Cómo una princesa rusa que quemó ciudades enteras acabó convertida en santa
La primera mujer reconocida como santa en Rusia fue inicialmente una pagana, que saltó a la fama tras su brutal venganza por la muerte de su marido. Sin embargo, más tarde llevó el cristianismo a las tierras rusas y educó a su nieto, el príncipe Vladímir, quien, en consecuencia, bautizó a todo el país.
Los cuatro graves actos de venganza de la princesa Olga
Olga apareció en la escena histórica tras la muerte de su esposo, el príncipe Ígor de Kiev, en 945, según la crónica rusa El relato de los años pasados (la Crónica Primaria de Rus). Fue brutalmente asesinado cuando recaudaba impuestos de las tribus drevlianas, subordinadas a Kiev. Lo ataron a dos álamos doblados y, cuando estos se enderezaron, lo partieron en dos.
Tras acabar con el príncipe de Kiev, los drevlianos decidieron que también podían apoderarse de su trono. Para ello, se propusieron casar a su príncipe Mal con la joven viuda de Ígor y le enviaron casamenteros.
A pesar de su juventud, la princesa Olga se dio cuenta del peligro que corría ella y toda la Rus de Kiev. Cuando un barco con 20 mensajeros drevlianos llegó a Kiev, decidió no rechazarlos; al contrario, ordenó a sus sirvientes que levantaran el barco y lo llevaran en brazos hasta Kiev como señal de honor y respeto hacia los drevlianos. Cuando llegaron a la ciudad, los mensajeros fueron arrojados vivos a una profunda fosa especialmente cavada.
Como no había nadie que informara a los drevlianos del destino de sus enviados, creyeron a un mensajero que llegó desde Kiev, que dijo que Olga estaría encantada de casarse de nuevo, pero quería que los drevlianos enviaran a sus gentes más nobles como casamenteros para ella. Esta vez, los mejores representantes de las tribus drevlianas, mercaderes y boyardos, se dirigieron a Kiev. Olga les dijo que se lavaran tras el viaje antes de poder verlos y hablar con ellos. Cuando los mensajeros fueron a hacerlo, se les encerró en la sauna (bania rusa), que poco después fue incendiada.
Después de eso, habiendo llevado consigo sólo a un pequeño número de guardias, Olga se presentó ante los drevlianos y les dijo que, de acuerdo con una tradición eslava, prefería celebrar un banquete fúnebre (trizna) en el lugar de la muerte de su marido, en suelo drevliano. Los habitantes de la tribu se preguntaron dónde estaban los casamenteros que les habían enviado, pero Olga les tranquilizó diciendo que viajaban con sus guardias. Al llegar a la tumba de Ígor, organizó una gran fiesta conmemorativa, en la que los drevlianos bebieron y los guardias de Olga les sirvieron. En cuanto los primeros se emborracharon, los de Olga los mataron.
Sin embargo, esto no fue el final. En 946, Olga y su gran ejército se adelantaron y atacaron a los drevlianos, sitiando su principal ciudad, Iskorosten. Los drevlianos les plantaron cara, y los kievanos fueron incapaces de derrotarlos durante un año. Olga envió entonces mensajeros a la ciudad, sugiriendo poner fin al asedio y alcanzar la paz a condición de que los drevlianos accedieran a entregarle un pequeño tributo: tres palomas y tres gorriones de cada hogar. El desprevenido enemigo cumplió su condición, pero, al oscurecer, Olga ordenó atar un palo de material inflamable a cada ave, encenderlo y soltarlas. Todas volaron a sus tejados, que en aquel momento estaban cubiertos de heno, y toda la ciudad ardió al instante. Los drevlianos, presas del pánico, huyeron de la ciudad y el ejército de Kiev les salió al encuentro. Tras la caída de la ciudad, Olga impuso un impuesto a las tribus locales que debía ingresarse en el tesoro de Kiev.
