Transiberiano, el ferrocarril más largo del mundo que une Occidente con Oriente
El Transiberiano no solo une Siberia y el Lejano Oriente con el resto de Rusia, sino que ha creado una cadena de nuevas ciudades y pueblos en los rincones más remotos del país. Hoy en día, el ferrocarril se ha convertido en una de las rutas turísticas más importantes de Rusia.
Las ciudades más grandes a lo largo del trayecto son Vladivostok, Jabárovsk, Irkutsk, Ekaterimburgo, Nizhni Nóvgorod y Moscú. Un nuevo sistema de compra de billetes permite adquirir un tour Hop On-Hop Off, para pasar varios días en cada una de estas ciudades. Russia Beyond te invita a recorrer el mítico trayecto.
Vladímir
La antigua Vladímir se encuentra a orillas del río Kliazma y es lugar de destino y partida de los viajeros que llegan o van a Moscú y Nizhni Nóvgorod. Es de especial interés para los turistas que quieren conocer el Anillo de Oro. La ciudad es un asentamiento histórico, con un trazado muy sencillo y arquitectura clásica de los siglos XVIII y XIX. También cuenta con muchas infraestructuras típicas de la época soviética.
Históricamente, Vladímir era una ciudad mercantil, porque estaba situada en la ruta comercial hacia Nizhni Nóvgorod. Hoy, Vladímir es una ciudad bastante industrial.
Lo que tiene mayor importancia histórica es, sin duda, el Kremlin. No se trata de un conjunto arquitectónico amurallado sino que constituye toda una zona de la ciudad, que se extiende desde la Puerta Dorada hasta el monasterio Rozhdéstvenski (Natividad, en español). En 1164, la ciudad fue rodeada con un muro protector y un foso defensivo. La Puerta Dorada, hecha construir por el príncipe Andréi Bogolyubski, ha sido reconocida por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad.
Nizhni Nóvgorod
En siglos anteriores, Nizhni Nóvgorod fue un importante centro económico, cultural y de transportes de Rusia, ubicado en la confluencia estratégica de los ríos Oka y Volga. Gran parte del centro de la ciudad se construyó según los cánones de los estilos arquitectónicos neorruso e Imperio estalinista.
El museo de arte de Nizhni Nóvgorod se abrió al público en 1896. Tiene una galería extraordinaria que ha acogido más de 12.000 exposiciones, así como una enorme colección de obras de artistas rusos, como Víktor Vasnetsov, Karl Briullov e Iván Shishkin. No obstante, lo que hace esta galería sumamente importante es la impresionante colección de arte vanguardista ruso, con obras de Malévich y Vasili Kandinski.
El Kremlin de Nizhni Nóvgorod está en el centro de la ciudad antigua y ocupa un área relativamente pequeña sobre una colina. Originalmente, la muralla del Kremlin medía casi 2,5 km de largo, unos 180 metros menos que la de Moscú. Todavía se mantienen en pie once de las trece torres originales.
Perm
Perm se encuentra a orillas del Kama, el quinto río más largo de Europa después del Volga, el Danubio, el Ural y el Dniéper.
Hay muchos lugares para visitar en la ciudad, como la galería de arte Perm, con sus abundantes exposiciones, y el Museo de Historia de la Represión Política “Perm-36”. Este último fue antiguamente un campo y escuela de entrenamiento para los condenados por delitos especialmente peligrosos contra el Estado.
Hay también diferentes tipos de teatros en Perm: el Teatro de Ópera y Ballet de Perm, el Teatro de Drama de Perm y el Teatro de la Juventud. La famosa figura teatral Serguéi Diáguilev pasó su infancia y adolescencia en Perm. Las “Estaciones rusas” de Diáguilev (“Los ballets rusos”, en español), estrenados en París a principios del siglo XX, hicieron que los bailarines de ballet rusos entraran en la historia de la cultura mundial.
Ekaterimburgo
La ciudad situada a 33 horas en tren al este de Moscú y más allá de los Urales, se encuentra en el umbral entre Europa y Asia. La línea divisoria imaginaria atraviesa 12 obeliscos reales que marcan la frontera a lo largo de la cordillera montañosa de los Urales. Uno de estos obeliscos está situado a 16,9 kilómetros de Ekaterimburgo.
Durante la era soviética, la ciudad (entonces llamada Sverdlovsk) era un centro industrial. Hoy, probablemente, es más conocida por ser el lugar donde, en 1918, murió Nicolás II, el último zar, junto con su familia y sirvientes, a manos de los bolcheviques. La Casa Ipátiev, donde se consumó la orden, fue derribada en 1977 por orden de Borís Yeltsin.
