Andréi Matvéiev, primer retratista ruso
Fue el primer pintor ruso que trabajó en retratos no religiosos y autorretratos. Y consiguió impresionar al pintor de la corte Louis Caravaque: estaba seguro de que Matvéiev llegaría lejos en el arte.
Se sabe muy poco del artista. La leyenda dice que Matvéiev, de niño, consiguió sorprender al emperador. Una vez, durante un servicio religioso en la catedral de Santa Sofía de Nóvgorod, Pedro el Grande se fijó en un niño que intentaba dibujar su perfil. Sorprendido por su talento, el emperador se lo llevó consigo. Pronto lo envió a estudiar a Holanda.
Matvéiev aprendió el arte de la pintura con Arnold van Boonen y en la Academia de las Artes de Amberes. Escribió personalmente a Catalina I sobre sus éxitos e incluso le envió varios de sus cuadros. Entre ellos, un retrato de la emperatriz como Minerva, la diosa de la sabiduría, el primer retrato laico de la historia de la pintura rusa.
De regreso a Rusia, el artista se incorporó al equipo de pintura de la Cancillería de Edificios. De Europa trajo la inusual para aquella época práctica de realizar pinturas no religiosas en los templos y decoró con ellas la catedral de San Pedro y San Pablo. También fue el primer artista ruso que se autorretrató, pintándose a sí mismo junto a su esposa Irina.
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