Cuando Rusia estuvo a punto de vender Alaska a… Liechtenstein
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De Londres a Vaduz: los posibles destinos de Alaska
La opción británica parecía lógica. Reino Unido ya controlaba Canadá, y Alaska habría encajado como una extensión natural de sus dominios en Norteamérica. Sin embargo, el primer ministro británico de la época rechazó la propuesta: la distancia, las dificultades logísticas y la aparente falta de valor económico de la región hacían que la compra pareciera un gasto inútil.
Fue entonces cuando surgió una de las candidaturas más sorprendentes: Liechtenstein, un pequeño principado alpino de apenas 160 km². Aunque reducido en tamaño, ya era entonces un Estado próspero. Además, sus príncipes mantenían estrechos vínculos con la aristocracia rusa. No era descabellado pensar que pudieran embarcarse en una operación así.
El ‘no’ del príncipe
El príncipe de Liechtenstein, Johan II, inició conversaciones con Rusia para adquirir Alaska, pero pronto las descartó. El territorio estaba demasiado lejos, su tamaño era inmenso y su clima extremadamente duro. En ese momento, nadie había descubierto aún el oro que más tarde cambiaría la historia de la región. Administrar Alaska desde Vaduz habría sido, como mínimo, una pesadilla logística.
Como explican en Russia California News, la historia quedó guardada en los archivos de la casa principesca, y en 2018 el actual príncipe, Hans-Adam II, confirmó que la propuesta de compra fue real y seria. Sin embargo, su antecesor, el príncipe Francisco, consideró que no aportaría beneficios al Estado… y se negó.
La venta a Estados Unidos y las burlas de la prensa
Tras el rechazo de Liechtenstein, Rusia volvió su mirada hacia Estados Unidos. El presidente Andrew Johnson aceptó el trato, aunque la operación fue ridiculizada por parte de la prensa norteamericana, que la calificó como “tirar el dinero en un pedazo de hielo y nieve”.
Pero la suerte cambió. Poco después, en plena fiebre del oro, Alaska produjo entre 350 y 400 toneladas del metal precioso, equivalentes hoy a unos 36.000 millones de dólares. La “compra inútil” se convirtió en un acierto histórico.