¿Por qué Rusia y China no establecieron relaciones diplomáticas hasta después de la guerra?
Los primeros contactos entre rusos y chinos se remontan al siglo XIII. Ya durante la invasión de Rusia, los mongoles llevaron prisioneros de guerra rusos a Pekín, donde juraron lealtad al emperador de la dinastía mongola Yuan.
En el siglo XV los comerciantes rusos llegaron por primera vez a China. En los siglos XVI y XVII, el comercio se desarrolló rápidamente, y los rusos también estaban desarrollando activamente Siberia y el Lejano Oriente. Al parecer, estos eran los requisitos previos para el establecimiento de contactos oficiales entre Rusia y China. Sin embargo, los países no legalizaron las fronteras hasta 1689, tras un conflicto militar.
El Tratado de Nérchinsk de 1689
En la década de 1640, los rusos comenzaron a desarrollar la región del Amur. La dinastía manchú de Qing también reclamó estas tierras de nadie, aunque no tenía ningún control sobre ellas.
En 1685 y 1686, las tropas Qin sitiaron la fortaleza rusa de Albazin, en el río Amur, y en 1689 otra fortaleza, la de Nérchinsk, al oeste, en el río Shilka. Años de enfrentamientos fronterizos terminaron con la firma del Tratado de Nérchinsk. El documento, redactado en manchú y latín (pero no en ruso, ¡no había traductores!), fue el primero en definir las relaciones y fronteras entre ambos estados.
Los mismos acontecimientos sirvieron también de prólogo a la aparición de la Misión Espiritual Rusa en China. En 1685, una parte de los cosacos de la fortaleza de Albazin pasó a la protección china. Se les asignó un templo budista para el culto. El sacerdote Maksim Leóntiev, que se trasladó allí junto con los cosacos, lo convirtió en una capilla ortodoxa. La actividad de Leóntiev ayudó a establecer la actividad misionera rusa en China a principios del siglo XVIII.
¿Por qué China no quiso desarrollar relaciones diplomáticas?
Rusia envió 18 embajadas de diverso nivel al Imperio Qing hasta mediados del siglo XIX. A finales de la década de 1720, el diplomático ruso Savva Ragúzinski encontró en los archivos de Pekín información de que, tras el Tratado de Nérchinsk, unos 50 “enviados” rusos visitaron el país (muchos de ellos actuaron sin el conocimiento de las autoridades centrales). Y en durante los siglos XVII-XVIII cuatro embajadas chinas visitaron Rusia, y sólo dos de ellas estuvieron en Moscú y San Petersburgo.
Los emperadores chinos simplemente no estaban interesados en desarrollar relaciones diplomáticas con Rusia. Muchos invitados se quedaban en la “sala de recepción” china: algunos jefes de misión no conseguían llegar hasta el emperador durante meses, y se marchaban sin nada. En el siglo XVII, el emperador chino sólo recibió a cuatro rusos en persona.
El sinólogo y académico soviético y ruso Vladímir Miasnikov señala que la doctrina de la política exterior china se basaba en la tesis de la superioridad de China y la “barbarie” de las demás naciones. Pekín pretendía imponer el estatus de vasallo a todos los estados que entraran en contacto con ella. Toda la diplomacia china y el ceremonial de la corte se ajustaron a este propósito. El soberano oriental no recibía visitas sin ciertos procedimientos, y tratar de igual a igual a los representantes extranjeros era más bien una excepción (o un truco militar). Y con el paso del tiempo el sistema se volvió aun más estricto.
A Pekín le interesaba establecer su supremacía principalmente en el Asia más próxima. Consideraba las relaciones comerciales sólo como un medio para alcanzar sus objetivos políticos. A diferencia de Rusia, para China era algo menor. En Moscú se conocían las peculiaridades de la cosmovisión china durante todo el siglo XVII.
Una ocasión perdida
Durante la dinastía Ming (reinó hasta 1644) la misión del cosaco de Tomsk Iván Petlin visitó Pekín en 1618. No se le permitió ver al emperador, supuestamente porque no llevaba regalos del zar Mijaíl Romanov. Pero Petlin recibió una carta para el monarca ruso. El documento daba permiso a los rusos para visitar el país, comerciar dentro de sus fronteras y sugería el establecimiento de correspondencia entre las cortes. En Moscú se perdió la oportunidad de desarrollar las relaciones con Pekín: el documento permaneció sin leer durante 56 años. Hubo varias razones para ello.
