¿Quién era en realidad el ‘monje loco’ Grigori Rasputín?
Bobby Farrell, el cantante del grupo de pop Boney M., solía disfrazarse en el escenario de una versión de Rasputín en forma de personaje de dibujos animados para cantar su emblemática canción sobre el supuesto romance entre Rasputín y la emperatriz. Farrell murió en San Petersburgo el 30 de diciembre de 2010, exactamente en el 94º aniversario del asesinato de Rasputín en la misma ciudad. El artista llegó, actuó en una fiesta de empresa, cantó sus últimas líneas “rah-rah-Rasputín” y fue encontrado muerto en su habitación de hotel a la mañana siguiente. Esta coincidencia (¿o no?) es sólo un ejemplo de las misteriosas historias que envuelven la vida y, en este caso, incluso el más allá del famoso místico ruso.
“Pelo oscuro, largo y mal peinado; barba negra y espesa; frente alta, nariz ancha y prominente, boca musculosa. Pero toda la expresión del rostro se concentra en los ojos de un color azul lino, ojos brillantes, profundos, extrañamente atractivos. La mirada es a la vez penetrante y acariciadora, ingenua y astuta, atenta y distante. Cuando su discurso se anima, sus pupilas parecen cargarse de magnetismo”. Así es como Rasputín le pareció a Maurice Paléologue, el embajador francés en Rusia.
Es obvio que todos los que vieron a Rasputín quedaron impresionados con la comprensión de que había algo especial en esta persona. Fue admirado y odiado, pero no dejó a nadie indiferente. Para entender quién fue realmente Rasputín, debemos buscar sólo hechos documentados y probados sobre su vida.
Y lo más importante sobre Rasputín es el hecho de que, efectivamente, podía curar a la gente y, fundamentalmente, al zarevich Alexéi, hijo de Nicolás II, que padecía hemofilia, una enfermedad hereditaria que impide la coagulación de la sangre; básicamente, cada pequeño moratón o contusión de una persona con hemofilia provoca hemorragias prolongadas, incluso internas. Por increíble que parezca, las habilidades sanadoras de Rasputín fueron certificadas incluso por personas que lo despreciaban.
Fue capaz de curar al heredero
“No hay duda de que Rasputín poseía la técnica de la hipnosis terapéutica, aunque es imposible definir cómo funcionaba esta exactamente”, escribió el historiador ruso Ígor Zimín.
La Gran Duquesa Olga Alexandrovna, hermana de Nicolás II, escribió que, en 1907, cuando Alexéi tenía sólo tres años, se lesionó la pierna mientras jugaba en Tsárskoe Seló, la residencia de verano del Emperador. “Tenía círculos oscuros alrededor de los ojos <...> su pierna estaba hinchada hasta volverse irreconocible. Los médicos no sirvieron de nada”, escribió la Gran Duquesa. “Entonces Alix (la emperatriz Alexandra Fedorovna) envió un telegrama a Rasputín en San Petersburgo. Llegó alrededor de la medianoche. Para entonces, yo ya estaba en mi apartamento y, por la mañana, Alix me llamó a la habitación de Alexéi. No podía creer lo que veían mis ojos. El niño no solo estaba vivo, sino también sano. Estaba sentado en la cama, la fiebre parecía haber desaparecido, no había rastro del bulto en la pierna, sus ojos estaban claros, brillantes... Más tarde, supe por Alix que Rasputín ni siquiera tocó al niño, sólo se puso a los pies de la cama y rezó.”
Mijaíil Rodzianko, Presidente de la Duma Estatal, escribió: “Rasputín poseía una gran capacidad de hipnotismo. Creo que tenía un interés científico excepcional”. Otros tres miembros de la familia imperial -la Gran Duquesa Xenia Alexandrovna, hermana de Nicolás, su marido, el Gran Duque Alexánder Mijáilovich, y el Gran Duque Kíril Vladimirovich reconocieron independientemente las habilidades curativas de Rasputín en sus memorias.
Rasputín y la emperatriz Alexandra: no, no eran amantes
Grigori Rasputín procedía de una familia de campesinos de Siberia. De joven, tenía una salud débil y, probablemente para curarse y fortalecerse, empezó a hacer peregrinaciones a diferentes claustros y lugares sagrados de Rusia. En su pueblo natal de Pokrovskoie, en la gobernación de Tobolsk, se hizo famoso como “hombre de Dios”. Fue presentado a Nicolás y Alexandra por sus familiares en noviembre de 1905.
Sin embargo, en contra de la creencia popular, Rasputín no fue un invitado frecuente en el palacio del zar. En 1906, Rasputín se reunió con Nicolás y su familia dos veces; en 1907 - tres veces. Sydney Gibbes, que de 1908 a 1917 fue el tutor inglés de los hijos de Nicolás II, escribió: “La emperatriz creía en su rectitud, en su fuerza espiritual, creía que su oración ayudaba. Esa era la única forma en que lo trataba. Rasputín no visitaba el palacio tan a menudo como se decía. Fue llamado cuando la enfermedad de Alexéi se manifestó. Yo mismo lo vi una vez. Lo entendí así: un hombre inteligente, astuto y amable”·.
Alexandra Tegleva, que sirvió como niñera de los hijos del zar durante 17 años, escribió: “Sólo vi a Rasputín una vez, cuando se dirigía a la habitación de Alexéi". El sirviente de la habitación de Nicholas, Alexéi Volkov, testificó: “Yo mismo he visto a Rasputin en el Palaciodos veces. Fue recibido por el Emperador y la Emperatriz juntos. Estuvo con ellos unos veinte minutos, tanto la primera como la segunda vez. Nunca le he visto ni siquiera tomar el té con ellos".
