
Cómo un geólogo soviético buscó al PIEGRANDE en el Extremo Norte

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En el otoño de 1978, el geólogo y biólogo soviético Vladímir Pushkariov desapareció en los Urales Subpolares. Como más tarde relató su esposa Elena, él estaba fascinado con la búsqueda del Piegrande y había reunido pruebas de su existencia.

Historias del pueblo del Extremo Norte
Vladímir Pushkariov (1939-1978) fue uno de los investigadores más conocidos implicados en el fenómeno del “Sasquatch soviético” en el norte de la URSS. El geólogo visitaba con frecuencia las regiones de Chukotka, Yakutia, Komi y Yamal, donde escuchaba historias sobre esta escurridiza criatura contadas por los lugareños.
Le daban distintos nombres al Piegrande: los nenets lo llamaban “Tungu”, los janti “Kul”, los komi “Yag mort” y los evenkos “Chuchunaa”.

“Según todas las leyendas e historias, el ‘Chuchunaa’ venía del este, es decir, desde Chukotka”, escribió Pushkariov en un artículo de la revista Vokrug Sveta (“Alrededor del mundo”) en 1975.
Registraba todos los testimonios y los publicaba en sus artículos.
“En los años 20, la gente de nuestra aldea se encontró con un ‘chuchunaa’ cuando estaban recogiendo bayas. Él también recogía bayas y con ambas manos se las metía en la boca. Cuando vio a los humanos, se irguió por completo. Era muy alto y delgado. Dicen que medía más de dos metros. Tenía los brazos muy largos, que le colgaban por debajo de las rodillas. Vestía piel de reno y estaba descalzo”, citó Pushkariov el relato de la mujer evenka Tatiana Zajárova en la revista Técnica de la Juventud en 1978.
“Dos ‘kuls’ salieron del bosque. Uno era alto, más de dos metros, el otro más bajo”, así describió Luka Tinziánov, habitante del distrito Shurishkanski de Yamal, su encuentro con estas criaturas. “Venían caminando hacia mí y, al acercarse, de pronto me miraron, solo les brillaron los ojos. No llevaban ropa, solo un pelaje espeso pero corto cubría sus cuerpos.”

Pushkarev realizó una encuesta entre estudiantes en Salejard (capital de Yamal) nacidos en familias nómadas. Les preguntó si se habían encontrado con un “hombre salvaje” en la tundra, cómo lo llamaban los nenets, cómo lo describían. Los 60 participantes de la encuesta escribieron que lo llamaban “Tungu”. Casi todos estaban seguros de que era real; algunos incluso decían haberlo visto personalmente o que sus parientes se lo habían encontrado.
Las descripciones también eran similares: criaturas enormes, cubiertas de pelo espeso, con brazos largos y una forma de caminar extraña.
Un enfoque científico en la URSS
En el folclore de muchos pueblos del mundo se encuentran leyendas sobre el Piegrande. No hay pruebas fiables de su existencia, pero en los años 50, en la URSS, hubo científicos que estudiaron este fenómeno con el más alto rigor científico.
Uno de los principales expertos en hominología fue el antropólogo e historiador Borís Pórshnev. Por iniciativa suya, en 1958 se creó una comisión de la Academia de Ciencias para estudiar la cuestión del Piegrande. El científico lo llamaba un “homínido reliquia” , sugiriendo que representaba una versión preservada del hombre prehistórico. Se organizó una gran expedición al Pamir, que sin embargo no arrojó resultados. Desde entonces, la búsqueda del Piegrande quedó en manos de entusiastas. Como Pórshnev, consideraban que esta criatura era una rama separada de la especie humana.
Lo más interesante son los lugares donde supuestamente habita. En los años 2000, Serguéi Gáshev, doctor en ciencias biológicas de la Universidad Estatal de Tiumén, elaboró un mapa de los lugares donde se reportaban avistamientos del Piegrande. Aunque incluso se dieron informes en la región de Moscú, especialmente abundantes fueron los testimonios en Yamal, por encima del Círculo Polar Ártico. Allí fue donde Pushkariov pasó sus últimos días.
La última expedición

Cada verano, Pushkariov realizaba expediciones al Extremo Norte, donde hablaba con los lugareños, pero nunca había visto al Piegrande personalmente. Así que, en octubre de 1978, emprendió la que sería su última expedición a Yamal. Según testigos, se preparó con apuro y con equipo insuficiente para el viaje.
“Desde Salejard llegó hasta el pueblo de Muzhi y, desde allí, navegó durante un tiempo con un guía en una barca; luego lo envió de regreso y él siguió solo hasta un lago que está en la frontera con el Okrug de Janti-Mansisk”, escribió su esposa.
Ya en noviembre-diciembre ella salió en su búsqueda. En la zona de la expedición, ella y otros rescatistas encontraron un saco de dormir y objetos personales, pero ningún rastro del científico. Había desaparecido sin dejar huella.