3 descubrimientos rusos que ganaron el Premio Nobel y cambiaron el mundo
1. Iliá Méchnikov y la “Gran Revolución Inmunológica”
El biólogo Iliá Méchnikov recibió el Premio Nobel en 1908 por su trabajo en el campo de la inmunidad innata. Descubrió los fagocitos, las células que engullen y destruyen las bacterias dañinas. Méchnikov demostró cómo funcionaba este proceso estudiando las larvas de las estrellas de mar. Clavó pequeñas espinas en las larvas y vio que unas inusuales células rodeaban las espinas. Especuló que se trataba de glóbulos blancos que se acumulaban en el lugar de la inflamación y que mataban a los patógenos. Sin embargo, la comunidad científica recibió su teoría con gran escepticismo.
Méchnikov compartió el Premio Nobel con otro inmunólogo, Paul Ehrlich, científico alemán que proponía una teoría que iba en contra de los hallazgos de Méchnikov. El enfoque de inmunidad adaptativa de Ehrlich enfatizaba la producción de anticuerpos. A lo largo de la mayor parte del siglo XX, la inmunología continuó desarrollándose en la línea de la teoría de Ehrlich sobre la inmunidad adaptativa, y los puntos de vista de Méchnikov parecían estar un tanto marginados.
Sin embargo, a finales de la década de 1980, se descubrió que muchas células, especialmente las que son responsables de la inmunidad, los fagocitos, poseen receptores especiales que están diseñados para identificar infecciones específicas. Esas células están ligadas a ciertos genes. “Resultó que la inmunidad innata es la característica principal [comparada con la adaptativa] para todas las criaturas vivientes. Y solo en los organismos que ya están avanzados en la escala evolutiva... aparece la inmunidad adaptativa. Sin embargo, la inmunidad innata se ocupa del lanzamiento de esta de su posterior funcionamiento…”, escribieron los autores del artículo que califica los descubrimientos resultantes de los hallazgos de Méchnikov como “La Gran Revolución de la Inmunidad”.
2. Prójorov, Básov y el láser
A Alexánder Prójorov y Nikolái Básov se les atribuye la creación del láser, que les valió el Premio Nobel de Física en 1964. Compartieron este premio con el científico estadounidense Charles Hard Towns, que trabajaba en el mismo campo.
Prójorov y Básov construyeron el primer generador cuántico de microondas - maser (siglas en inglés de Amplificación de Microondas por Emisión Estimulada de Radiación) al mismo tiempo que Charles Hard Towns, de la Universidad de Columbia, realizaba experimentos similares pero no con microondas sino con luz, y diseñaba un láser (siglas en inglés de Amplificación de Luz por Emisión Estimulada de Radiación).
Un compañero de su época recordaba cómo trabajaba Prójorov. “Propuso al grupo de científicos que hiciera sugerencias sobre cómo cambiar fundamentalmente su trabajo. Cuando un mes después trajeron algunas respuestas formales, Prójorov tomó un martillo y destruyó todo el equipo del laboratorio. Hubo un gran escándalo y la mitad de los científicos dimitieron; pero el resto se embarcó en nuevas investigaciones, aunque su éxito futuro estaba lejos de ser evidente. En pocos años, esta investigación llevó a sus autores a conseguir el Premio Nobel”.
El trabajo de Prójorov y Básov sentó las bases de la electrónica cuántica, y las radiocomunicaciones espaciales de larga distancia. Las líneas de fibra óptica pronto se convirtieron en una realidad después de que hubiera más investigaciones y desarrollo. Básov estudió posteriormente los efectos de las emisiones de láser en las reacciones químicas, mientras que Prójorov se concentró en el uso del láser en la medicina. Bajo su dirección se desarrollaron los primeros láseres oftalmológicos y fue pionero en el uso del láser en cirugía y estomatología, así como en el tratamiento de la tuberculosis y enfermedades oncológicas.
3. Gueim, Novosiólov y el supermaterial
Los físicos rusos Andréi Gueim y Konstantín Novosiólov son conocidos por descubrir el grafeno, un “supermaterial” con el que consiguieron el Premio Nobel en 2010. El grafeno tan solo tiene un átomo de espesor pero es 160 veces más fuerte que el acero. Tiene una notable capacidad para conducir tanto la electricidad como el calor y además hacerlo de manera muy eficiente. En ocasiones lo llaman el material más prometedor del mundo y es muy atractivo para la industria electrónica.
Según Novosiólov, “el grafeno tiene cualidades de las que carecen todos los demás materiales. Es una fibra en el verdadero sentido de la palabra. Puedes tratarlo como una servilleta: girarlo, doblarlo y estirarlo”. A pesar de su flexibilidad, es el material más fuerte del planeta, dijo el científico en una entrevista con la revista Forbes hace unos años.
Las extraordinarias cualidades de este nuevo material revolucionario fueron ilustradas por el físico sueco Per Delsing en el anuncio del Premio Nobel. Dijo que una hamaca de un metro cuadrado (un átomo de espesor) hecha de grafeno sería lo suficientemente fuerte como para soportar un gato de cuatro kilos. La hamaca pesaría un miligramo, apenas uno de los bigotes del gato.
Sin embargo, resulta difícil producir el grafeno en cantidades industriales. Aunque ya existen múltiples maneras de utilizar este supermaterial: desde tintes para el cabello hasta para jugar al golf. Los científicos están seguros de que el uso de grafeno en la microelectrónica podrá aumentar la velocidad de los ordenadores mil veces, haciendo que la electrónica actual basada en el silicio quede obsoleta.
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