¿Qué ocurre en esta pintura del artista Vasili Perov?

Museo Ruso
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La obra ‘La comida’ fue prohibida para exhibición pública; incluso se prohibió fotografiarla. Solo se mostró por primera vez dieciséis años después de su creación, cuando el artista ya había muerto.

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Los críticos de la época escribieron sobre Vasili Perov: “Todo en él era severo, grave, serio y dolorosamente mordaz”. Las obras de este talentoso pintor eran valoradas por su veracidad, pero en ciertos círculos resultaban totalmente impopulares. No sorprende que, entre sus detractores principales, estuviera el clero. Perov no hacía concesiones a nadie y representaba a los sacerdotes con la misma imparcialidad con la que retrataba a policías, campesinos o terratenientes

Realismo inmoral

Galería Tretiakov
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A los representantes de la Iglesia no les entusiasmaba este enfoque. En 1861, el artista presentó dos cuadros con sacerdotes a la Academia Imperial de Artes de San Petersburgo. El primero, titulado Sermón en el pueblo, le valió una medalla de oro. El segundo, Procesión religiosa rural en Pascua, provocó un escándalo.

La causa fue el realismo con que Perov representó las celebraciones pascuales campesinas: el barro intransitable bajo los pies de los fieles, un anciano sosteniendo un icono boca abajo, un sacerdote ebrio incapaz de mantenerse en pie y un campesino dormido en el porche.

El cuadro fue retirado de la exposición de la Sociedad para el Fomento de las Artes y se prohibió mostrarlo o reproducirlo en el futuro. El filántropo moscovita Pável Tretiakov, que lo había comprado y expuesto sin dudarlo en su galería, fue advertido de que el Sínodo Santo pronto investigaría los motivos de su adquisición de aquella pintura “inmoral”.

Los límites del bien y del mal

Galería Tretiakov
Galería Tretiakov

Perov no abandonó el tema que había elegido y continuó creando obras que expresaban, al mismo tiempo, dolor por la condición humana humillada y fe en un posible cambio.

Durante un viaje de estudios por Europa, decidió pintar una escena de la vida monástica. Pero el trabajo se prolongó. En la primavera de 1866, el artista anunció que esperaba terminar La comida ese invierno y planeaba presentarla ante el Consejo de la Academia de Artes.

Museo Ruso
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Representó una cena monástica: sacerdotes sentados a una mesa suntuosamente servida. Criados van y vienen: uno lleva un plato con pescado al horno, otro se apresura a abrir otra botella, apremiado por uno de los comensales.

Los invitados se entregan sin freno a la glotonería. Algunos incluso deciden llevarse comida a casa, vaciando las ostras de sus platos en un pañuelo. Una comerciante corpulenta con un vestido lila, que ya ha pagado la cena, es conducida del brazo hasta la mesa, como una invitada de honor.

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La escena resulta aún más repulsiva cuando se observa que hay una mendiga sentada en el suelo con sus hijos, extendiendo la mano hacia una posible benefactora. Nadie le presta atención, ni siquiera al sacerdote que, postrado ante los comensales, parece esperar ser invitado a unirse a ellos.

Los monjes de la mesa contigua observan el banquete con asombro y disgusto. Su comida es mucho más modesta: sin ríos de vino ni manjares exóticos. Cerca, ajeno a todo, uno de los hermanos sigue rezando.

Aún hay esperanza

Museo Ruso
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En esta pintura, Perov representó un verdadero “ramo” de pecados capitales: no solo la gula, sino también la soberbia, la avaricia y la envidia. Parecía que “los límites entre el bien y el mal se habían borrado y desvanecido”.

Sin embargo, los rayos de sol que atraviesan las ventanas iluminan la mesa “vacía”, a los monjes que la ocupan y al sacerdote que reza ante la Biblia, como si ofrecieran una esperanza de un renacimiento espiritual.

El pájaro que vuela sobre ellos, símbolo del Espíritu Santo, refuerza esa idea. Si Él aún no ha abandonado esas paredes, entonces hay motivos para creer que todo puede cambiar. Perov también incluye citas evangélicas escritas en las paredes del refectorio como señales: “¡Lázaro, sal fuera!”, “No juzguéis para no ser juzgados”, “No se turbe vuestro corazón; creed en Dios, creed también en mí”. De ese modo, invita al espectador a mantener la fe.

Regreso al público

La comida, en la que Perov “representó a una comerciante banqueteando con monjes, tal como lo había visto en persona”, fue prohibida para su exhibición, según la publicación contemporánea Boletín de las Bellas Artes. Incluso se prohibió fotografiarla.

En 1875, el artista realizó algunos cambios en la obra, pero solo se exhibió tras su muerte, dieciséis años después de haberla terminado. En 1882–1883, una gran exposición de las obras de Perov se celebró en Moscú y San Petersburgo, donde el público pudo ver La comida por primera vez.