Cómo la URSS desfiguró edificios históricos en nombre del progreso
Para un turista amante de la arquitectura, pasear por el viejo Moscú puede ser toda una experiencia chocante. Un minuto se encuentra admirando la exquisita fachada de un edificio antiguo de estilo barroco, imperio o clasicismo, y al siguiente levanta la cabeza y ve una monstruosidad sin carácter encaramada sobre el edificio original, aumentando su altura en un par de pisos más. Y no, lamentablemente no se trata de un espejismo.
Existe la creencia generalizada de que una parte significativa de los edificios prerrevolucionarios de Moscú fueron destruidos en la guerra o demolidos como parte del plan maestro de Stalin de 1935 para la renovación de la ciudad. Si bien esto es cierto en parte, un número aún mayor de edificios históricos se perdieron como resultado de numerosos proyectos de reconstrucción y renovación. Por ello, muchos de los edificios de los siglos XVIII y XIX que sobreviven en la ciudad han cambiado radicalmente de aspecto, convirtiéndose en monumentos de las extrañas transformaciones de la historia rusa.
Nuevas viviendas para ‘nuevos’ habitantes
En la mayoría de los casos, la reconstrucción de antiguas mansiones aristocráticas y de comerciantes, así como de edificios de vecindad, fue necesaria para modernizarlos y adaptarlos a nuevas funciones. La primera oleada de estas renovaciones tuvo lugar en la década de 1920-1930, cuando las recién creadas autoridades soviéticas necesitaban resolver urgentemente la escasez de viviendas. Empezaron a añadir pisos a edificios de tres y cuatro plantas que normalmente albergaban dormitorios u oficinas administrativas. Las mansiones de uno y dos pisos casi siempre tenían áticos, y éstos solían convertirse en apartamentos comunales dividiendo burdamente con tabiques amplios salones decorados con molduras de estuco y frescos. Los arquitectos que acometían estos proyectos de renovación rara vez se preocupaban por conservar el estilo original del edificio. De hecho, ocurría todo lo contrario.
Un ejemplo de este afán de eficiencia en la planificación urbana es un pintoresco edificio diseñado por Piotr Lavinon en el bulevar Smolenski, 10. Este edificio de tres plantas de estilo clásico con bandas de pladur talladas y una fachada de piedra decorativa se construyó en 1892 como edificio de apartamentos para varias familias. Durante una grave escasez de viviendas en la década de 1930, se creó encima un añadido constructivista de dos plantas y el edificio se convirtió en apartamentos comunitarios. El resultado es un edificio híbrido característico del desarrollo urbano de Moscú en el cambio de siglo, que se define por un grotesco contraste entre la arquitectura clásica y la vanguardista.
Una modernización similar sufrió la mansión de los Golitsin en Voljonka, que ahora pertenece al Museo Pushkin de Bellas Artes. La mansión de dos plantas (un bello ejemplo de la arquitectura clásica moscovita) fue reconstruida a finales de la década de 1920. Se cambió la austera fachada del edificio, que perdió un frontón que adornaba el pórtico central. Además, se le añadieron dos áticos, que durante mucho tiempo albergaron el Instituto de Filosofía de la Academia Rusa de las Ciencias. No obstante, hay que señalar que, a diferencia del edificio de viviendas del bulevar Smolenski, esta ampliación se realizó en un estilo coherente con el edificio original.
Hasta la actualidad
Este enfoque bárbaro siguió formando parte del urbanismo moscovita hasta finales del siglo XX. Por ejemplo, la mansión de la familia de comerciantes Lukutin (mecenas artísticos que respaldaron la producción de los famosos ataúdes Fedoskino) en el número 23 de la calle Vishniakovski , fue construida en el siglo XVIII. En 1910, los propietarios ordenaron añadir una planta más a la mansión de tres pisos con la idea de convertirla en un edificio de apartamentos. La pérdida definitiva del aspecto histórico del edificio tuvo lugar en la década de 1980, cuando se le añadieron dos plantas más. Como resultado, lo que una vez fue una mansión de estilo clásico se transformó en otro espécimen sin rostro de la arquitectura soviética.
Una de las últimas víctimas de los arquitectos soviéticos fue el edificio de viviendas Zavarzina, situado en el número 14 de la calle Lialin. Más de 80 años después de su construcción en 1907, al edificio art nouveau se le añadieron dos plantas más para albergar apartamentos residenciales.
La caída de la URSS no supuso el fin de la tragedia arquitectónica de Moscú. Una segunda oleada de renovaciones de edificios prerrevolucionarios tuvo lugar en los años 90 y principios de los 2000, cuando inversores privados compraron mansiones históricas por una miseria y les añadieron áticos, a menudo para albergar oficinas, ya que en aquella época Moscú tenía una grave escasez de centros de negocios modernos.
Un símbolo especialmente triste de la nueva era del desarrollo urbano fue la reconstrucción de una mansión de dos plantas en el número 20 de Málaya Dmítrovka, que en su día perteneció al poeta Alexéi Pleshcheyev. En 1999, el gobierno de la ciudad la cedió a un inversor privado, y el edificio fue desmantelado hasta su pared frontal e incorporado a un centro de negocios de alta tecnología.
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