Ekaterimburgo da la sensación de ser algo así como una mezcla de las dos ciudades más grandes de Rusia: tiene el ajetreo y el bullicio de Moscú combinado con la arquitectura prerrevolucionaria, el agua y los espacios verdes de San Petersburgo. A este lado de los Urales, las casas de madera de la ciudad contrastan notablemente con las torres y edificios de dos plantas, lo que le confiere un aire diferente al de muchas otras ciudades rusas.
Novosibirsk
Novosibirsk es el principal nudo ferroviario del Transiberiano. La ciudad fue construida en las estepas siberianas a principios del siglo XX y prosperó durante la época estalinista.
El centro histórico de Novosibirsk está compuesto por un conjunto de edificios que, en su gran mayoría, tienen el mismo aspecto soviético.
Novosibirsk se caracteriza por la belleza de sus lugareñas, tan abundante como las copiosas nevadas. Cuenta con un teatro de ópera colosal con intérpretes de primera línea, una enorme estación de tren, un Akademgorodok (un enorme barrio periférico dedicado a la educación y a la ciencia con laboratorios, centros de investigación, áreas residenciales y una excelente infraestructura).
Lo principal que hay que tener en cuenta cuando se viaja a Novosibirsk en invierno es que los siberianos sienten frío y se abrigan, incluso si es incómodo y no esté de moda.
Krasnoyarsk
Krasnoyarsk es una de las paradas más importantes de los viajeros del Transiberiano. De hecho, es un lugar perfecto para esto: puedes pasar aquí un día o dos de forma tranquila o atreverse con los deportes de riesgo.
Entre las principales atracciones de esta ciudad siberiana están la reserva natural de Stolby y la estación de esquí Bobrovi Log. Resultaría bastante fácil pasarse un día entero en Krasnoyarsk solo paseando por la reserva natural. En la cima de la montaña se puede almorzar con todo esplendor, disfrutando de las vistas de las copas de miles de pinos siberianos.
La ciudad misma es un lugar agradable por el que vale la pena perderse. Dispone de una gran variedad de restaurantes de comida internacional: a los obligatorios puestos de sushi en Krasnoyarsk se suma la oferta de cafés regentados por chinos e indios.
Irkutsk
Es uno de los centros neurálgicos de la ruta del Transiberiano y el punto desde el cual se puede explorar el gran lago Baikal, inscrito en la lista de Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO y también escogido como una de las Siete Maravillas de Rusia. No es difícil descubrir por qué.
Los autobuses o las furgonetas hacia la isla de Oljón, en la orilla occidental del lago Baikal, parten justo de detrás de la estación principal de tren. Las maltrechas casas de la isla son de madera y está claro que el turismo es la principal fuente de ingresos de la zona. Los abalorios de la (relativamente) cercana China, artículos de piel y estatuillas del lago y de Irkutsk se venden en los escasos establecimientos turísticos. La ropa tradicional rusa como las válenki, botas de fieltro diseñadas para los duros inviernos, son también muy populares.
Jabárovsk
Con un total de 6,7 millones de personas, Jabárovsk es uno de los territorios menos poblados del mundo. La ciudad figura en diversas encuestas entre los mejores entornos para hacer negocios de Rusia, lo cual ilustran bien los cafés y centros comerciales que salpican el centro de la ciudad. Allí, se ven rascacielos en construcción en diferentes localizaciones, así como a mujeres, subidas a una máquina elevadora especial, regando con esmero las flores que cuelgan de lo alto de las farolas.
Vladivostok, donde “acaba” el país
Los habitantes de la Rusia europea consideran Valdivostok el final del país, pero los lugareños ven su ciudad como el principio: al fin y al cabo, el sol sale por el este. Cuando se inició la construcción de la línea del Transiberiano la piedra inaugural se puso precisamente aquí.
Cuando el primer ministro soviético, Nikita Jruschov, visitó Vladivostok en 1959, después de un viaje a los Estados Unidos, declaró que la ciudad sería el “San Francisco soviético”.
La ciudad compensa cualquier inconveniente ofreciendo innumerables oportunidades para ver el variado paisaje de la región, con unas vistas increíbles desde casi todas las azoteas. El lugar más popular para ver la ciudad, sin embargo, es el mirador del funicular en la colina Orlínaya.
Los topónimos soviéticos, una serie de edificios prerrevolucionarios que aún se quedan en pie, los puentes del siglo XXI, entre otras cosas, contribuyen a crear un color inusual que es imposible encontrar en otra ciudad rusa.
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