'¡Los rusos piensan mucho!': Qué ha aprendido un bailarín argentino que vive en Rusia desde hace 4 años
Hace cuatro años, el argentino Hernán Brusa tomó el último avión para escapar del confinamiento europeo y llegar a San Petersburgo. Y aquí la vida de bailarín profesional y soltero convencido dio un vuelco: Hernán se casó con María, de San Petersburgo, y se quedó a vivir y trabajar en Rusia.
¿Por qué Rusia?
Primero llegó a Rusia por casualidad: en 2018 fue invitado a participar en un gran flash mob de tango. Antes había enseñado danza en su Buenos Aires natal, en Japón y en Italia.
En el flash mob conoció a María, su futura esposa. Incluso guardaba un vídeo en el que bailan uno al lado del otro, pero no juntos. Después María invitó al argentino a ser amigos en redes sociales. Pasó un tiempo y María fue con una amiga a Milán, donde Hernán vivía y trabajaba en ese momento. Ella decidió escribirle y verle de nuevo ...
Pronto empezó la pandemia, las escuelas de danza de Europa empezaron a cerrarse una tras otra por el coronavirus. Y María le ofreció a Hernán venir a San Petersburgo: consiguió coger uno de los últimos vuelos antes de que se cerraran las fronteras. Sólo llevaba equipaje de mano y pensó que volvería en un par de semanas. Pero se quedó en Rusia durante años.
Primeras impresiones de Rusia
"Me gustaba Rusia, me gustaba Masha, empecé a echarla de menos... Pero en 2020 vine a Piter [así los rusos llaman San Petersburgo de forma cariñosa – nota del editor] no en verano, sino en enero. Y la verdad es que no me gustó nada. Aquel año no nevaba, siempre había mucha humedad, todo estaba gris y hacía frío. Masha intentaba entretenerme: me llevaba a museos y restaurantes, pero aun así, en cuanto salía a la calle, mi humor decaía. Además, me puse enfermo... No, entendí que no quería vivir aquí", se ríe Hernán.
También pensó que nunca llegaría a casarse, pero con María todo fue tan fácil que cambió de opinión.
"Ella no le da importancia a las minucias, como es común en las argentinas. E incluso en situaciones extremas no entra en pánico y no cae en la histeria", dice el argentino sobre su esposa rusa.
Y lo que es aún más importante: la madre de Hernán estaba encantada con María. Pero fue la chica la que le pidió matrimonio a él.
"El plazo de su estancia sin visado en Rusia estaba llegando a su fin; para quedarse aquí más tiempo, Hernán necesitaba obtener un permiso de residencia temporal: se hace por trabajo o por matrimonio. Y una hermosa noche romántica le propuse matrimonio", recuerda María.
Juntos viajaron mucho: incluso estuvieron en Sajalín. Pero lo más memorable fue un viaje a Carelia, con tiendas de campaña. "Una vez nos alejamos mucho del campamento y vimos una advertencia: '¡Cuidado, aquí viven osos!', recuerda Hernán. - Ahora sueño con viajar a la región de Krasnoyarsk: a Norilsk y a la meseta de Putorana".
Cómo el tango cambia a todos
"La gente en Rusia es muy amable, poco individualista, más empática que en Occidente. Y aquí bailan mejor el tango", se ríe Hernán.
"En Italia, el tango se considera un baile de viejos, pero aquí es sobre todo gente joven la que lo aprende. Muchas parejas que bailan se enamoran, se casan. Y me complace especialmente cuando alguien dice: 'Hernán, ¡el tango me hizo feliz! El tango me cambió la vida'. Porque no sólo les enseño a bailar, sino también a desconectar la cabeza de los problemas. Los rusos piensan mucho, y yo les digo: '¡No pensar! Sólo sentir!' Pero hay que repetirlo más de una vez", se ríe el argentino.
Después de haber vivido en Europa y Asia, Hernán se dio cuenta de que Rusia es un mundo aparte. "La gente es más seria, a veces antipática, pero luego de repente están dispuestos a hacer de todo por ti".
La versión íntegra de la entrevista se publicó en ruso en la revista Nátsiya.