Porfiri Ivanov ¿Yogui ruso o fraude?

Porfiri Ivanov ¿Yogui ruso o fraude?
Alexánder Sushenok / TASS
Durante más de 50 años caminó desnudo y descalzo, vistiendo sólo calzoncillos, incluso en invierno. Fue torturado por los nazis e incluso pasó una temporada en las instituciones psiquiátricas más duras de la URSS, pero vivió hasta los 85 años. ¿Era Porfiri Ivanov un practicante de yoga, el líder de una secta o simplemente un loco?

Las autoridades soviéticas odiaban a las personas extraordinarias, si no trabajaban para el Partido Comunista. Porfiri Ivanov no lo hacía. Simplemente propagaba su versión de un estilo de vida saludable y, para demostrar su eficacia, no utilizaba ropa de abrigo y presumía de una salud excepcional.

La gente acudía en masa a ver a Porfiri, considerándolo un líder espiritual, y las autoridades de la URSS miraban con recelo al “Maestro”. Para poner fin a sus actividades, fue condenado a pabellones psiquiátricos. A día de hoy, algunos dicen que Ivanov era un enfermo mental, otros consideran que era un genio. Puede que fuera ambas cosas.

El desafío del cubo de hielo en la URSS

Porfiri Ivanov en sus años mozos

Los primeros años de Ivanov se conocen en gran parte por sus propios relatos. Nació en 1898 en un pueblo de la región de Lugansk. Lo que distinguía a Porfiri era su excepcional fuerza y estatura. A los 15 años empezó a trabajar en las minas. “Trabajábamos sin descanso: a veces trabajábamos 20 horas al día”, contó Porfiri en sus memorias.

Porfiri fue reclutado por el ejército imperial ruso, pero no participó en acciones militares: la Revolución golpeó y puso fin a la guerra. En el Estado soviético, Ivanov llevaba una vida de rufián al uso: apostaba, bebía y participaba en peleas de pueblo. “Una vez fui un forajido, robaba a la naturaleza, mataba la alegría, no pensaba en otra cosa que darme una buena vida, hacía de todo para vivir bien. Pero luego me alejé de todo esto y empecé a acercarme a la amistad con la naturaleza...” escribió Ivanov.

En 1928, Ivanov pasó 11 meses en la cárcel por fraude fiscal. Pero pronto, su vida cambió irreversiblemente. Como el propio Ivanov escribió, un invierno a principios de los años 30, desarrolló un cáncer. Los médicos dijeron que no tenía remedio. Desesperado, Porfiri empezó a salir al frío y a echarse agua helada por encima para “perecer más rápido”. Sorprendentemente, consiguió el efecto contrario: su fuerza, vigor y energía aumentaron. Ivanov pasó a echarse agua fría todos los días.

Poco a poco, Ivanov renunció a toda ropa: sólo se quedaba en calzoncillos hasta las rodillas en cualquier época del año y andaba descalzo incluso en invierno. Dejó de afeitarse y cortarse el pelo, abandonó a su mujer y a sus dos hijos y se dedicó a vagar por Ucrania y el sur de Rusia, propagando su nueva “Idea”, como él la llamaba, de unidad con la naturaleza. Los principios eran sencillos: baños fríos por la mañana y antes de dormir, ayuno completo los sábados, respiración profunda y regular al aire libre... Pero, ¿qué convirtió a Ivanov en un célebre clandestino?

¿Maestro o loco?

Con su aspecto, Ivanov no podía conseguir trabajo en el Estado soviético de los años treinta. Pero la gente se sentía atraída por él, porque en tiempos de incertidumbre, hambruna y propaganda soviética antirreligiosa, ofrecía un enfoque aparentemente sano del estilo de vida. Sin embargo, para el Estado, no era más que un loco que corría semidesnudo y propagaba unas ideas poco convincentes sobre el amor a la naturaleza.

En 1935, Ivanov fue detenido por primera vez e internado en un psiquiátrico de Rostov del Don. Los psiquiatras le diagnosticaron esquizofrenia, le prohibieron trabajar y le enviaron con sus parientes a la región de Rostov.

Porfiri Ivanov “cura” a una niña con sus caricias

Hay poca información fidedigna sobre el paradero de Ivanov antes de la Segunda Guerra Mundial. Pero cuando los nazis se apoderaron de la región de Rostov, Ivanov pasó a ser conocido por ellos, como una especie de fenómeno local. Ivanov dijo que los nazis “probaron” sus habilidades hasta el punto de torturarlo: lo montaron en una motocicleta en medio del frío y lo enterraron en la nieve durante horas. Pero, cuando Ivanov emergió de la nieve, su cuerpo estaba todo rojo y salía vapor de él, escribieron sus biógrafos. Sin embargo, esta información se basaba de nuevo en los relatos del propio Porfiri.

