A estos ‘vigilantes de museo’ puedes rascarles sin problema detrás de la oreja
Los más famosos, por supuesto, son los gatos del Hermitage. Al principio, los de cola fueron llevados al Palacio de Invierno en tiempos de la emperatriz Isabel Petrovna para combatir a los roedores. Con Catalina II, se les otorgó el estatus oficial de “guardianes de las galerías de arte”. En la actualidad, al menos 50 gatos viven en los sótanos del Hermitage. Tienen documentos oficiales y el cargo de “especialistas en limpiar de ratas los sótanos de los museos”, su propio cuidador y un veterinario.
Los gatos viven en muchos museos. Entre ellos, el Museo Rubliov de Cultura Rusa Antigua, en Moscú: su peluda cuidadora, Bonia, observa atentamente a los visitantes y se deja acariciar.
En la reserva-museo de Ostáfievo vive una ardilla llamada Gvidosha. Vive en una casa en un árbol y, durante las «horas de trabajo», posa de buena gana para las fotos y acepta frutos secos de los visitantes. También tiene su propio canal de Telegram, donde muestra la vida diaria del museo y de su relación con la ardilla de El cuento del zar Saltán de Pushkin.
Un caballo llamado “Laska” de Gorki Lenínskiye, cerca de Moscú, hará compañía con gusto a los aficionados a la equitación.
Y a su colega “Krona”, de Tsárskoie Seló, en San Petersburgo, le encanta hacer dar saltos.
Por su parte, “Topa”, un cuervo de la Reserva-Museo de Nóvgorod, es todo un artista con su propio ejército de fans. Hace hábilmente distintos trucos gimnásticos.
“Grishka” y “Mashka” son bueyes de trabajo de la Reserva-Museo Mijaíl Shólojov. Llevan el nombre de los héroes de la novela épica El Don apacible. Están ocupados en la aldea de Veshénskaya, en la región de Rostov, haciendo cosas importantes: rastrillar, arar y no rechazar nunca una jugosa manzana como recompensa.
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