacia el Cáucaso Norte y Stalingrado.
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