La principal fuente de los rumores sobre las supuestas relaciones sexuales entre Rasputín y la Emperatriz fueron las cartas de Alexandra Fedorovna a Rasputín. Supuestamente fueron robadas a Rasputín por Iliodor (Trufanov), un monje ortodoxo que fue amigo de Rasputín hasta 1912, cuando tuvieron una gran discusión. Después de eso, Iliodor escribió El diablillo sagrado, un libro en el que publicó la carta de la emperatriz, e inmediatamente se convirtió en un éxito de noticias. Entonces, todo el mundo pensó que Rasputín se había acostado con la emperatriz, porque ella escribió: “Qué cansada estoy sin ti. Sólo descanso mi alma cuando tú, el maestro, estás sentado a mi lado y beso tus manos y apoyo mi cabeza en tus dichosos hombros. <...> Entonces deseo lo mismo: dormir, dormir para siempre sobre tus hombros, en tus brazos”.
Los historiadores coinciden en la opinión de que la emperatriz admiraba realmente a Grigori hasta el punto de sentir afecto, porque era capaz de curar a su hijo y calmar sus propias condiciones de tensión. Pero era imposible que la Emperatriz y Rasputín pudieran estar juntos a solas, sin sirvientes ni testigos, en el Palacio de Invierno o en cualquier otro lugar. Rasputín visitaba raramente los palacios y cada una de sus visitas estaba bien documentada. Y, en general, el abismo social entre un campesino y la emperatriz era demasiado grande para que tuvieran incluso relaciones amistosas, por no hablar de cualquier tipo de intimidad.
¿Quién demonizó a Rasputín y por qué?
Evgueni Botkin, el médico de la corte de la familia imperial, que fue asesinado junto a ellos en Ekaterimburgo en 1918, escribió: “Si Rasputín no hubiera estado allí, los opositores de la Familia Real y los organizadores de la revolución lo habrían creado con sus chismes de Ana Virúbova (una dama de compañía, la mejor amiga y confidente de la zarina Alexandra Fiodórovna - ed.), si no Viróbova, de mí, de quien sea, lo que sea”.
La mayoría de los críticos y detractores de Rasputín pertenecían a la nobleza. Estaban enfurecidos de que un muzhik, un campesino, un simplón, pudiera haber llegado a tener tal favor en la familia imperial. El propio Rasputín, por desgracia, dio pábulo a las habladurías, inventando historias sobre su influencia en la corte. Como escribió el historiador Alexander Bojanov, Rasputín no podía ocultar su orgullo. “Encontrándose como un huésped bienvenido en los apartamentos elegantes de la capital, habiendo obtenido acceso a una vida que ni siquiera había sospechado que existiera, el predicador siberiano se mantuvo sólo por un tiempo. Pronto, la comunicación con los zares intoxicó su naturaleza campesina. Rasputín empezó a creerse omnipotente, le gustaba impresionar a la gente con historias sobre su influencia y estas narraciones pasaban de boca en boca”.
En 1909, el servicio policial secreto de San Petersburgo afirmó que Rasputín era un “revolucionario”, pero no encontró ninguna prueba de ello. Más tarde, ese mismo año, la policía estableció una vigilancia sobre Rasputín, pero fue clausurada por orden del zar. La vigilancia se reanudó en 1914, después de que una campesina llamada Jionia Guseva intentara matar a Rasputín apuñalándolo; esta vez, los servicios secretos se dispusieron a proteger a Rasputín. “Temiendo que sea el blanco de las intenciones maliciosas de un grupo de personas desagradables, os ordeno que tengáis una vigilancia implacable sobre este caso y que lo protejáis de la repetición de tales intentos”, escribió Nicolás II al Ministro del Interior, Nikolái Maklakov.
Durante los dos últimos años de la vida de Grigori, la policía secreta trató de encontrar cualquier cosa que pudiera comprometerlo. “He establecido un doble control sobre Rasputín, he contratado a todos sus criados en su apartamento de San Petersburgo [como agentes], he establecido un puesto de vigilancia en la calle, he comprado un coche especial con conductores agentes para Rasputín y un carruaje especial de alta velocidad con un agente cochero”, dijo más tarde Stepan Beletski, el viceministro del Interior. “Entonces se descubrió a todas las personas que se acercaban a Rasputín o a sus allegados... Además, se estableció la más cuidadosa observación y encuesta de las personas que visitaban a Rasputín, aunque a él y a sus familiares no les gustaba”.
Sorprendentemente, toda esta vigilancia no encontró nada realmente comprometedor sobre Grigori. En sus peores momentos, se le vio borracho (varias veces) y se sabía que organizaba “fiestas” en su apartamento, cuando mucha gente, incluidas jóvenes afectuosas, acudían a él y escuchaban sus prédicas. No se descubrieron orgías, ni sectas clandestinas, ni conexiones con revolucionarios, nada que pudiera comprometer la imagen de Rasputín. Sin embargo, los médicos de la época no podían hacer nada, no conocían la naturaleza de la hemofilia del zarevich Alexéi y no tenían cura para ella, mientras que Grigoriy seguía ayudando al pequeño heredero con sus poderes hipnóticos.
Finalmente, como sabemos, Grigori Rasputín fue asesinado en San Petersburgo el 16 de diciembre de 1916, e incluso un miembro de la Familia Imperial, el Gran Duque Dmitri Pavlovich, estuvo involucrado.
El heredero, el pequeño Alexéi, quedó destrozado tras la muerte de Grigori. Serguéi Fedorov, otro médico de la corte, recordaría al heredero diciendo: “¡Ya no hay más santos! Había un santo, Grigori, pero lo asesinaron. Ahora me curan y rezan, pero es inútil. Y Grigori, solía traerme una manzana, me daba unas palmaditas en el lugar adolorido e inmediatamente me sentía mejor...”
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