
10 palacios lujosos de San Petersburgo abiertos al público

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1. Palacio Stróganov

Una obra maestra barroca de Francesco Bartolomeo Rastrelli, situada a pocos pasos de la Plaza del Palacio, junto al puente Verde. El arquitecto italiano lo construyó con increíble rapidez entre 1753 y 1754, uniendo varias casas que pertenecían a los Stróganov bajo una misma fachada.
La mansión impresiona por la riqueza de sus interiores. Por ejemplo, el Salón de Arabescos replica con exactitud las Loggias de Rafael del Palacio de Invierno. Las copias de los famosos frescos vaticanos llegaron a Rusia en 1780 por encargo de Catalina II, y más tarde el conde Alexánder Stróganov, gran amante del arte, adquirió aquellas que quedaron sin uso.
Curiosamente, el palacio no tenía dormitorios: Stróganov prefería cambiar de estancia (había más de cincuenta) y podía dormir en cualquier sofá que encontrara. A finales de los años 80, el palacio pasó a ser una filial del Museo Ruso.
2. Palacio Yusúpov

Félix Yusúpov recordaba así su infancia en el palacio: “La casa parecía un museo. Había tantas obras de arte que uno podía caminar y mirar sin fin”. Los Yusúpov lo adquirieron en 1830 y lo convirtieron en una auténtica joya, como lo sigue siendo hoy. Sus salas impresionan: desde la escalera de mármol blanco y el salón morisco, reminiscente de la Alhambra, hasta el teatro doméstico de estilo rococó con palco imperial, y el gabinete privado con piscina de Félix. También aquí se halla la sala donde fue asesinado Grigori Rasputín.
3. Palacio Beloselski-Beloziorski

En este palacio con atlantes en la fachada tuvo lugar en 1889 el primer encuentro entre el zarevich Nicolás Alexándrovich y la princesa Victoria Alice Elena Luisa Beatriz de Hesse-Darmstadt, los futuros Nicolás II y Alexandra Fiódorovna. Situado junto al puente Ánichkov, fue centro de la vida social de la ciudad.
Se cree que su arquitecto, Andréi Shtakenshneider, se inspiró en las proporciones y el estilo del Palacio Stróganov. En 1884 fue regalo de bodas del gran duque Serguéi Alexándrovich y la gran duquesa Elizaveta Fiódorovna. Uno de sus últimos propietarios fue el gran duque Dmitri Pávlovich, implicado en el asesinato de Rasputín.
4. Palacio Vladímirski

¿Un palacio florentino con vistas al Nevá? Así luce la residencia del gran duque Vladímir Alexándrovich, hermano menor de Alejandro III. Su fachada muestra escudos de distintos principados y de la familia propietaria.
El interior se conserva espléndidamente, como si los dueños fuesen a aparecer en cualquier momento. El Salón de Roble destaca: un gran comedor de estilo ruso que parece una inmensa cabaña. El boudoir morisco de la gran duquesa María Pávlovna evoca cuentos orientales. Tras la revolución, se convirtió en la Casa de los Científicos.
5. Palacio Narishkin-Shuválov

De los bailes celebrados en este magnífico palacio a orillas del río Fontanka hablaba toda la ciudad: ¡a veces acudían más de mil invitados! Entre ellos, Pushkin, Briullov, Krylov y el emperador Alejandro I, pues la anfitriona, María Antónovna Naríshkina, era su favorita. Allí celebró su mayoría de edad el futuro Alejandro II. Actualmente, alberga el Museo Fábergé.
6. Palacio de Invierno

Casi todos los turistas lo visitan, ya que acoge el mundialmente famoso Museo del Hermitage. Fue residencia de los zares rusos, por lo que la visita a sus colecciones se hace entre fastuosos interiores. Imprescindible es la Escalera de Jordania, por la que antiguamente entraban los embajadores extranjeros, seguida de la galería militar y la Gran Sala del Trono.
7. Palacio Ménshikov

La primera construcción de piedra de San Petersburgo fue residencia del gobernador Alexánder Ménshikov. Con tres pisos, también fue la más alta de su tiempo. Aquí se recibía a embajadores, se celebraban bailes y asambleas, y la futura emperatriz Anna Ioánnovna celebró su boda con el duque de Curlandia.
Pero Ménshikov no disfrutó mucho del palacio: acusado de corrupción, fue desterrado. Cuatro salas conservan aún interiores de la época de Pedro el Grande.
Hoy es filial del Hermitage.
8. Palacio de la Isla Elaguin

En 1817, Alejandro I compró la isla Elaguin para su madre, la emperatriz viuda María Fiódorovna, ya mayor y fatigada por los viajes a Pávlovsk y Gátchina. Encargó el palacio a Karl Rossi, quien diseñó incluso las puertas, todas distintas entre sí.
Desde los años 60 del siglo XX es un museo.
9. Palacio Alexéievski

Alexéi Aleksándrovich, hijo de Alejandro II, construyó en la ribera del río Moika, cerca de los astilleros del Almirantazgo, ya que era jefe de la Marina Imperial.
Quería una residencia que recordara a un château francés, y así nació este palacio que parece salido del Loira.
Actualmente alberga la Casa de la Música.
10. Palacio Sheremétiev

El zar Pedro I regaló el terreno junto al Fontanka al mariscal de campo Borís Sheremétiev. Allí se levantó un palacio cuyo frente da al río, por lo que también se llama “Casa del Fontanka”.
Con el tiempo se convirtió en centro de la vida teatral de la ciudad. Su nieto, Nikolái Petrovich, construyó un teatro privado que atrajo a toda la élite. Allí actuaron Berlioz, Viardot, Liszt, Glinka… y fue donde Kiprenski pintó su célebre retrato de Pushkin.
Tras la revolución, sus alas se convirtieron en viviendas (en una de ellas vivió Anna Ajmátova), y el palacio albergó un museo y la Casa de la Ciencia Recreativa. Hoy es el Museo de la Música.