5 escandinavos que sirvieron noblemente a Rusia
1. Cornelius Cruys
A finales del siglo XVII, el zar Pedro el Grande se propuso construir una armada y comenzó a contratar a especialistas extranjeros para esta ambiciosa empresa. Uno de ellos fue Cornelius Cruys (noruego: Niels Creutz), procedente de la ciudad de Stavanger, en Noruega. Este experimentado marino que, según sus propias palabras, consiguió servir a seis monarcas y tres repúblicas durante su vida, entró al servicio de Rusia en 1698.
En Rusia, el ambicioso capitán ascendió al rango de almirante y se convirtió esencialmente en uno de los padres fundadores de la flota rusa. Participó directamente en la redacción de la legislación naval y de los documentos básicos que regulaban el servicio naval. Y en San Petersburgo, fundada a orillas del Golfo de Finlandia en 1703, se construyeron con su participación directa el edificio del Almirantazgo, los astilleros, las estructuras defensivas y diversas fábricas para satisfacer las necesidades de las fuerzas navales.
“Una persona muy competente y con muchos logros que mostrar... Sin un hombre así, nuestra flota no estaría en buen estado”, dijo de Cruys Fiódor Golovín, otro de los allegados del Zar.
En 1705, el noruego se convirtió en el primer comandante de la flota rusa del Báltico, que desplegó con éxito para proteger la futura capital rusa de los suecos.
Ocho años después, hubo un episodio en la vida de Korneli Ivánovich, como se conocía a Cruys en Rusia, que casi le cuesta la vida. Una escuadra bajo su mando dejó escapar al enemigo cerca de Reval (Tallin) y uno de los barcos encalló en el curso de una infructuosa persecución y se ordenó su quema. Por esta metedura de pata, Cruys fue condenado a muerte, que fue sustituida por el destierro a Kazán.
En 1715 el noruego fue indultado; volvió al servicio pero Cruys no recuperó ninguna de las condecoraciones que se le habían concedido. Sólo le fueron devueltas al anciano almirante tras la muerte de Pedro el Grande por la emperatriz Catalina I en 1725.
2. Vitus Bering
Durante una visita a los Países Bajos en 1704, Cornelius Cruys consiguió reclutar a un centenar de oficiales y marineros al servicio de Rusia. Uno de ellos fue el danés Vitus Jonassen Bering, un joven graduado del Cuerpo de Cadetes de Mar de Ámsterdam.
En las filas de la armada rusa, Bering participó en guerras contra el Imperio Otomano y Suecia, pero estaba destinado a pasar a la historia no como militar sino como explorador. En 1724, Pedro el Grande decidió organizar una expedición a Kamchatka y Vitus (o Iván Ivánovich, como se le llegó a conocer en Rusia), que había servido en balleneros daneses en el Atlántico Norte, era el candidato perfecto para dirigirla.
Durante la Primera Expedición a Kamchatka, que duró de 1725 a 1730, se exploraron vastas secciones de la costa de Kamchatka y Chukotka y se cartografiaron 3.500 km de la costa occidental de lo que más tarde se llamaría Mar de Bering. El estrecho entre Asia y América del Norte, por el que pasaron los barcos del danés en 1728, también llevaría el nombre del marino.
En 1740, Iván Ivánovich dirigió la segunda expedición a Kamchatka, durante la cual se exploraron las costas de Alaska y las islas Aleutianas. Bering, que para entonces ya tenía unos 60 años, no vivió para ver la finalización del viaje. Murió de escorbuto el 19 de diciembre de 1741, en una de las islas Comandante, que posteriormente también recibiría su nombre.
3. Geuorg Magnus Sprengtporten
Hasta 1780, Gueorg Magnus Sprengtporten, natural de la ciudad de Borgå (Porvoo en Finlandia), desarrolló una brillante carrera militar en Suecia. Alcanzó el grado de coronel y en varias ocasiones dirigió formaciones de infantería y unidades de élite de dragones ligeros.
Sprengtporten anhelaba ser puesto al mando de todas las tropas suecas en su Finlandia natal, pero las intrigas palaciegas no sólo le impidieron alcanzar su objetivo, sino que también agriaron sus relaciones con el rey Gustavo III, que en su día le había concedido el título de barón.
Gueorg Magnus se vio obligado a dimitir y abandonar el Reino. Entonces cambió radicalmente sus convicciones políticas y comenzó a abogar por la completa separación de Finlandia de Suecia y su transferencia al patrocinio del Imperio Ruso.
El plan que presentó atrajo el interés de Catalina la Grande, que le invitó a entrar al servicio de Rusia. En el transcurso de la guerra de 1788-1790 contra Suecia, el general de división Sprengtporten, del ejército ruso, realizó labores de propaganda entre la población finlandesa, elaboró planes de campaña militar y participó él mismo en las batallas. En febrero de 1790, los suecos le condenaron a muerte en ausencia por traición.
