5 españoles que sirvieron brillantemente al Imperio ruso y a la URSS
1. José de Ribas
Descendiente de una familia noble catalana, José de Ribas fue invitado al Imperio ruso por un amante de la emperatriz Catalina II, el conde Alexéi Orlov, al que conoció en Italia en 1769. Ribas, entonces un joven y ambicioso oficial de la Guardia Napolitana, aceptó la oferta, ya que no quería pasar su vida en la península de los Apeninos.
El español alcanzó la gloria militar en los campos de batalla contra el Imperio Otomano. El 22 de diciembre de 1790, José de Ribas fue premiado con una espada tachonada de diamantes y una finca con 800 campesinos por su participación en el exitoso ataque a la fortaleza de Izmail, considerada inexpugnable, a orillas del río Danubio.
“Fue el primero en atacar al enemigo, que venía de los barcos y de la isla, al mando de tres columnas de desembarco. Estuvo presente donde más se le necesitaba, alentó el valor de sus subordinados, tomó el control de las baterías enemigas, hizo prisioneros y me trajo treinta estandartes del enemigo como trofeos de guerra”, escribió el general Alexánder Suvorov sobre José de Ribas.
En 1794, la emperatriz Catalina II encargó a José de Ribas que fundara una ciudad en el emplazamiento de la antigua fortaleza turca de Hadzhibey. Así nació Odesa (ahora en Ucrania), conocida como la “perla junto al mar”. El español consideró la construcción de esta ciudad la misión más importante de su vida. En su honor, la calle principal de la ciudad se llama ahora Deribassovskaia.
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2. Agustín de Betancourt y Molina
Natural de las Islas Canarias, Agustín de Betancourt (también conocido como Bethencourt) era onsiderado uno de los arquitectos e ingenieros con más talento de principios del siglo XIX. En 1807, decidió abandonar España, donde se iniciaba una grave crisis política, y partió hacia Rusia, donde fue enrolado en el séquito destinado a “misiones especiales del emperador Alejandro I”.
“El emperador y todos los miembros de la familia imperial me recibieron con respeto, y yo no me lo esperaba”, escribió Betancourt en una carta a su hermano, que estaba en Madrid. “Informo personalmente al emperador sobre los casos que me ha confiado y cada día recibo pruebas de que está satisfecho con mi servicio. Le aseguro que no me trata como un sirviente sino como un amigo”.
Con total libertad de acción, el español se involucró en proyectos completamente diferentes: desde la construcción de puentes e iglesias hasta el desarrollo de máquinas de vapor para la industria papelera.
Fue Betancourt quien construyó el primer aserradero de Rusia en San Petersburgo y el famoso Manège de Moscú, que a día de hoy es uno de los principales centros de exposiciones del país.
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3. Jaime de Borbón
Pretendiente al trono de España, el duque de Madrid Jaime de Borbón apenas visitó la Península Ibérica, debido a los fracasos que sufrieron los Borbones españoles en su lucha por el poder en el país.
El duque Jaime vivió y estudió en varios países europeos hasta que llegó a Rusia en 1896, donde le esperaba una brillante carrera militar. El español, que alcanzó el grado de coronel, consiguió servir en la guardia imperial, participó en la intervención de la Alianza de las Ocho Potencias en China en 1900 y en la guerra ruso-japonesa de 1904-1905.
En el campo de batalla, el aristócrata español estuvo siempre en primera línea, demostrando un enorme valor. En una de las batallas contra el ejército japonés, el general ruso Alexánder Samsonov trató de conducir al duque fuera de la zona de peligro, recordándole que España lo necesitaba vivo. “¡General, si fuera un cobarde, no sería digno de mi país!”, habría respondido entonces Jaime de Borbón.
El duque de Madrid, que dejó el servicio ruso en 1910, nunca llegó a ser rey. En los veinte años siguientes, siguió recorriendo los países de Europa, visitando periódicamente España, hasta que terminó sus días en París en 1931.
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4. Enrique Líster
Enrique Lister fue el primer coruñés que visitó la URSS, en 1932. El Partido Comunista Español le envió a recibir formación militar y política en Moscú.
Además de sus clases, Enrique participó activamente en la construcción del metro de la capital rusa.
Durante la Guerra Civil española, Lister participó en la formación de la milicia popular y comandó el V Cuerpo del Ejército Republicano. Tras la victoria de los franquistas, regresó a la URSS, donde pronto tuvo que volver a participar en la guerra.
Con el nombre de Eduard Lissítsin, Lister luchó en el Ejército Rojo contra los alemanes y recibió el alto rango de general de división. Tras el final de la guerra, se trasladó a Yugoslavia y en 1977, tras la muerte de Franco, regresó a su España natal.
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5. África de las Heras Gavilán
Durante más de 45 años, la española de origen marroquí África de Las Heras Gavilán trabajó para los servicios secretos soviéticos. Comenzó a cooperar con la URSS en 1937 en Madrid, en plena Guerra Civil, y la agente se ganaría más tarde el nombre en clave de “Patria”. Tras la derrota de la República, ella, como muchos comunistas españoles, acabó en Moscú.
En la primavera de 1942, terminó sus cursos como operadora de radio y se unió al destacamento de reconocimiento y sabotaje Pobedíteli. “Recibimos telegramas de treinta grupos de combate. Cifrado, transmisión, recepción, descifrado... Apenas tuvimos tiempo de dormir. Había una disciplina de hierro en nuestro destacamento, éramos soldados por amistad, como verdaderos hermanos”, escribió África en sus memorias.
En 1946, África de las Heras Gavilán recibió una oferta para trabajar en una unidad de inteligencia extranjera ilegal. Obligada a cortar todos los lazos con la familia y los amigos, se fue a América Latina, donde trabajó durante muchos años.
Desde principios de la década de 1970, la española vivió en Moscú, donde formó a futuros agentes de inteligencia. Varias operaciones llevadas a cabo por África de las Heras Gavilán siguen siendo secretas a día de hoy.
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