Sobrevivir a la guerra no cambió a Ivanov ni sus prácticas. En los años posteriores a la guerra, continuó con sus enseñanzas. Por aquel entonces, Ivanov se autodenominaba “Maestro”. Eduard Protópopov, ingeniero, recordaba haber conocido a Ivanov en 1949 en Moscú, donde había acudido para curar y enseñar. “El Maestro lavó los pies de todos con agua fría de una palangana. Luego tumbó a los enfermos graves en el diván y les puso las manos encima: una mano en la cabeza y la otra en los dedos de los pies. Con los demás, se limitó a darles la mano y hablarles de la vida y la salud. Después daba consejos a todo el mundo: dar a los necesitados, saludar a todo el mundo, no escupir en el suelo, no beber, no fumar, quedarse sin comer ni beber los sábados, lavarse los pies dos veces al día con agua fría para ‘despertarse’. Y su último consejo era pisar el suelo descalzo, respirar aire fresco y pedir salud”.

Practicando así, Ivanov acabó llamando la atención del KGB y posteriormente cumplió condena en las instituciones mentales más duras de la URSS. En 1951-1954, por propaganda antisoviética, fue sometido a tratamiento psiquiátrico obligatorio en hospitales psiquiátricos de tipo penitenciario. La comida allí solía ser escasa y los presos que no recibían paquetes de comida de sus familiares se morían de hambre. En la década de 1950, en los hospitales psiquiátricos casi no se utilizaban medicamentos, sólo estaba extendida la “sonoterapia”: los presos recibían grandes dosis de somníferos para que estuvieran constantemente dormidos, excepto durante las comidas. Sólo la salud realmente excepcional de Ivanov le ayudó a sobrevivir a esta “detención”. En 1964 fue hecho preso de nuevo por fraude, pero se le consideró enfermo mental. Volvió a pasar los cuatro años siguientes en instituciones psiquiátricas.

Por aquel entonces, la fama de Ivanov era considerable. A menudo viajaba desde su pueblo en la región de Rostov hasta Moscú para “curar” a gente. Uno de sus discípulos recordaba: “El Maestro venía a menudo a Moscú invitado por algunos enfermos. De todas partes de la ciudad, la gente iba a la estación de tren para encontrarse con el Maestro. Cuando salía del vagón, todos corrían a besarle. [...] Cuando entré en la habitación, la gente estaba sentada por todas partes, esperando. El Maestro salió, escultural, de ojos azules y pelo blanco. Juntaba las manos sobre el pecho y decía cariñosamente: ‘Mis queridos amigos, he venido aquí para manteneros sanos’”.

Últimos años y secuelas

En la década de 1970, Porfiri Ivanov se convirtió en un “gurú” local en Verjnyi Kondruchiy, un pueblo de la región de Lugansk (entonces, RSS de Ucrania), donde vivía y recibía visitas y discípulos. Entre noviembre de 1975 y marzo de 1976, fue internado de nuevo en una institución psiquiátrica, ¡esta vez simplemente porque quería asistir al 25º Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética!

A sus 77-78 años, Ivanov ya no tenía fuerzas y, en el hospital, fue “tratado” casi hasta la muerte. Ivanov fue enviado a casa de su discípula y amiga, Valentina Sújarevskaia, en estado terminal. Pero cuando un psiquiatra visitó su casa tres días después para comprobar si el viejo alborotador ya estaba muerto, Porfiri abrió la puerta él mismo, vestido con sus calzoncillos habituales.

Ivanov ayudando a uno de sus discípulos a darse una ducha fría

Sin embargo, en 1979, Ivanov fue detenido de nuevo (ahora confinado en arresto domiciliario), después de que un gran número de sus discípulos y seguidores acudieran a su casa del pueblo para celebrar un nuevo aniversario del inicio de sus enseñanzas. Este arresto domiciliario no terminó hasta 1982, cuando apareció un artículo sobre Ivanov y su estilo de vida saludable en Ogoniok, una de las revistas más populares de la URSS. Finalmente, en los últimos años de su vida, Ivanov obtuvo el reconocimiento público. En total, pasó más de 12 años en cárceles, hospitales y manicomios.

Ivanov y sus discípulos

Porfiri Ivanov murió en 1983, a la edad de 85 años, pero para sus seguidores fue sólo el comienzo de una actividad a gran escala. Alentados por el “reconocimiento” oficial de las enseñanzas de Ivanov, sus seguidores organizaron reuniones, conferencias y publicaron los escritos de Ivanov. En 1992, unas 10.000 personas se reunieron cerca de la antigua casa de Ivanov para celebrarlo. Todavía hay miles de seguidores de Ivanov que confirman la utilidad de su sistema; sin embargo, ni Ivanov ni sus seguidores presentaron nunca pruebas científicas de sus lorgros, sólo relatos orales.

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