El sueño de Egor Maxímovich (así es como se conoció a Sprengtporten en Rusia) se hizo realidad en 1809 cuando, tras la última guerra de la historia de los dos estados, Finlandia quedó bajo el dominio del zar Alejandro I de Rusia. El monarca atendió los argumentos del sueco a favor de conceder una amplia autonomía a la región anexionada, e incluso le nombró primer gobernador general de Finlandia.
En el monumento funerario de Egor Maxímovich, fallecido en 1819 y enterrado en el cementerio luterano de Smolénskoie, en San Petersburgo, estaban inscritas las siguientes palabras, en francés y en ruso: “Con su talento y su servicio se ganó la confianza y la especial benevolencia de tres soberanos de Rusia. Catalina II y Pablo I dieron las muestras más elogiosas de ello. El emperador soberano Alejandro Pavlovich honró su memoria y, tras su fallecimiento, otorgó su munificencia a su inconsolable viuda, que vive con la esperanza de reunirse con su cónyuge, amigo y benefactor”.
4. Eduard Ferdinand Woldemar von Adlerberg
Eduard Ferdinand von Adleberg (hijo de Gustav Friedrich von Adlerberg, un coronel sueco que había entrado al servicio de Rusia) tuvo mucha suerte en la vida, ya que pudo contar con el mismísimo emperador Nicolás I entre sus amigos. Esta amistad fue posible gracias a que su madre, Julia Baggehufwudt, descendía de la antigua nobleza noruega y sirvió en la Corte como institutriz del futuro zar.
Durante el reinado del hermano mayor de Nicolás, el emperador Alejandro I, Adleberg, como miembro del Regimiento de Guardias de Vida de Lituania, había participado en la Guerra Patria de 1812 y en la posterior campaña exterior del ejército ruso, distinguiéndose especialmente en las batallas de Borodinó, Lützen y Bautzen.
Después de que Nicolás ascendiera al trono ruso en 1825, Vladímir Fiódorovich (la versión rusificada del nombre de Eduard Ferdinand) formó parte invariablemente del séquito del Emperador y fue uno de sus más fieles confidentes. Acompañaba al monarca en todos sus viajes, desempeñando las funciones de jefe de la cancillería de campaña. “He querido al ayudante general Adlerberg como si fuera mi propio hermano”, afirmaba el monarca.
Además, Vladímir Fiódorovich estuvo a cargo de la Oficina de Correos durante 15 años, mejorando sustancialmente la eficacia del departamento que le fue asignado. Bajo su mando se introdujeron por primera vez los sellos de correos en el Imperio Ruso.
Adlerberg siguió gozando del favor de las autoridades imperiales durante el reinado del hijo de Nicolás I, Alejandro II. “Con usted no tenía secretos íntimos, con usted compartía tanto la alegría como el dolor”, dijo el nuevo emperador a Vladímir Fiodórovich tras llegar al trono en 1855, refiriéndose a su padre. “Su alma pura y espléndida no podía dejar de apreciar tus excelsas cualidades y, queriéndote como persona, se alegraba de haber descubierto un amigo en uno de sus súbditos...”
5. Vladímir Dahl
Vladímir Dahl dedicó toda su vida al estudio del folclore ruso y de la lengua vernácula (hablada, no literaria), alcanzando notables logros en este campo. Cabe destacar que el propio investigador era hijo de un médico danés y de su esposa alemana, ambos establecidos en Rusia.
Tras recibir una excelente educación (cada uno de los padres de Dahl dominaba cinco idiomas), Vladímir Ivánovich probó diferentes profesiones: Emprendió la carrera militar, y trabajó como cirujano y como funcionario para misiones especiales. En todos los lugares donde se encontraba en el curso de sus extensos viajes por el vasto Imperio, se preocupaba por conocer la cultura local y anotaba y registraba una amplia gama de palabras vernáculas, que a veces sólo prevalecían en regiones específicas del país.
“Sentado en un solo lugar, en la capital, es imposible aprender ruso, y en ningún sitio lo es más que sentado en San Petersburgo”, creía Dahl. “Es una tarea imposible. Nuestros escritores necesitan de vez en cuando tomar un poco de aire fresco en las provincias y escuchar atentamente lo que hay a su izquierda y a su derecha”.
Muchos años de trabajo culminaron con la publicación, bajo la autoría de Dahl, del Diccionario explicativo de la gran lengua rusa viva, que consta de unas 200.000 palabras y 30.000 refranes. La obra, que Vladímir Ivánovich actualizó continuamente hasta su muerte en 1872, ofrece una amplia visión de la vida y las circunstancias cotidianas del pueblo ruso en el siglo XIX.
Además, el legado de Vladímir Dahl incluye un rico filón de cuentos y canciones populares recogidos por él y también una vasta colección de grabados populares lubok, que legó a la Biblioteca Pública Imperial.
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