Diego Rivera, el artista mexicano que se enfrentó a Stalin y a los Rockefeller
Diego Rivera (1886-1957), famoso muralista mexicano, fue considerado un honorable amigo de la Unión Soviética durante mucho tiempo. Era comunista, visitó la URSS en varias ocasiones e hizo una serie de dibujos del pueblo soviético. Se ofreció incluso a pintar un retrato de Stalin.
Sin embargo, estos planes nunca llegaron a materializarse. El artista mexicano expresó sus opiniones sin temor y fue muy crítico con algunos temas del arte socialista soviético.
A Rivera le decepcionaba que los artistas soviéticos modernos pasaran por alto las tradiciones artesanales de los campesinos rusos. “Mira tu pintura de iconos, los maravillosos bordados y las cajas barnizadas, las tallas de madera y cuero, los juguetes. La gran herencia que no conoces y no usas”, afirmó.
Estas opiniones resultaban inaceptables para los círculos artísticos soviéticos, donde Rivera se hizo muchos enemigos. Sin embargo, la razón principal por la que el artista mexicano se convirtió en una persona non grata en la URSS fue política.
Rivera apoyó a Lev Trotski en el encarnizado duelo que este mantuvo con Stalin. Llegó a alojarlo en su casa de México después de su exilio de la Unión Soviética.
La ruptura con la Rusia de Stalin no significó una ruptura con el comunismo. Rivera continuó promoviendo los ideales socialistas incluso mientras trabajaba para los Rockefeller a principios de la década de 1930.
Abby Aldrich Rockefeller era una gran admiradora de su creatividad y los magnates estadounidenses lo contrataron para pintar un gran fresco en su rascacielos, situado en el la Plaza Rockefeller de Nueva York.
Los Rockefeller imaginaron al artista en un punto de inflexión, mirando hacia el futuro a la vez que se arraigaba en el pasado, una mezcla de incertidumbre y esperanza, aunque finalmente elegía buscar un futuro nuevo y más optimista.
Rivera respondió a su manera. En el mural El hombre en el cruce de caminos, aparece una persona que se encuentra entre el mundo capitalista –lleno de guerras, crueldad y pecado–, y el prometedor nuevo mundo del socialismo, el mundo del trabajo y la hermandad.
Los Rockefeller estaban dispuestos a aceptar el mural si eliminaba a Lenin. A pesar de las numerosas solicitudes de Nelson Rockefeller para reemplazarlo con la imagen de un desconocido, Rivera se negó.
Los Rockefeller decidieron entonces raspar el fresco de la pared. Más tarde Rivera recreó el fresco en México y lo rebautizó como El hombre controlador del universo, añadiendo imágenes de Trotski, Karl Marx y Friedrich Engels, que no estaban presentes en el original.
Poco antes de su muerte, Rivera hizo las paces con los líderes soviéticos y visitó la URSS por última vez.
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