La sabiduría de Olga
A pesar de una venganza tan sofisticada, Olga no era, ni mucho menos, una castigadora estrafalaria. Semejante represión contra los drevlianos en aquellos violentos tiempos paganos sirvió como demostración visual de que no había forma de hacerse con el trono de Kiev que había perdido a su príncipe reinante. Además, tales acciones también le otorgaron apoyo dentro del país: tanto sus guardias como la nobleza local se dieron cuenta de que era una gobernante decidida y políticamente madura.
Olga también visitó las tierras bajo el dominio de Kiev y estableció allí los llamados pogosti i uroki, es decir, la cantidad exacta de impuestos que debían pagarse y los centros administrativos donde debían recaudarse. Comprendió que su marido había muerto, en gran medida, debido a que nunca se había determinado la cuantía del impuesto ni las normas sobre cómo debía recaudarse. A partir de la época de Olga, los representantes del soberano no sólo se encargaban de recaudar los impuestos, sino que también los controlaban y resolvían los casos judiciales, mientras que el príncipe no tenía que recaudarlos él mismo. De hecho, Olga logró crear la primera estructura administrativa, que permitía al gobernante obtener impuestos e información relevante a través de sus subordinados sin tener que salir de la capital.
Así, ya en su juventud, Olga se ganó el apodo de “la más sabia de todas”. Esta característica también se apoya en una leyenda que cuenta su origen y la forma en que conoció al príncipe Ígor. Mientras cazaba cerca de Pskov, Ígor pidió a un barquero que le llevara al otro lado del río, pero, ya en una barca, vio que se trataba de una joven y hermosa muchacha. Según las costumbres de la época, estaba seguro de que una plebeya difícilmente se opondría a las atenciones del príncipe, pero la muchacha se opuso con decisión, prometiendo, según una leyenda, ahogarse en el río o arrojar allí al príncipe, como cuenta otra. El príncipe quedó tan impresionado por su belleza, su carácter y su sentido común que, en cuanto decidió casarse, ordenó buscar a esa misma Olga.
Bautizo en Constantinopla
La sabiduría de Olga consistía también en que ya no se conformaba con las creencias paganas de su pueblo. Cada vez prestaba más atención a los cristianos, cuyo número iba en aumento en Kiev. Los historiadores no tienen un criterio unificado sobre lo que llevó a Olga a actuar: su afinidad personal por el cristianismo o los intereses políticos y la comprensión de que una fe más “avanzada” era necesaria para el desarrollo del país. Sea como fuere, Olga decidió adoptar el cristianismo y, con esta idea en mente, se dirigió a la capital bizantina, Constantinopla.
Sobre el viaje de Olga, al igual que sobre todo su reinado, giran multitud de leyendas. Una de ellas cuenta que el emperador Constantino Bagrianorodni, que más tarde se convertiría en padrino de Olga, intentó proponerle matrimonio, pero Olga lo eludió magistralmente.
Cuando regresó a Kiev, se convirtió en la primera cristiana de Rusia (al menos de ascendencia noble). Su ejemplo no influyó en su hijo Sviatoslav, que siguió siendo pagano hasta su muerte. Sin embargo, el nieto de Olga, Vladímir, que había sido criado por la princesa, según una leyenda, no sólo se bautizó a sí mismo, sino que bautizó a toda la Rus. Además, tras el regreso de Olga, en Kiev se construyeron iglesias cristianas (se cree que Olga fue pionera de la construcción en piedra en Rus), se celebraron servicios y aparecieron en la ciudad sus propios sacerdotes. El cristianismo ya no era visto por los habitantes como algo extraño o ajeno, y la gente se bautizaba cada vez más.
Igual a los apóstoles
Olga murió en el año 969 y empezó a ser venerada como santa entre 972 y 978. Fue canonizada como la primera cristiana de la Rus y “la más sabia de todas las personas”. Su venganza pagana contra los drevlianos no contó, ya que había ocurrido en su vida “anterior”, antes de su bautismo. Su biografía dice: “La princesa Olga gobernó las tierras rusas a su cargo no como una mujer, sino como un hombre fuerte y sensato”. La veneración por Olga era tan profunda que, en 1547, fue reconocida no sólo como santa, sino como igual a los Apóstoles. Sólo hay cinco mujeres así en el mundo, entre ellas María Magdalena.
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