Durante medio siglo Rusia no tuvo traductores del chino y el manchuriano. Los extranjeros que podían traducir el texto al latín o al mongol, y de ellos al ruso, no estaban dispuestos a verse involucrados en asuntos políticos secretos. En general, la práctica de hablar con los chinos a través de una “tercera lengua” continuó en Rusia hasta la segunda mitad del siglo XVIII, cuando los estudiantes de la Misión Espiritual Rusa empezaron a traducir.
Por otra parte, tampoco existía una necesidad acuciante de traducción. La organización de la misión de Petlin fue espoleada... por extranjeros. A principios del siglo XVII, Gran Bretaña intentó activamente trazar una ruta terrestre a través del territorio del Imperio ruso hacia el este de la India y China, y al mismo tiempo desarrollar Siberia como centro potencial del comercio exterior. Moscú rehuyó la presión británica. Su “infiltración” amenazaba con la pérdida de beneficios derivados del establecimiento de vínculos comerciales y la llegada de misioneros, aventureros y espías occidentales al Estado ruso.
Si los británicos hubieran accedido a los vastos territorios siberianos y se habrían dedicado a desarrollar allí el comercio exterior, habrían causado un gran daño a Rusia.
Cuando el zar Mijaíl Romanov llegó al poder en Rusia en 1613, estableció el proteccionismo en el comercio exterior para protegerla de la invasión occidental. También envió expediciones a Siberia y Extremo Oriente para establecer puntos de apoyo. Desde Moscú salían órdenes de establecer trabajos de reconocimiento de las rutas comerciales y de desarrollo de los territorios sobre el terreno.
En general, la carta del emperador de la dinastía Ming de 1620 ha sido tratada con descuido. Más valiosa fue la Lista de Petlin: una descripción de la ruta a China a través de Mongolia y del propio río Obi, así como planos de los territorios. Este informe desempeñó un papel importante en el desarrollo ulterior de Siberia Oriental.
Más tarde, John Merrick, embajador inglés, consiguió pasar de contrabando una copia de la Lista a Inglaterra. Durante los siglos XVII y XVIII, se publicó siete veces en Europa.
Ceremonias burocráticas chinas
La dinastía manchú Qing (gobernó desde 1644 hasta 1912) fue menos amistosa con Rusia que la Ming, a la que sucedió. Sólo en el siglo XVIII cortó unilateralmente los lazos comerciales con Rusia durante meses y años en once ocasiones.
El enviado ruso Fiódor Baikov pasó medio año en Pekín en 1656 con su embajada aislada, pero nunca llegó a entrevistarse con el emperador. Baikov rechazó el humillante rito del koutou, que, según el ceremonial chino, habría significado el reconocimiento de la dependencia vasalla de Rusia respecto a China.
Baikov fue “engañado” por el comerciante Piotr Yarizhkin, que se adelantó nueve meses al diplomático en su visita a China. Yarizhkin fue confundido con un enviado oficial, no disuadió a sus amos e ignorantemente hizo una petición, asegurando el “estatus de vasallo” de Rusia a los ojos de los chinos. Baikov ignoraba este episodio. Ni siquiera la carta del zar Alejo I le ayudó a salir de la situación. El embajador debía entregársela personalmente al emperador, pero al final volvió a casa con este documento.
La carta del zar Alejo I sólo fue entregada a los chinos por los mensajeros Iván Perfíliev y Seitkul Áblin en 1662. Afortunadamente, Moscú no les pidió más que una misión de mensajería. Y en 1669 Áblin, que llegó a China como mercader, fue finalmente recibido por el nuevo emperador chino, Xuan Ye. Pero no lo hizo según mandaba el protocolo: lo recibió en una arboleda en vez de hacerlo en un palacio.
China da un paso hacia Rusia
Mientras tanto, la situación en la región del Amur se caldeaba. Las negociaciones eran desesperadamente necesarias. Era la primera vez que Pekín enviaba una delegación a los territorios fronterizos no controlados. Se trataba sólo en parte de una misión diplomática, ya que iba acompañada de un ejército de 15.000 soldados.
El factor militar fue crucial para la firma del tratado a favor de China: las negociaciones tuvieron lugar durante el asedio de Nérchinsk. Rusia perdió su principal bastión en el río Amur -la fortaleza de Albazin- y Priamurie hasta 1858.
El Tratado de Nérchinsk, firmado en términos desiguales, era jurídicamente defectuoso. Sin embargo, gracias a él, el comercio se desarrolló y Pedro el Grande llegó a establecer un monopolio estatal sobre el “comercio chino”. Sólo las caravanas estatales y únicamente las rusas podían cruzar las fronteras.
Y el Tratado de Nérchinsk -y más tarde el crecimiento del poder de Rusia en la escena mundial bajo Pedro el Grande- cimentó el estatus de socio, no de vasallo, de Rusia en la política exterior china.
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