Cómo un español encontró su destino en Rusia

Archivo personal Juan junto a su esposa rusa Katia
Archivo personal
Juan Oliveira llegó a San Petersburgo hace nueve años para enseñar español. Más tarde abrió su propia escuela de idiomas, se casó con una chica de Yakutia y se enamoró de la literatura rusa.

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Juan es del pequeño pueblo español de Finisterre. Es profesor de español y ha vivido en el Reino Unido, Japón e Italia, pero no lograba encontrar su lugar ni encajar en la sociedad en ningún sitio. Por eso envió su currículum a escuelas de diferentes países y recibió respuestas de varias, aunque eligió San Petersburgo porque, de repente, sintió interés por conocer mejor Rusia.

Su familia estaba preocupada: “¡Qué haces! ¡Está tan lejos! ¡Qué miedo!”. Pero él no tenía miedo.

Archivo personal 'Mis alumnos me llaman Juan Juánovich. Mi papá es Juan Segundo y en nuestra familia, yo ya soy Juan Tercero'
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"La imagen de Rusia que muchos españoles tienen en la cabeza fue creada por los estadounidenses durante la Guerra Fría: los rusos son agresivos, comunistas y todo ese bla, bla, bla. En la aduana, de hecho, había gente con expresiones muy serias que preguntaba: '¿Por qué estás aquí? ¿Qué quieres hacer aquí?'. Pero luego todo eso quedó atrás y empecé a vivir como en España".

Juan, el petersburgués

Archivo personal Juan, junto a sus parientes españoles y su esposa rusa, en Tsárskoye Seló, cerca de San Petersburgo
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Juan adora San Petersburgo. Cuando se celebró el Mundial de Rusia en 2018, su hermana, otros familiares y amigos visitaron la ciudad. Todos quedaron impresionados por la arquitectura, las noches blancas, el ballet El lago de los cisnes en el Teatro Mariinski y también por las tiendas y restaurantes locales.

Durante estos nueve años en Rusia nunca se ha arrepentido de mudarse, aunque al principio fue duro.

“Al principio trabajaba en un campamento de invierno con niños. Llevaba ropa insuficiente: una chaqueta fina española y zapatillas deportivas. Tenía que caminar del metro al trabajo. La nieve me llegaba hasta las rodillas. Caminaba sin entender: ¿por qué no cancelan las clases?”

Para un español fue difícil no ver el sol durante varios meses. Incluso un optimista como Juan casi se rindió entonces. Pero después llegó Katia a su vida.

Esposa rusa

Aechivo personal Juan y Katia en España
Aechivo personal

Cuando Juan le dijo a su familia que iba a casa con una chica rusa, esperaban a una rubia de ojos azules. Pero cuando llegó Katia, de Yakutia, su madre preguntó en voz baja: “¿Esta chica asiática es realmente de Rusia?”. “¡Sí, mamá, de Siberia!”, respondió Juan riendo.

“Le di a mi familia toda una charla sobre lo enorme que es Rusia, la cantidad de grupos étnicos que tiene y lo diferente que puede ser la gente”.

Juan admite que, sin su Katia, podría haber muerto varias veces. Durante su primer año en Rusia estuvo muy enfermo, y Katia buscó médicos y lo cuidó. Cualquier problema con documentos o trámites lo resolvieron juntos.

Juan aún no ha estado en Yakutia, tierra de su esposa. Prefiere pasar las vacaciones de verano en España y le da miedo ir en invierno, ya que es el lugar más frío del planeta.

“Tengo muchas ganas de ir al Ysyaj, la principal fiesta nacional de los yakutos, que se celebra en junio. Espero que vayamos el año que viene”.

Perdido en la traducción

“El alfabeto ruso es fácil, parecido al griego; lo aprendí en dos horas. Pero la gramática rusa… ¡guau! Casos, prefijos: ‘приехал’, ‘переехал’, ‘наехал’, ‘объехал’…”.

Pero Juan no aprendió gramática en un libro de texto; fue la vida quien se la enseñó. Hablaba constantemente con la gente en la calle y, si le faltaban palabras, usaba gestos y expresiones faciales.

Una vez tuvo un incidente tragicómico. “Me dolía mucho el estómago y buscaba un hospital. Vi un cartel que decía ‘Стоматология’. Por alguna razón pensé que ‘stoma’ tenía relación con los órganos internos. Así que entré, señalando dónde me dolía. La recepcionista no entendía, empezamos a hablar con las manos y entonces me di cuenta de que las paredes estaban llenas de sonrisas; no, ¡parece que me equivoqué de lugar! Claro, ‘стоматология’ significa ‘odontología’ en ruso.”

Amor por Bulgákov y Tolstói

Juan ahora habla ruso con mucha soltura, pero admite que aún no le basta para leer literatura rusa en el idioma original. Hasta ahora solo ha leído El Don apacible, Crimen y castigo y, en traducción, La guardia blanca de Bulgákov, quien ahora es su escritor ruso favorito.

“Y casi leo Guerra y paz. Casi, porque me confundí por completo con los nombres y patronímicos: me sonaban como un ‘tugudu-tugudu’. Pero encontré una salida: vi una serie y memoricé quién era quién por las caras de los actores. ¡Así me saqué un sobresaliente en Guerra y paz!”.

Fascinación por la historia soviética

Desde niño, Juan se ha sentido atraído por la Segunda Guerra Mundial. Lo aprendió de su hermana mayor, que leía libros históricos y veía documentales.

“Ella es diez años mayor que yo, la respetaba mucho y empecé a escuchar, leer y ver todo también. Lenin, Stalin, etcétera. Luego vi la película Enemigo a las puertas (2001), una producción de Hollywood sobre Stalingrado. Pero, a pesar de la propaganda estadounidense, sigue siendo una película impactante y quise verlo todo con mis propios ojos”.

Durante la pandemia Juan visitó Volgogrado (actual nombre de Stalingrado). Quedó profundamente impresionado al ver un edificio real aún con marcas de balas y proyectiles.

“Comprendí, no con palabras sino con la piel, cuántas personas murieron y a qué precio llegó esta victoria a los rusos”.

Rusos y espacio personal

Archivo personal Juan Oliveira durante el rodaje del programa de televisión 'Españoles en el mundo' en San Petersburgo
Archivo personal

Juan cree que los rusos al principio parecen cerrados, porque no confían en la gente de inmediato. Dice que, en España, todos se hacen amigos rápido, pero a veces prometen mucho y no cumplen. “Un ruso siempre ayuda, pero hay que acercarse”, señala.

“Tengo una metáfora personal: cada ruso tiene su propio ‘Muro de Berlín’ delante. Puedes superarlo de dos maneras: escalarlo paso a paso o derribarlo. Ya conozco vuestra mentalidad, sé cuándo esperar y cuándo bromear; yo siempre derribo ese muro. ¡Por eso siempre me tratáis tan bien!”.

Después de diez años en Rusia, cree que su temperamento español se ha calmado. Ahora, cuando Juan va a España, pasa los primeros días preguntándose: ¿por qué hablan tan alto? ¿Y por qué todos sonríen sin motivo?

“Pero, después de una semana, se me pasa y vuelvo a ser un español normal. Que, sin embargo, siempre vuelve a San Petersburgo”.

La versión completa de la entrevista (en ruso) está disponible en la página web de la revista 'Natsia'.