Así fue la espeluznante boda organizada por la emperatriz Anna Ioánnovna en una casa hecha de hielo
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La emperatriz mantenía en la corte a todo un plantel de bufones para su entretenimiento: enanos, gigantes, jorobados y extranjeros exóticos. Su favorita era la diminuta Avdotia Buzhenínova, una Calmuca o una Kamchaka de piel brillante.
Valery Jacobi, «Los bufones de la corte de Anna Ioánnovna » (1872)
A finales de 1739, la emperatriz decidió dar a Avdotia en matrimonio. Y eligió como novio a un bufón apodado Kvasnik.
Kvasnik fue una vez el príncipe Mijaíl Golitsin. Debido a su amor por una mujer italiana, se convirtió al catolicismo, lo que provocó la violenta ira de Anna Ioánnovna.
El príncipe fue desposeído de sus bienes, trasladado al bufón y obligado a servir a la soberana y a sus invitados kvasnik, de ahí el apodo. La emperatriz no sólo aprobó la burla de sus cortesanos hacia el desafortunado, sino que la alentó de todas las maneras posibles.
Valery Jacobi, «Palacio de hielo» (1878)
Para la boda del bufón se construyó toda una casa hecha de hielo. Todos los muebles, la vajilla e incluso la comida eran también de hielo.
El 17 de febrero de 1740, los recién casados fueron introducidos en una jaula que transportaba un elefante de verdad. Al cortejo nupcial asistieron varios centenares de personas de cada nacionalidad, traídas a San Petersburgo desde todos los rincones del imperio y vestidas con sus trajes nacionales.
Golitsin y Buzhenínova se casaron en una iglesia y pasaron la noche en una casa de hielo, habiendo colocado previamente soldados en la entrada para que no pudieran salir. Todo el mundo estaba seguro de que morirían, pero los desafortunados sobrevivieron milagrosamente, aunque pasaron mucho frío.
Tras la muerte de Anna Ioánnovna en octubre de ese mismo año, el séquito de bufones se dispersó. El príncipe recuperó su puesto y parte de sus bienes. No abandonó a su Avdotia y vivió con ella en matrimonio hasta 1742, cuando la pobre murió al dar a luz.
